Capitulo LVIII

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Pocos días después de la visita de lady Catherine, Bingley no sólo no recibió ninguna carta de excusa de su amigo, sino que le llevó a Longbourn en persona. Los caballeros llegaron temprano, y antes de que la señora Bennet tuviese tiempo de decirle a Jack que había venido a visitarles su tía, cosa que Elsa temió por un momento, Bingley, que quería estar solo con Jane, propuso que todos salieran de paseo. Se acordó así, pero la señora Bennet no tenía costumbre de pasear y Mary no podía perder el tiempo. Así es que salieron los cinco restantes. Bingley y Jane dejaron en seguida que los otros se adelantaran y ellos se quedaron atrás. Elsa, Jack y Catherine iban juntos, pero hablaban muy poco. Catherine tenía demasiado miedo a Jack para poder charlar; Elsa tomaba en su fuero interno una decisión desesperada,

Se encaminaron hacia la casa de los Lucas, porque Catherine quería ver a María, y como Elsa creyó que esto podía interesarle a ella, cuando Catherine les siguió andando audazmente sola con Jack. Llegó entonces el momento de poner en práctica su decisión, y armándose de valor dijo inmediatamente:

––Señor Frost, soy una criatura muy egoísta que no me preocupo más que de mis propios sentimientos, sin pensar que quizá lastimaría los suyos. Pero ya no puedo pasar más tiempo sin darle a usted las gracias por su bondad sin igual para con mi pobre hermana. Desde que lo supe he estado ansiando manifesttarle mi gratitud. Si mi familia lo supiera, ellos también lo habrían hecho.

––Siento muchísimo –– replicó Jack en tono de sorpresa y emoción–– que haya sido usted usted informada de una cosa que, mal interpretada, podía haberle hecho alguna inquietud. No creí que la señora Gardiner era tan poco reservada.

––No culpe a mi tía. La indiscreción de Lydia fue lo primero que me descubrió su intervención en el asunto; y, como es natural, no descansé hasta que supe todos los detalles. Déjeme que le agradezca una y mil veces, en nombre de toda mi familia, el generoso interés que le llevó a tomarse tanta molestia ya sufrir tantas mortificaciones para dar con el paradero de los dos.

––Si quiere darme las gracias ––repuso Jack––, hágalo sólo en su nombre. No negaré que el deseo de tranquilizarla se sumó a las otras razones que me impulsaron a hacer lo que hice; pero su familia no me debe nada. Les tengo un gran respeto, pero no pensé más que en usted.

Elsa estaba tan confusa que no podía hablar. Después de una corta pausa, su compañero agregó:

––Es usted demasiado generosa para burlarse de mí. Si sus sentimientos son aún los mismos que en el pasado abril, dígamelo de una vez. Mi cariño y mis deseos no han cambiado, pero con una sola palabra suya no volveré a insistir más.

Elsa, sintiéndose más torpe y más angustiada que nunca ante la situación de Jack, hizo un esfuerzo para hablar en seguida, aunque no rápidamente, le dio a entender que sus sentimientos han experimentado un cambio tan absoluto desde la época a la que él se refería , que ahora recibía con placer y gratitud sus proposiciones. La dicha que esta contestación proporcionó a Jack fue la mayor de su existencia, y se expresó con todo el calor y la ternura que pueden suponerse en un hombre locamente enamorado. Si Elsa hubiera sido capaz de mirarle a los ojos, habría visto cuán bien se reflejaba en ellos la delicia que inundaba su corazón; pero podía escucharle, y los sentimientos que Jack le confesaba y que le demostraban la importancia que ella tenía para él, hacían su cariño cada vez más valioso.

Siguieron paseando sin preocuparse de la dirección que llevaban. Tenían demasiado que pensar, que sentir y que decir para fijarse en nada más. Elsa supo en seguida que debían su acercamiento a los afanes de la tía de Jack, que le visitó en Londres a su regreso y le contó su viaje a Longbourn, los móviles del mismo y la sustancia de su conversación con la joven, recalcando enfáticamente las expresiones que denotaban, a juicio de Su Señoría, la perversidad y descaro de Elsa, segura de que este relato le ayudaría en su empresa de arrancar al sobrino la promesa que ella se había negado a darle. Pero por desgracia para Su Señoría, el efecto fue contraproducente.

Orgullo y Prejuicio ||Jelsa||adaptacion||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora