Capitulo XXXV

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Elsa se despertó a la mañana siguiente con los mismos pensamientos y cavilaciones con lo que había dormido. No lograba reponerse de la sorpresa de lo acaecido; le era imposible pensar en otra cosa. Incapaz de hacer nada, en cuanto desayunó intentó salir a tomar el aire y hacer ejercicio. Se encaminaba directamente hacia su paseo favorito, cuando grabó que Jack iba alguna vez por allí; se detuvo y en lugar de entrar en la finca perdió otra vereda en dirección contraria a la calle donde estaba la barrera de portazgo, y que estaba aún limitada por la empalizada de Rosings, y pronto pasó por delante de una de las puertas que dio acceso a la finca.

Después de pasear dos o tres veces al largo de aquella parte del camino, entró la tentación, en vista de lo deliciosa que estaba la mañana, pararse en las portillas y contemplar la finca. Las cinco semanas que tuvimos en Kent había transformado mucho la campiña, y cada día verdeaban más los árboles tempranos. Se disponía de continuar su paseo, cuando vislumbró a un caballero en la alameda que bordeaba la finca; el caballero caminaba en dirección a ella, y Elsa, temiendo que debía Jack, retrocedió al instante. Pero la persona, que se adelantaba, estaba ya lo suficientemente cerca para verla; siguió andando de prisa y pronunció su nombre. Ella se había vuelto, pero al oír esa voz en la que reconoció a Jack, tuvo en dirección a la puerta. El caballero la perdió y, mostrándole una carta que ella tuvo instintivamente,

––He estado paseando por la alameda durante un rato esperando encontrarla. ¿Me concedería el honor de leer esta carta?

Y entonces, con una ligera inclinación, se encaminó de nuevo hacia los plantíos y pronto se perdió de vista.

Sin esperar ningún agrado, pero con gran curiosidad, Elsa abrió la carta, y su asombro fue en aumento al ver que sobre el contenido dos pliegos completamente escritos con una letra muy apretada. Incluso el sobre estaba escrito. Prosiguiendo su paseo por el camino, la comenzó a leer. Estaba fechada en Rosings a las ocho de la mañana y lo siguiente:

«No se alarme, señorita, al recibir esta carta, ni crear que voy a repetir en ella mis sentimientos o renovar las proposiciones que tanto le molestaron anoche. Escribo sin ninguna intención de afligirla ni de humillarme yo insistiendo en los deseos que, para la felicidad de ambos, no pueden olvidarse tan fácilmente; el esfuerzo de redactar y de leer esta carta podría haber sido evitado si mi modo de ser no me obliga a escribirla ya que usted la lea. Por lo tanto, perdóneme que tome la libertad de solicitar su atención; aunque ya sé que habrá de concedermela de mala gana, se lo pido en justicia.

»Ayer me acusó a usted de dos ofensas de naturaleza muy diversa y de muy distinta magnitud. La primera fue el haber separado al señor Bingley de su hermana, sin distinción a los sentimientos de ambos; y el otro que, un peso de derechos y haciendo caso omiso del honor y de la humanidad, arruinar la prosperidad inmediata y destruir el futuro del señor Wickham. Haber abandonado despiadada e intencionadamente al compañero de mi juventud y al favorito de mi padre, un joven que casi no tenía más recuerdo que el de nuestra rectoría y que había sido educado para su ejercicio, fue una depravación que no podría compararse con la separación de dos jóvenes cuyo afecto había sido fruto de tan solo unas pocas semanas. Pero espero que te retires la severa censura que tan abiertamente me envió anoche, cuando haya leído la siguiente relación de mis actos con respecto a estas dos circunstancias y sus motivos. Si en la explicación que no puedo menos que dar, me veo obligado a expresar sentimientos que la ofendan, solo puedo decir que lo lamento. Hay que someterse a la necesidad y cualquier disculpa sería absurda.

»No hacía mucho que estaba en Hertfordshire cuando observé, como todo el mundo, que el señor Bingley distinguía a su hermana mayor mucho más que ninguna de las demás niñas de la localidad; pero hasta la noche del baile de Netherfield no vi que su cariño sería formal. Varias veces le había visto antes enamorado. En aquel baile, mientras tenía el honor de estar bailando con usted, supe por primera vez, por una información casual de sir William Lucas, las atenciones de Bingley por su hermana habían hecho concebir esperanzas de matrimonio; me estableció de ello como de una cosa resuelta de la que solo había fijado la fecha. Desde aquel momento observado observé la conducta de mi amigo y pude notarial que su inclinación hacia la señorita Bennet era alcalde que todas las que tenía sentido antes. También estudié a su hermana. Su aspecto y sus maneras eran francas, alegres y atractivas como siempre, pero no revelaban ninguna condición particular. Mis observaciones durante aquella velada me dejaron convenido de que, un peso del placer con la recepción de las atenciones de mi amigo, no la correspondencia con los mismos sentimientos. Si usted no se ha equivocado con respecto a esto, será que yo estaba en un error. Como sea que usted conoce mejor a su hermana, debe ser más probable lo último; y si es así, si movido por aquel error la he hecho sufrir, su resentimiento no es inmotivado. Pero no vacilo en afirmar que el aspecto y el aire de su hermana podrían haber dado al más sutil observador de la seguridad de que, un peso de su carácter afectuoso, su corazón no parecía haber sido afectado. Es cierto que yo deseaba creer en su indiferencia, pero le advierto que normalmente mis estudios y mis conclusiones no se dejan influir por mis esperanzas o temores. No la creía indiferente porque me convenía creerlo, lo creía con absoluta imparcialidad. Mis objeciones a esa boda no eran exactamente las que anoche reconocí que solo serían ser superadas por la fuerza de la pasión, como en mi propio caso; la desproporción de categoría no sería tan grave en lo que atañe a mi amigo como en lo que a mí se refiere; pero había otros obstáculos que, a pesar de existir tanto en el caso de mi amigo como en el mío, tratados tratados de olvidar puesto que no me afectaban directamente. Debo decir que tenían problemas, aunque lo haré brevemente. La posición de la familia de su madre, aunque cuestionable, no era nada comparado con la absoluta inconveniencia mostrada tan a menudo, casi constantemente, por dicha señora, por sus tres hermanas menores y, en ocasiones, incluso por su padre. Perdóneme, me duele ofenderla; pero en medio de lo que le conciernen los defectos de sus familiares más próximos y de su disgusto por la mención que hago de los mismos, consiente el pensamiento de el hecho de que tanto usted como su hermana se comporten de tal manera que no se les pueda hacer de ningún modo los mismos reproches, las eleva aún más en la frecuencia que merecen. Sólo diré que con lo que pasó aquella noche se confirmaron todas mis sospechas y aumentaron los motivos que ya antes hubieran podido convertirme en un conservador a mi amigo de lo que consideraba como una unión desafortunada. Bingley se marchó a Londres al día siguiente, como usted recordará, con el propósito de regresar muy pronto. me duele ofenderla; pero en medio de lo que le conciernen los defectos de sus familiares más próximos y de su disgusto por la mención que hago de los mismos, consiente el pensamiento de el hecho de que tanto usted como su hermana se comporten de tal manera que no se les pueda hacer de ningún modo los mismos reproches, las eleva aún más en la frecuencia que merecen. Sólo diré que con lo que pasó aquella noche se confirmaron todas mis sospechas y aumentaron los motivos que ya antes hubieran podido convertirme en un conservador a mi amigo de lo que consideraba como una unión desafortunada. Bingley se marchó a Londres al día siguiente, como usted recordará, con el propósito de regresar muy pronto. me duele ofenderla; pero en medio de lo que le conciernen los defectos de sus familiares más próximos y de su disgusto por la mención que hago de los mismos, consiente el pensamiento de el hecho de que tanto usted como su hermana se comporten de tal manera que no se les pueda hacer de ningún modo los mismos reproches, las eleva aún más en la frecuencia que merecen. Sólo diré que con lo que pasó aquella noche se confirmaron todas mis sospechas y aumentaron los motivos que ya antes hubieran podido convertirme en un conservador a mi amigo de lo que consideraba como una unión desafortunada. Bingley se marchó a Londres al día siguiente, como usted recordará, con el propósito de regresar muy pronto. consuélese pensando en el hecho de que tanto usted como su hermana se comportan de tal manera que no se les puede hacer de ningún modo los mismos reproches, las eleva aún más en la cantidad que crecen. Sólo diré que con lo que pasó aquella noche se confirmaron todas mis sospechas y aumentaron los motivos que ya antes hubieran podido convertirme en un conservador a mi amigo de lo que consideraba como una unión desafortunada. Bingley se marchó a Londres al día siguiente, como usted recordará, con el propósito de regresar muy pronto. consuélese pensando en el hecho de que tanto usted como su hermana se comportan de tal manera que no se les puede hacer de ningún modo los mismos reproches, las eleva aún más en la cantidad que crecen. Sólo diré que con lo que pasó aquella noche se confirmaron todas mis sospechas y aumentaron los motivos que ya antes hubieran podido convertirme en un conservador a mi amigo de lo que consideraba como una unión desafortunada. Bingley se marchó a Londres al día siguiente, como usted recordará, con el propósito de regresar muy pronto. Sólo diré que con lo que pasó aquella noche se confirmaron todas mis sospechas y aumentaron los motivos que ya antes hubieran podido convertirme en un conservador a mi amigo de lo que consideraba como una unión desafortunada. Bingley se marchó a Londres al día siguiente, como usted recordará, con el propósito de regresar muy pronto. Sólo diré que con lo que pasó aquella noche se confirmaron todas mis sospechas y aumentaron los motivos que ya antes hubieran podido convertirme en un conservador a mi amigo de lo que consideraba como una unión desafortunada. Bingley se marchó a Londres al día siguiente, como usted recordará, con el propósito de regresar muy pronto.

Orgullo y Prejuicio ||Jelsa||adaptacion||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora