•Zapato•

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Corria sin descanso por aquellos pasillos, se maldecia por quedarse tanto tiempo en la biblioteca, el joven pelinegro no podía llegar tarde y menos a la clase del viejo matemático, era un profesor bastante duro en cuanto a su clase pero era uno de los mejores.

Ya casi llegaba cuando sin querer el chico tropezó, la campana sonó, demonios no había tiempo para atarse el zapato, así que se levantó y corrió de nuevo a su salón, por desgracia el profesor ya estaba explicando la clase.

- ¿Puedo entrar?

Aquel profesor de aspecto tosco y burdo miró al jóven quien sabía que él no lo dejaría pasar o al menos no tan fácilmente.

- señor Membrana, mi clase ya empezó hace 5 minutos... ¿Cree que lo dejaré entrar?

- Se lo ruego, solo fue está ocasión

- tome asiento, pero tiene una falta por el día de hoy

A Dib no le gustaba ser el centro de atención pero al menos tomaría la clase correspondiente, era la última vez que él se quedaba por mucho tiempo en la biblioteca.
En cuanto tomó asiento, sintió como algo le cayó en su cabeza, era una bola de papel mal doblado, le dió curiosidad de saber que decía, en cuanto lo abrió miró un mal dibujo de él con el mensaje "Al raro del cuatro ojos le regaño el maestro, el tonto del cuatro ojos tiene mal puesto un zapato"

Arrugó de nuevo el papel, continúo prestando atención a la clase, no sabía el por qué debía estar con compañeros incompetentes e incapaces de prestar atención más que en situaciones burdas como esta, Did realmente le exasperaba la escuela.

- No olviden entregar sus trabajos antes de que culmine el mes - dijo el profesor - Señor Membrana, revise los avances de tu último trabajo, bien hecho, siga así y estara exentado del examen

La mayoría de los presentes miraron sorprendidos al mencionado y algunos con rabia, puesto que el examen valía más de la mitad de la calificación. Por su parte el chico salió rumbo a su siguiente salón, sabía que no tardaría en ser víctima de algún compañero que quiera pasar la materia, vaya día que tenía.

Ella estaba en la sala, no sabía que más hacer, miraba por la ventana, el día estaba nublado, posiblemente hacía frío afuera, suspiró ¿Cuanto más se tardará el humano? Y de pronto la puerta se abrió, ella miró rumbo a la tabla de madera que se abría lentamente, miró como Dib entraba fatigado, había botado su mochila, al principio no entendió que pasaba, él humano se dirigió a la cocina ignorando que Tak estaba ahí.
La chica alienígena simplemente se molestó ¿Cómo se atrevía a ignorarla?
Estaba apunto de replicar cuando observó que miraba de forma triste aquel vaso de vidrio que tenía en las manos.

Nunca había visto la tristeza en un humano, ni siquiera en algún otro ser vivo, eso también era melancolía, eso también era dolor, la chica se acerco hasta él, posó sus manos en la espalda del muchacho.

- ¿Dib...?

- ¡Tak! ¿Que haces aquí?

- Vivo aquí recuerdas...

- no, me refiero a... Seguramente tienes hambre ¿Verdad?

- No ¿Que tienes humano cabezón?

- ¿Tener?

- entraste como si nada y de repente, te veo aquí sentado mirando de manera triste ese vaso ¿Que tiene ese vaso para que estés así?

- Solo fue un mal día

- pero los irkens somos fuertes antes los malos días... No nos expresamos de esa manera

- tal vez, pero yo no soy un irken, soy un humano, por cierto ¿Que haces aquí afuera?

Por alguna razón, eso hizo enojar a la Irken, quien regreso a su habitación como si nada, trato de ser "amable" pero el humano cabezón la exasperaba demasiado, quizás hacerce la amiga de él no era del todo una buena idea.

31 días con ella Donde viven las historias. Descúbrelo ahora