• Soledad •

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[Advertencia: Contenido de sustancias nocivas, no recomendado para una audiencia menor]

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¿Que es lo peor que has hecho?

¿Acaso verdaderamente el fin justifica a los medios?

¿Hacer el "bien" siempre es lo correcto?

Dib siempre pensó que salvar al mundo incluía deshacerse de todo el mal, pero desgraciadamente nadie lo consideraba el bueno ¿entonces por que aparentar ser algo que no era?...

Guardó un cruel secreto, antes de irse hizo algo terrible, ante los ojos de cualquiera sería la causa de un comportamiento sociopata, pero su felicidad dependía de eso, el poder vivir en paz, lejos de su antigua vida, lejos de todas aquellas desgracias que le ocasionó intentar hacerce el heroe, de creer que era uno, todo su esfuerzo fue una desagradable mentira que nadie tan siquiera pidió.

Antes de irse a su nueva vida, debía deshacerse de todo aquello que alguna vez lo molesto, en este caso era él, aquella criatura egocéntrica que llegó hacer un dolor en el trasero, aunque sus planes para conquistar la tierra eran tontas y algunas estupidas, Dib ya no deseaba tratar de detenerlas, asi que ideo una forma de acabar con aquello para siempre.

...

Han pasado dos días desde que él le comentó sobre la nave, durante ese lapso de tiempo el azabache trataba de encontrarse con ella, fue un tanto difícil ya que tendría que descansar en el fin de semana, desgraciadamente no tenía mejores lugares a donde ir.

Esa mañana en específico, el joven humano había sido llamado, sus demás maestros se enteraron de la situacion, incluso la trabajadora social encargada de su beca, solicitó hablar personalmente con él para ver la causa decadente de su alimentación, le había pedido que fuera a su oficina, el pobre azabache se encontraba nervioso ¿Cómo iba a explicarle sobre su invitada? Él no podía hacer milagros con respecto a dividir su dinero.

Estaba dudando en entrar o no, pero el destino de su ayuda monetaria estaba en riesgo, con mucho pesar el azabache entró al cubículo de dicha mujer.

Tocó un par de veces hasta que escuchó la voz de aquella persona dándole acceso, el jóven Membrana poco a poco se adentro a dicha habitación.

Cuadros de múltiples diplomas y certificados adornaban la decadente oficina, llena de papeleo y expedientes, era como entrar a una sala de algún burócrata, cómo era de esperarse el aspecto de aquella mujer que estaba al frente, intimidó un poco al chico. No era como ver a la señorita Bitters, aquella mujer era alta, delgada, las facciones de su cara eran algo burdas, extrañamente su voz era calmada.

– Tome asiento señor Membrana

En cuanto Dib obedeció, aquella fémina sacó un archivo enorme de su cajón

– Bien, es interesante leer sobre tí, tienes antecedentes muy, peculiares, tienes excelentes calificaciones, no tienes antecedentes criminales, tienes un buen apellido, eres inteligente pero en cuanto leí tus... – hizo una ligera pausa para abrir la carpeta – antecedentes psicológicos, me doy cuenta de que tenemos un inconveniente

– Eso fue hace tiempo – Dib respondió algo irritante

– Creías en cosas paranormales, señor Membrana ¿Ha hecho algo al respecto? ¿Has tomado terapia?

31 días con ella Donde viven las historias. Descúbrelo ahora