Todo sin ti es... ¿Mejor?

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Cascarón vacío.

Llevaba varios días encerrado en una oscura habitación que tenía un fuerte olor a cigarro, así como todas las pertenencias de Koenning. Sinceramente, no sabía qué día era ni la hora, mi mente se sentía atrofiada, perdida y podría jurar que habían pasado millones de cosas desde que estaba aquí, pero yo no podía recordar nada —o quizás realmente no había pasado gran cosa—, pero aún así había algo que no se sentía bien. Dentro de mí lo único que habitaban eran los pensamientos negativos, odiando y echando maldiciones hacia mi hermano y Joseph, porque ¡maldita sea! esto era su culpa, ellos estaban en casa conmigo, pero estaban lo suficientemente ebrios (o drogados) para no darse cuenta de que me habían secuestrado y eso era imperdonable, se sentía como si mi vida para ellos no valiera nada, aún cuando yo lo intente todo para salvarlos...

—Pequeño Bastian, ¿qué pasa por tu mente cuando pones esa mirada ensombrecida? ¿a quién estás odiando en estos momentos? ¿A tu hermano o a tu querido amor?

Gire mi cabeza para verlo mejor, pero sólo pude ver su despreciable sonrisa maligna.

—No puedo decidir a quién odio más —solté fríamente, mi voz se escuchaba ronca y cansada.

—Excelente respuesta, juguete mío, no tengas consideración por nadie, odia a uno más que el otro, pero no dejes que alguien se lleve el primer lugar, porque sino, estarás perdiendo  —se llevó su cigarro a los labios.

—¿Por qué pones tantos apodos? ¿Hay a alguien a quien le digas sólo por su nombre?

—Todos tienen apodos, pero tú eres el que más me divierte, tienes una personalidad autentica, moldeada por mis creaciones, pero sigue siendo autentica.

Arqueé una ceja, todo lo que este hombre decía estaba lleno de significados que no llegaba a entender, todo era metafórico y hasta en ocasiones se escuchaba como un brillante poeta. Me parecía irónico, este hombre que causaba daño a los demás podía leer entre líneas, podía entender la maldad y hablar de ella de manera profunda (porque lo más seguro es que sus pensamientos fuesen profundos), podía darse cuenta de la realidad del mundo y aún así, seguía siendo malo.

— ¿Porqué la habitación siempre esta a oscuras?

—Por tu propio bien , pequeño Bastian.

Lo miré incrédulo, ¿acaso siempre iba a contestar así?

— Eres muy estresante.

—Y tú eres muy raro por hablar con tu secuestrador.

Hice una mueca. En eso tenía razón, pero no había otra cosa que pudiera hacer, estaba cansado de estar amarrado en la misma cama, sin poder hacer nada, más que oler los cigarros de Crhis.

—Quizás desarrolle síndrome de estocolmo, así como todas tus otras víctimas.

Sentí la penetrante mirada maliciosa de Koenning sobre mí. Se levantó del sillón y comenzó a caminar hacia la cama donde estaba sentado. Cuando llegó a mi altura acarició mi rostro y me dijo:

—Quizás yo este desarrollando síndrome de lima —acercó sus labios a los míos y me beso bruscamente, luego posó sus manos en mi trasero y comenzó a hurgar dentro de mi ano.

Y entonces lo único que pude pensar fue: <<Excelente Bastian, hiciste que el lado perverso del violador se despertara>>

Odiaba esta situación, odiaba que mi cuerpo reaccionara ante el toque de un violador, pero era algo que yo no podía evitar. 

Y entonces era en esas ocasiones en las que estaba seguro de que había olvidado cosas, su toqué se sientía familiar, más familiar que cuando tocaba a Joseph, pero en mi memoria la única vez que me había acostado con Crhis había sido en la choza, las demás veces habían sido toqueteos sin pasar a algo más, pero cuando sentía su dedo dentro de mí se sentía como algo que había pasado una y otra vez...

Esta vez todo fue más allá de lo que Koenning siempre hacía, en esta ocasión me penetro con su grande pene hasta que se canso.

—¿Qué droga usas, Koenning? Esta no ha sido la primera vez desde que llegue aquí —lo miré perdido—¿verdad?

—De todos los juguetes que he tenido, tú eres el único que no es tonto y no se deja guiar por su placer carnal.

—Eso no contesta mi pregunta, Crhis —me sentía cansado—, además ¿placer? —bufé— Tú no me das placer.

—Eres el primero en atreverse a decir mi nombre.

Me volvió a besar ferozmente. Luego me miró a los ojos y me sonrió malicioso. Él disfrutaba cada vez que me ponía en su contra, lo había podido notar, pero extrañamente los demás chicos se ponían sumisos a su lado, entonces ¿qué le gustaba a Crhis de ellos? ¿y porqué a ellos les gustaba un ser tan desagradable?

— ¿Piensas tenerme amarrado toda la vida?

—No soy un estúpido, pequeño Bastian, así como tú tampoco lo eres. Sé que tienes la capacidad de escapar, y no voy a dejarte hacerlo. Nunca volverás a ser libre.

Lo miré molesto.

Se sentó sobre mí y comenzó a desabrochar su cinturón (de nuevo).

Quiero hacerte sentir miserable.

Y una vez más me penetró, esta vez más profundo y más rápido que las veces anteriores. Mi interior estaba cansado y adormecido, sentía que no podía soportar esto ni una sola vez más, me sentía abrumado y perdido dentro de mis pensamientos negativos y llenos de odio, quizás hacía un buen tiempo había perdido la razón, y lo único que quedaba era mi odio para poder mantenerme vivo.

De todas las cosas perversas que me había dicho Koenning, esta era la que más tiempo se había quedado en mi cabeza, y la que más me me había hecho estremecer. Koenning había logrado ser la persona a la que más temeroso me sentía, desde hace mucho tiempo. Pero la verdad es que, desde que este hombre de mirada aterradora creó a Joseph con su maldita actitud fría yo he sido miserable, rigiendome por el miedo y deseando que todo esto no fuera real. Deseando no haber conocido a Joseph. 

—Ahora puedes decir que estas mejor sin Joseph.

Sólo pude asentir con la cabeza.

—Puedes decir que no hay mayor infierno que estar al lado de la persona que amas.

¿No había peor infierno que estar al lado de Joseph? Sí, Crhis tenía razón, mi incertidumbre estaba al lado de una persona como él, inestable, tan fuera de si mismo, tan confundido, tan vulnerable, tan frío, tan falso... Tan Joseph.

—Escúchame bien, pequeño Bastian, porque jamás vas a escuchar estas palabras de nuevo. Yo estoy aquí para que te des cuenta de cómo es el mundo en realidad, para que sepas que la felicidad nunca va a estar de tu lado, para que entiendas que los seres humanos somos la misma mierda.

Y justo soltaba esas palabras cuando se corría dentro de mí.

Ya ni siquiera podía llorar, parecía que las lágrimas ya no eran suficientes para soltar todo el dolor que estaba dentro de mí. No, quizás el dolor era lo único que me quedaba, quizás al ser lo único que me quedaba no podía llorar, porque quedaría como un cascarón vacío.

Fría Perfección. (Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora