Lo siento.

208 23 3
                                    

Desde que había conocido a Joseph mi interior se sentía de una forma muy extraña, no sabía decir con exactitud como era esa sensación, pero era algo que jamás había sentido y sinceramente comenzaba a asustarme, probablemente todo me asustaba, como ya he repetido un millón —o más — veces la pregunta del porque me preocupó tanto por Joseph o el porqué quiero verle feliz siempre.
Había pasado poco tiempo desde que lo conozco y quizás en algún otro momento lo vi en el Instituto, pero no le tomé importancia, entonces ¿porqué justo ahora que ya tenía los suficientes problemas aparecía él ante mis ojos? ¿Y porqué tuve que captar toda mi atención en él?

Joseph no había asistido hoy a la clase de química o quizá a ninguna ¿porqué clase de razones faltaría?
Suspire. Comenzaba a sentirme desesperado con toda esta situación, últimamente mi cabeza estaba llena de cosas, por un lado Joseph, por otro Nath y el comportamiento triste de mis padres.
A pesar de que me había dicho a mi mismo que dejaría ese tema, no podía hacerlo, mi cabeza no podía dejar de dar vueltas pensando en lo que mis padres me habían dicho.



Salí al patio trasero teniendo la esperanza de encontrar a Joseph o a Armin o que ellos me encontrasen a mí.

Los busqué por todos lados con la mirada, no pude reconocer a ninguno de los dos, pero vi un rostro sonriente caminando hacia mí. Entrecerre los ojos para poder ver un poco mejor, ni si quiera así pude reconocer a aquella persona, pero si que me parecía familiar.
Cuando llegó a estar en frente de mí sonrió aún más.

— ¿En dónde te habías metido? —me preguntó con una voz juguetona.

Mi cabeza se ladeó hacía la derecha y puse una cara de extrañeza. No podía reconocerle.
Se puso serio y se cruzó de brazos.

—No puedes atreverte a decir que no me recuerdas.

¿De dónde le conocía…?
Me quedé pensativo intentando recordarle, pero por más que buscaba información acerca de ese rostro en mi cabeza, no pude encontrar nada, sólo un vago sentimiento de familiaridad.

Su sonrisa se ensanchó y luego me extendió su mano derecha.

—Toru. Nos conocimos en preescolar.

—¿Toru? —miré su mano. Esto me era muy familiar…

Toru bajó su mano y se sentó en frente de mí.

—No has cambiado nada —miró al cielo—. Para serte sincero no estaba muy seguro de que eras tú —volvió a sonreír lanzándome una cálida mirada—, incluso me sorprendía no haberte visto los pasados dos años. Él último año y me entero de que has estado tan cerca de mí…

Le miré extrañado. Este sujeto era raro y me causaba un sentimiento igual de raro que él, esto me dejaba un mal sabor de boca.

—¿En serio nos conocemos? —pregunté desconfiado.

Toru rió con fuerzas.
Se revolvió su largo cabello gris y aún con su mano en el cabello me lanzó una mirada socarrona.

—Cabello gris —sus ojos brillaban—, te lo dije, mi cabello se convertiría gris y lo recordaríamos, recordaríamos nuestros amargos ratos con nuestras familias, nuestros tiempos difíciles serían menos amargos con nuestros cabellos de otro color, seríamos…

—Otras personas —concluí. Ahora lo recordaba—. Mi mejor amigo —sonreí.

—Iba a darte un muy buen golpe si no me recordabas con eso —su puño izquierdo se estampó en mi brazo con suavidad.

—Un montón de años juntos —rodé los ojos—, no sé cómo te olvidé.

—Cinco años —sonrió otra vez—, pudieron haber sido más.

Fría Perfección. (Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora