Devastador.

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Salí del aula con la mano en el corazón, intentando controlar los acelerados latidos que habían comenzado desde que Joseph se había sentado a mi lado.
Estaba hecho añicos, no pude soportar la mirada dolida en el rostro del ojiazul, no pude soportar estar a su lado por más tiempo. Temía que si me quedaba junto a él por un segundo más iba a empezar a sollozar muy patéticamente, así como sólo yo sabía hacerlo frente a él todo el tiempo.

Caminé hacía la salida del instituto encontrándome a Armin en el camino; estaba cabizbajo, arrastrando los pies, dando sorbos por la nariz de vez en cuando, ausente de todo lo que sucedía a su rededor y quizás un poquito más marchito que el día anterior -si es que podía ser posible-. Me le acerqué despacito, dudando si era buena idea
hablarle después de ya bastante tiempo. Decidido puse mis manos en sus hombros y le di un pequeño apretón intentando hacerle saber que estaba con él.

-Ya dije que no lo haría de nuevo -susurro.

Arqueé una ceja. No se había dado cuenta que era yo. No dije nada, quise presionarlo un poco para así poder saber más acerca de lo que pasaba, entonces apreté con más fuerza sus hombros.

-¡Ya dije que no volveré a ir a la choza! -se giró hacia mí.

¡Vaya! ¡Otro al que obligaban a no regresar!
La mirada furiosa de mi amigo se convirtió en una de sorpresa. Se mordió el labio inferior como lamentándose por lo que acababa de decir.

Lo miré serio. Lo tomé de la muñeca y comencé a caminar hacia su casa, Armin no dijo nada más y muy sorprendentemente tampoco se opuso a mi agarre. Se podía notar que su ritmo de vida estaba siendo de los más horribles; sus ojos eran más ojeras que ojos, su piel estaba pálida, tenía los labios secos y cuarteados, también se podía notar como la piel se le pagaba un poco más a los huesos.

En cuanto llegamos a su casa, mi amigo soltó su agarré y cuando puso un pie en está, estuvo muy dispuesto a cerrar la puerta en mi cara. Entré sin que él me diese permiso, tan sólo esperé a que hiciera un berrinche porque no quería que yo entrará. Extrañamente el berrinche nunca llegó, él tan sólo subió a su habitación y no se giró ni una sola vez a comprobar si yo lo estaba siguiendo o no.

Se tumbó en su cama, poniéndose en pose fetal y tapó todo su cuerpo con un cobertor.
¿A quién me recordaba esta escena? Puse los ojos en blanco al recordarme.

-¿Qué te pasa?

No respondió. Por supuesto que no iba a responder, dudaba que le quedarán algo de fuerzas como para contestarme.

-¿Haz estado muy ocupado llorando?

Una vez más no hubo respuesta, ni siquiera un movimiento que me sirviese para comprobar si había alguien bajo el cobertor.

-Me rindo -suspiré-, ya te darán ganas de hablar.

Cerré la puerta de su habitación con seguro y me fui a sentar en un sofá que se encontraba frente a su cama. Comencé a observar todo lo que había a mis lados. No había nada fuera de lo normal, era más desastroso que de costumbre, pero seguía teniendo las típicas cosas que había siempre, aún así, seguí dándole una repasada, algo en mi interior me decía que encontraría algo de mi interés.
A mis pies habían varias hojas de alguna libreta que tenía unos llamativos márgenes de espirales de varios colores. Agarré las hojas y comencé a leer lo que había en ellas:
"Devastador. Ni siquiera hace falta que lo preguntes, conoces a la perfección la respuesta. Juro que cada día es peor, todos están en sus peores momentos y supongo que eso lo hace aún más difícil, el ambiente se siente más hostil cada día y ya no tenemos ni un momento de libertad; Crhis no deja de vigilar todos nuestros movimientos. Eventualmente nos será más difícil salir de aquí, así que... olvídate de él."

Fría Perfección. (Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora