Vida robada

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Me entregué a la muerte luego de esa llamada. No sólo me di cuenta de que no le importaba a Joseph, sino que tampoco le había importado a mi familia, ni a Armin, mi mejor y único amigo...
Koenning regresó luego de un rato y me miró con un semblante muy serio durante unos instantes; yo estaba completamente tumbado en el frío suelo, con mi cabello tapando la mitad mi cara y mis manos aprisionando con fuerza el celular hasta que lentamente lo solté y cerré los ojos.
Escuche como Koenning suspiraba y caminaba lentamente hacía donde yo estaba. Se sentó cerca de mí y colocó mi cabeza sobre su regazo, comenzó a acariciar mi cabello y luego dijo en un susurro:

— Nos robaron la vida, Bastian.

Su voz había sonado tan baja que pensé que había sido una alucinación, pero luego volvió a hablar.

— Esos desgraciados nos robaron el alma.

Esta vez parecía que hablaba más para sí mismo que conmigo. No podía entender a qué se refería, pero sentí que por primera vez en su vida estaba hablando sin sus típicos códigos que nunca logré entender al 100%.
Abrí los ojos y miré el techo. Ahora veía todo más claro. Las paredes eran de color blanco y el olor del lugar era refrescante, seguramente se trataba de una especie de bodega que en realidad estaba bien cuidada, pero quizás había estado abandonada durante algún tiempo.

— Tú le robaste la vida a todos los chicos, lo sabes.

— Ellos me buscaron en primer lugar, Bastian, en realidad... —volvió a suspirar y sacó un cigarro— nuestro problema son las drogas, aunque creo que ya lo sabes.

Se llevó el cigarro a la boca, pero luego de unos segundos lo aplastó con sus manos y lo tiró.

No tenía nada que decir. La verdad ya no me interesaba nada de lo que realmente les haya ocurrido, todos eran una banda de psicóticos  que amaban volver locos a los demás, todos eran unos desquiciados que amaban tener vidas malas.

— Joseph fue el último que se unió a nosotros, había estado vagando por las calles durante algunas semanas y yo lo único que quería era conseguir chicos para así poder tener más drogas. No importaba qué. Odio estar drogado, pero odio más estar sobrio.

— ¿Me estás diciendo que esta es la primera vez que estas sobrio? Me refiero, de todas las veces en las que nos hemos visto.

Koenning se rió despacio.

— Esta es la primera vez que estoy sobrio desde hace meses. Aunque no cambia nada, Bastian, el efecto de las drogas no se disipa de golpe, pero te acostumbras y aprendes a vivir así sin que los demás noten tu estado, aunque claro, eso depende del tipo de droga.

Esta no era más que una conversación vacía, algo para matar un poco el tiempo y quizás algo para llenar el vacío que teníamos.

— ¿Por qué Joseph estaba en las calles?

— Nadie lo sabe y, tampoco nos importó nunca, al final no somos más que un montón de chicos malos rompiendo las reglas. Pero si de algo estoy seguro es que Joseph es el sujeto más loco de todos nosotros.

— Creo que entiendo a que te refieres.

Koenning volvió a reír, pero esta vez un poco histérico.

— Ese sujeto, siempre era cambiante, más que todos los demás. En un principio tu hermano quería que se fuera, casi todo el tiempo discutían, pero ya sabes, Joseph tiene algo, termina haciendo que los demás hagan lo que él quiere, así que al final se quedó y todos se acostumbraron a él.

Cerré los ojos. No quería saber nada de él, pero al mismo tiempo quería saberlo todo. Odiaba ser tan contradictorio en todo lo que tenía que ver con el de los ojos azules. Todo era su maldita culpa, me había convertido en un sujeto extraño como todos los de la choza por su culpa, por sus malditos ojos y sus palabras confusas.

— Si quieres la verdad, es que, no sé qué tipo de grupo somos, no sé qué tipo de persona soy, pero sé que no soy una buena persona.

— ¿Eso lo pensaste antes o después de secuestrarme y abusar de mí como te dio la gana?

Koenning sonrió, ¡maldita sea, sonrió! ¿Qué clase de basura sonríe ante eso?

— Las drogas aumentan mi apetito sexual.

Otra vez mostraba su lado macabro.
Unos esquizofrénicos es lo que eran estos tipos.

— En fin, yo decidí vender mi alma a las drogas y tú decidiste venderle el alma a Joseph, me pregunto quién es más estúpido.

Una droga era justo lo que Joseph había sido para mí. Una muy fuerte y adictiva, una que terminó destrozando mi vida entera.

— ¿Por qué decidiste hablar claro por una vez en tu vida? —le pregunté. Me sentía muy cansado y seguía pensando que esto era un sueño.

— Ya no será divertido torturarte, ¿a quién llamaste? ¿A tu hermano, a Joseph, a la policía? ¿A quién le importó menos tu miserable existencia?

— A todos.

Volvió a reírse.
Su risa era cada vez más irritante para mí, estaba harto de Koenning, estaba harto de las mismas cuatro paredes, estaba harto de su olor. Estaba harto de mi existencia.

— Ya no será divertido esto Bastian, me divertía ver como tenías esperanzas en que ibas a derrotarme, pero ahora todo este asunto no podría importarte menos. Ahora dime, ¿qué es lo que te importa ahora?

— Creo que entiendo porque odias estar sobrio.

Me quedé callado unos segundos.

— Ahora sólo me importa que enciendas tu maldito cigarro y me embriaguez con sus efectos.

Escuché como su boca se abría para esbozar la sonrisa más larga que podía.

— ¿Cuál crees que sea la mejor manera de morir, Koenning?

Abrí mis ojos para poder ver su rostro. El hombre miró al techo sonriendo para luego cerrar sus ojos con pesadez.

— Para nosotros lo mejor es una muerte lenta y dolorosa.

Fría Perfección. (Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora