Perfecto Joseph

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-Permiteme jugar contigo...

Su sonrisa maliciosa me descolocó por completo. ¿Cómo algo tan malo podía ser tan hermoso?

-Permiso concedido -susurre entre lágrimas.

Había comenzado el juego.
Desde un principio el perdedor estaba decidido; sería yo, yo caería con tan encantadora perfección.

~
Debí haberme dado cuenta desde él primer momento en el que lo conocí, me debí de dar cuenta en el momento en el que mis ojos se fijaron en los suyos, en su ausente mirada y su fría perfección que lo acompañaban fielmente. Debí de haberme dado cuenta. Ahora es demasiado tarde. Ya fui hechizado por su fría mirada llena de ausencia, no hay vuelta atrás. Caí.

Todo comenzó en el momento en el que cruce esa puerta de madera, el lugar parecía inofensivo y era uno de los típicos lugares en los que mi hermano solía frecuentar y yo sólo estaba en la búsqueda de mi hermano, todo era normal, inofensivo, hasta que decidí abrir esa puerta -que al igual que todo parecía normal-, antes de poder cruzarla apareció ante mí el ser más perfecto que jamás hubiese existido, sus ojos azules carecían de amabilidad y su mirada estaba perforandome el corazón. Eran unos ojos tan perfectos...

-¿Piensas quitarte en algún momento?

Su fría voz me heló todo el cuerpo, continúe inmóvil, observando cada detalle de su perfecto rostro.
Me sentí un idiota.
Una vez que mi escaneó terminó me aparte un poco, tan sólo un poco, no quería que ese momento acabará, nunca había visto una persona como aquella y nunca había sentido lo que sentí en ese momento al estar tan cerca de él.
Mi corazón no paraba de latir aceleramente y no podía calmarlo, no podía calmarme a mi mismo. Esa mirada... no podía ser real, parecía sacada de algún cuento de hadas, en donde el personaje principal es el más bello de todos y todas sus rasgos son hermosos -principalmente sus ojos, por su puesto-

-¿Estas de broma? -bufó-, apartate de una vez.

La molestia estaba impregnada en su voz y yo no pude hacer otra cosa más apartarme un poco más -sólo un poco-. Él me vio con todo el enojó que su mirada pudo encontrar y paso empujandome con fuerza.
Así es como se fue, desapareciendo poco a poco de mi vista, como las luces antes de apagarse en medio de la oscuridad en una noche llena de silencio. Se había ido.

Crucé aquella puerta, esperando encontrar a mi hermano al interior, lo busqué con la mirada o aparente hacerlo, porque en verdad no podía concentrarme en ningún rostro ni en ninguna persona, en mi cabeza sólo estaban esos ojos azules, mi mente repasaba sus facciones una y otra vez, su cabellera larga y negra, esos ojos del color de la frialdad, que combinaban a la perfección con su puntiaguda nariz y su pequeña boca.

Me senté en el primer asiento que vi, seguía ensimismado, aún no procesaba lo que acababa de ver y mucho menos era capaz de pensar en otra cosa, así que cuando alguien se me acercó me sobresalte por completó.

-¿Encontraste algo de tú interés?

Esa voz, esa irreconocible voz llena de diversión era inconfundible. Giré la cabeza hacia donde estaba mi amigo con su ya tan conocida sonrisa socarrona.

-No esperaba verte aquí, ¿buscas a Nat?

Asentí con la cabeza.

-Sentado no vas a encontrarme -su aguda voz me sobresaltó.

De un brincó me levanté de la silla de madera y mis labios esbozaron una amplia sonrisa.

-¿Dónde has estado?

Nat me miró, me analizaba, cada detalle.

-Por ahí.

Fue su única respuesta.
El silencio invadió al pequeño restaurante que carecía de clientes.

-Dime Bastian, ¿a ocurrido algo? -me quedé callado. ¿Algo? Sí, había -conocido- al chico más guapo del mundo. Sin exagerar. -Pareces muy contento.

- No es nada -fue lo único que dije, pero mis ojos no podían mentir, no podía mentirle a Nat y tampoco a mi amigo, me conocían muy bien.

Mi amigo Armin y Nat compartieron miradas cómplices, probablemente tenían una sospecha de lo ocurrido, pero, ¿cómo podían saber la verdad? Sonreí a mis adentros, no la sabían.

Fría Perfección. (Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora