Esta historia.

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Esta historia es sólo para contar la manera en la que yo, Bastian, una persona que había sido normal durante toda su vida terminó roto debido a un amor imposible.
Esta historia es sólo para narrar la manera en la que Joseph, el chico encantador de ojos azules me llevó a mi muerte.

— ¿Cómo quieres terminar esta historia, Bastian?

Esta vez fui yo el que se rió. Mi risa sonó ronca y hueca.
Me levanté con cuidado. Mi cuerpo dolía mucho y mi cabeza estaba en blanco.
No tenía una respuesta para esa pregunta.

— Lo único que sé, Koenning, es que eres la persona más despreciable que he conocido en toda mi vida y que al final del día los chicos están igual de locos que tú por tu culpa.

Sonrió socarrón.

— ¡Maldita sea, deja de sonreír y de reírte! Estoy harto Koenning. No sé cómo quiero terminar esto, pero sí sé que quiero que todo termine, así que por favor ¡matáme ya!

— Eso no sería divertido, ni siquiera un poco.

Esta vez sacó un cigarro normal y lo encendió para llevárselo a la boca.

— Escucha, haré lo que quieras sólo si es un plan divertido.

¿Un plan divertido? Estaba completamente loco.
Koenning me estaba volviendo loco.
Me volví a tumbar en el suelo, completamente derrotado. Me daba cuenta de que nunca sería capaz de salir de este lugar.

— Esta bien, yo pensaré por ti —dijo divertido.

Estuvo un buen rato mirando al techo fingiendo pensar en algo, era evidente que desde el principio había planeado algo.
Finalmente sonrió actuando completamente inocente y tronó los dedos como si se le hubiese ocurrido el mejor plan del universo.

— Tú espera aquí un rato, ahora vuelvo con tu sorpresa.

Y se levantó apresurado.

Cerré los ojos deseando muy fuertemente que no fuera capaz de abrirlos nunca más, pero sorprendentemente los deseos nunca se vuelven realidad.
Y cuando volví a abrirlos Joseph estaba a un lado de mí junto con mi hermano.
Ambos estaban llenos de golpes y de sangre mientras que Koenning se reía a carcajadas.

— ¡Bastian, hasta que despiertas! —gritó bastante feliz— pero hombre, te perdiste toda la diversión, ¿acaso no querías ver cómo estos imbéciles sufrían por los golpes?

Me reincorpore de golpe abriendo los ojos de manera exagerada. Me quedé mudo.
Koenning no dejaba de reírse mientras que Nath y Joseph se quejaban en voz baja del dolor.

— Vamos, Bastian, ¿porqué no te desquitas de una vez por todas con ellos?

Lo miré atónito, ¿estaba alucinando o me estaba diciendo que los matara?

— Pero si te dije que me matarás a mí, ¡no a ellos! —grité desesperado. Esto era una pesadilla.

Verlos a ambos en el suelo con una buena cantidad de sangre chorreando de sus cuerpos me había devuelto a la realidad. No importaba que era lo que había pasado y todas las cosas horribles que ambos me habían hecho, yo... yo aún los apreciaba a ambos, eran personas muy importantes para mí. 

— Koenning, para. Estas loco.

El hombre me miró incrédulo por unos segundos y luego estalló en risas. De nuevo. De nuevo se estaba riendo, pero cada vez se reía de manera más desquiciada.
Algo se había roto en él.
Y yo estaba en verdad aterrado.

— ¡Bastian, no seas aguafiestas! ¡vengate de tu hermano! —se acercó a su cuerpo— hazle pagar por haberte hecho sentir solo —le dio una patada— ¡haz pagar a Joseph! Que se arrepienta por mentirte y romper tu corazón —lo pateó a él también.

A este pasó Koenning los iba a terminar matando.
Estaba en pánico y él estaba incontenible. Me sentía muy desesperado y muy nervioso. Tenía que hacer algo, pero no sabía qué. Estaba en shock, mi cuerpo no reaccionaba, lo único que podía hacer era observar atónito la escena mientras mi cuerpo temblaba y mis oídos chillaban por las desagradables carcajadas de Koenning.

Al escuchar otro quejido de mi hermano desperté y me abalance hacia Koenning.
Lo tumbe e intenté retenerlo con fuerza para que no se pudiera levantar y seguir haciéndole daño a los dos que estaban en el suelo.
El hombre me miró a los ojos directamente mientras dejaba de reírse. Sus ojos eran muy fríos, carecían de todo brillo y sentí un terror profundo. Todo mi cuerpo se puso alerta y mi pelo se erizo de pies a cabeza.

— Deberías estar agradecido conmigo, si no te hubiera traído aquí jamás hubieses llegado a comprender que tú no significas nada en la vida de esos idiotas. —su voz era muy dura— deberías danzar alrededor de mí mientras yo los torturó.

Cada palabra que salía de su boca me causaba más miedo y repulsión.
Koenning siempre me había causado mala espina, y desde que me había traído a este lugar me había dado miedo, pero nunca tanto como el de ahora. Koenning nunca se había comportado de una manera tan loca, tan terrorífica y horrible.

— Koenning para, por favor —comencé a llorar del miedo y de la impotencia.

De verdad quería morir. No quiera seguir viviendo este infierno. Ya no aguantaba más, cada día que pasaba era peor que el anterior, cada día a partir de que conocí a Joseph habían sido invivibles debido al dolor y la soledad que sentía, pero esto era otro nivel. Estaba aterrado de perder a aquel al que había amado de verdad y a la única familia que me quedaba. Estaba asustado de que mi dolor y mi soledad dejasen de ser subjetivos y se volvieran reales.
Comencé a golpear el pecho de Koenning lo más fuerte que pude mientras me convulsionava en mi propio llanto y en ratos intenba gritarle con todas mis fuerzas:

— Por favor, ¡tan sólo matame a mí!

El hombre me sujetó ambas manos con facilidad y me puso debajo de él. 

— Ya te dije que eso no sería divertido Bastian —volvía a su tono de voz de costumbre—, creí que me entendías y que también querías esto.

— Estas loco, yo no quiero ver a nadie morir —mis lágrimas no dejaban de salir— ¿por qué haces esto? ¿No querías simplemente drogas? ¿Eso incluye hacer sufrir a toda persona que se te pone en frente?

Koenning examinó mi rostro muy de cerca y luego me robó un beso.
Uno muy distinto a todos los demás, era desesperado, pero no era nada salvaje. Era... un beso extraño.

Fría Perfección. (Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora