24- Desayuno con el Ministro

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Marzo llegó después de una semana, un día sábado, en el que Nicholas, que se había quedado hasta muy tarde el día anterior haciendo los deberes que tenía atrasados desde la semana en la que lo único que había hecho había sido practicar para la competencia, realmente no quería levantarse. Miró a su alrededor y notó que Adrian ya estaba despierto, y que estaba haciendo los deberes de la semana que seguía. Cuanto le hubiera gustado ser tan aplicado como Adrian, pero la verdad era que simplemente no le salía. Los deberes no eran lo suyo.

Nicholas se sentó en su cama, restregándose los ojos, y dio un gran bostezo.

-¡Buenos días!-dijo Adrian, sin apartar la vista de sus libros.

Nicholas le sonrió, se levantó y comenzó a vestirse.

-¿Dónde vas?-preguntó su amigo, mirándolo.

-Voy a ver a Dumbledore, llevo unos días sin verlo ya...-respondió el chico, terminando de vestirse y ponerse su ropa muggle. Se miró en el espejo, había cambiado un poco desde principio de año. Se veía un poco más alto, pero su cabello seguía igual de desordenado.

-Si tiene ranas de chocolate, tráeme algunas-dijo Adrian, volviendo a sus libros.

Nicholas asintió, y salió de la habitación.

Al llegar frente al águila que custodiaba la entrada al despacho de Dumbledore, dijo la contraseña, y subió por las escaleras que se movían solas, que después de tanto tiempo ya no le llamaban la atención. Tocó la puerta y esperó el "pase" del director.

Pero cuando entró no se lo encontró solo, si no que estaba junto a un hombre que Nicholas solo había visto contadas veces, Cornelius Fudge, el ministro de magia. Ambos estaban sentados en una mesa en medio del despacho, una mesa que Nicholas nunca había visto antes, en la cual se podía ver una gran cantidad de platos de desayuno.

-Oh... lo siento-dijo Nicholas-solo quería verlo, señor.

Dumbledore asintió y sonrió, pero Fudge se levantó de su silla de un salto.

-¡Mi querido muchacho! ¡Es un gusto verte! ¿Por qué no te sientas y desayunas con nosotros?

-Yo... no quiero importunar...

-¡Claro que no, muchacho! ¡Eres bienvenido! ¿No es así Dumbledore?

El director asintió, indicándole una silla a su lado. Nicholas se encogió de hombros y se sentó junto a su director, sintiéndose un poco incómodo por la presencia de Fudge.

-Dumbledore me estaba contando tu impresionante desempeño en la prueba del lago-dijo Fudge, con voz paternal.

Nicholas se puso aún más rojo, y asintió, sin saber que decir.

-Ya te digo, Dumbledore, ya te digo, este chico tendrá un puesto asegurado en el ministerio cuando salga de aquí.

Nicholas pudo ver que Dumbledore sonreía, pero no con sus típicos ojos brillantes, sino unos fríos y apagados.

-¿En qué te gustaría trabajar, muchacho?-continuó Fudge, comiendo de sus panqueques-de seguro ya podría comenzar a darte buenos contactos, ¿no es así, Dumbledore?

-Siempre ayudan, pero Nicholas no tiene interés en una carrera dentro del Ministerio, Cornelius.

La sonrisa desapareció de la cara del primer ministro, y a Nicholas le dieron unas ganas locas de reír.

-¿Ah no?

El chico negó-quiero jugar Quidditch.

-Vamos Dumbledore, ¿y tú lo apoyas en esto? Podría ser un increíble Auror, ¡incluso yo podría guiarlo para que sea el ministro más joven de la historia del mundo mágico! ¿Qué dices de eso, muchacho?

Nicholas Riggs y el Cáliz de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora