30- Se separan los caminos

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Había gritos, unos gritos que no lo dejaban descansar. Le pesaba demasiado el cuerpo, y le dolían mucho las extremidades. No recordaba muy bien lo que había sucedido, pero con todos los gritos que poco a poco comenzaba a escuchar con más claridad, menos podía concentrarse en recordar lo que le había sucedido. ¿Dónde estaba?
Intentó abrir los ojos, en un principio sin mucho éxito, y soltó un suspiro, frustrado. Por unos segundos escuchó que los gritos cesaron, pero rápidamente se reanudaron. Aguzó el oído e intentó escuchar.

-¡Vamos Dumbledore! ¡Escúchate hombre por Merlín! Simplemente no puedo creer lo que me estás diciendo...

Conocía esa voz... la había escuchado antes...
Aunque le costó, después de unos segundos recordó que esa voz pertenecía a nadie más y nadie menos que el ministro de la magia, Cornelius Fudge.

-Cornelius-dijo la voz del profesor Dumbledore, la cual habría reconocido en cualquier parte. Parecía calmado, pero Nicholas pudo notar cierta exasperación en su voz-se que suena difícil de creer, ¡se que es algo que ninguno de nosotros quisiera creer! Sin embargo es la verdad, y hay que tomar acción inmediata para frenar lo que ambos sabemos que está por pasar.

-Vamos Albus... ¿el Innombrable? ¿De vuelta? Por lo que yo tenía entendido, el estaba muerto. ¿Qué pruebas tenemos de que lo que dices es verdad?-en la voz del ministro, el chico pudo notar un claro nerviosismo. Se lo pudo imaginar jugando con su bombín color verde lima.

Pero todavía no entendía bien que había pasado, no entendía bien porque estaba presenciando dicha discusión... ¿qué tenía que ver con él?

-Lo que Nicholas vivió es suficiente prueba.

Y entonces recordó todo. Como había llegado a ese cementerio solo con su varita en su mano, sin saber lo que le esperaba, como había visto morir a Cedric frente a sus ojos, como había soportado las humillaciones y las torturas del mismísimo Voldemort y sus mortífagos... como... como había peleado contra el y había logrado escapar (esa parte todavía le parecía irreal). Empezó a recordar lo qué pasó con el que él creyó durante todo el año que era el profesor Moody, que terminó siendo un impostor... pero no recordaba nada más, después de eso, todo se había vuelto negro.
El peso de todos los recuerdos hizo que le faltara el aire. ¿Cómo podía haber vivido todo eso en menos de un día? ¿Cómo podía seguir vivo para contarlo?
Abrió los ojos dando una bocanada de aire, y miró a su alrededor.
Se encontraba recostado en una de las camas blancas de la enfermería de Hogwarts, donde ya había estado muchas veces. Pero no estaba solo. A su lado, sentada en una silla, estaba su tía Ava, tomando su mano, y al otro lado de la cama se encontraban la señora García junto a su hijo y Emily. De pie frente a la cama, el profesor Dumbledore, Cornelius Fudge, la profesora McGonagall y Snape formaban un semi-círculo hacia el. A los pies de la cama, un gran perro negro, que Nicholas reconoció como su padrino, Sirius, movía la cola emocionado por verlo despierto. Mme. Pomfrey era la más lejana, estaba apoyada en una pared cercana, pero parecía no estar perdiéndose ningún detalle. Todos lo miraron en silencio por unos segundos, mientras Nicholas abría completamente los ojos, y la cara de Dumbledore, antes repleta de frustración, se llenó de alivio.

-¿Cómo te sientes, mi niño?-preguntó Ava, acariciando su cabello.

Nicholas asintió y preguntó:

-¿Qué sucede?

La cara de Fudge se iluminó con una sonrisa.

-¡¿Lo ves, Dumbledore?! ¡El chico solo estaba confundido! Y con esa cantidad de veneno de Doxy, ¿quién lo culpa?

-¿Confundido?-preguntó Nicholas, sin entender-¿por qué...

-Oh, muchacho-continuó Fudge, volviendo a su aire pomposo que Nicholas ya conocía-¡no debes preocuparte! ¡No habrá represalias! Después de todo, no estabas en tus cabales... ¡lo que dijiste fueron solo cosas de tu imaginación! ¿no es así?

Nicholas Riggs y el Cáliz de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora