14- Completa soledad

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Al día siguiente, Nicholas, que no había dormido nada, se levantó de su cama en el minuto en que vio el sol aparecer por el horizonte. Se vistió lo más silencioso que pudo, ya que no quería tener que soportar otro ataque de rabia de Adrian, y salió de la habitación con su mochila al hombro. Caminó por el colegio desierto, preocupado de no toparse con Peeves, y después de un rato llegó a la lechucería, donde pudo ver la lechuza de Adrian, Erin, en uno de las perchas de más arriba. De solo pensar en Adrian, y en como lo había dejado como un total mentiroso frente a los profesores, le dolía el estómago. Nunca había tenido tanto miedo de toparse con alguien antes, ni siquiera con los novios borrachos de su madre. Sabía que si se encontraba con Adrian, sin importar donde estuvieran, él le mostraría toda su furia y lo dejaría en vergüenza.

Se sentó en el borde de la ventana sin vidrio de la lechucería, observando como el sol salía de detrás de las montañas, inundando Hogwarts con su luz, y pensó en lo lindo que sería ese día. Tal vez sería uno de los últimos días soleados del año, pero Nicholas simplemente no podría disfrutarlo. Necesitaba hablar con alguien, alguien que lo entendiera, que supiera como se sentía que el mundo no te creyera. Sacó un pedazo de pergamino, una pluma y un tintero de su mochila y comenzó a escribir:

"Querido Canuto,

En el colegio se va a llevar a cabo el Torneo de los Tres Magos. Durmstrang y Beauxbaton ya llegaron, y sus campeones, con el de Hogwarts ya fueron elegidos. Solo se podía participar si eras mayor de 17 años. Pero salí elegido como cuarto campeón. No sé como. Sirius de verdad no puse mi nombre en el cáliz de fuego, y no sé quién lo hizo. Moody dijo que el que puso mi nombre en el cáliz de fuego quiere matarme, que soy demasiado pequeño para esta competencia.

No sé que hacer, de verdad no lo sé. No estoy preparado para esto, ¡tengo 13 años! ¡¿Qué voy a hacer yo contra chicos de 17?!

Además no nos dijeron que va a ser la primera prueba, y tengo mucho miedo.

Sirius, mis amigos me odian, Adrian dijo frente a todos los profesores que yo era un mentiroso y que había puesto mi nombre en el Cáliz de Fuego. ¿Qué pasa si Dumbledore le creyó? ¿Qué hago, Sirius? ¿Cómo me salgo de esto?

Ayúdame,

Nicholas"

Se limpió las lágrimas que habían caído por sus mejillas en medio de la desesperación, tomó otro pedazo de pergamino y comenzó a escribir.

"Querida Ava,

Quería decirte que salí elegido cuarto campeón en el torneo de los tres magos. No sé como, no sé por qué, pero te prometo que voy a hacer todo para salirme. De verdad no quiero competir.

Te juro que no puse mi nombre en el cáliz de fuego, no creas una palabra de lo que dice Adrian, por favor.

Con cariño,

Nicholas"

Enrolló ambos pedazos de pergamino y los puso en dos distintas lechuzas, que se alejaron por el cielo, ya casi completamente iluminado, hasta perderse.

Tenía demasiada hambre, pero la verdad es que no se atrevía a entrar al Gran Comedor, donde sabía que todos estaban almorzando. Se había pasado toda la mañana escondido en los terrenos del colegio, sintiendo cómo la desesperación de repente lo sobrevenía y las lágrimas caían por sus mejillas. Los gritos silenciosos en su garganta le daban ganas de vomitar, pero sabía que tenía que contenerse. Tenía que aguantar. Cuando todos terminaran de comer, podría ir a hablar con Dumbledore.

Se sentía a gusto bajo los abetos, en su capa de invisibilidad, la única cosa que le había dejado su padrino, James Potter. Podía llorar sin que nadie lo criticara, y no recibía miradas ni cuchicheos de los alumnos y alumnas que salían del Gran Comedor a disfrutar de uno de los últimos días soleados del año.

Nicholas Riggs y el Cáliz de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora