Al llegar al puerto, observé varios barcos donde hombres descargaban cargamentos con un extraño logo. No tenía tiempo para preocuparme por eso.
Encontré una entrada con poca vigilancia y me deslicé hasta adentrarme en el lugar. El pasillo estaba lleno de jaulas con animales, todos dormidos o sedados, probablemente para evitar ruido. Caminé con cautela hasta que pisé un charco de sangre oscura y pegajosa. Cubrí mi boca para no gritar. Frente a mí, un animal colgaba como si estuviera listo para ser desollado. Pero lo más inquietante estaba al final del pasillo: una tenue luz guiaba hasta una pequeña habitación.
Un sonido familiar me estremeció. La voz de Cheiko. Eran llantos de dolor. Sin pensarlo, corrí hacia la habitación y vi dos siluetas junto a mi amiga. La adrenalina me consumió, levanté el arma y disparé sin dudar. Uno cayó con un tiro en la cabeza y el otro recibió un impacto en la pierna. Me acerqué rápidamente y lo até con el látigo de puntas.
—¡¿Dónde está tu jefe?! ¡¿Qué le hicieron a mi amiga?! —grité con ira al ver el estado de Cheiko. Estaba amarrada a una camilla, con el rostro cubierto de sangre, pero no respondía. Supuse que solo estaba sedada.
El hombre herido soltó una risa burlona.
—Nos está viendo en este instante, pequeña. Espero que tengas una máscara…
Se la colocó de inmediato y el cuarto se llenó de un humo verdoso. Intenté cubrirme, pero fue inútil. Con un solo respiro, mi cuerpo se desplomó al suelo.
Desde el suelo, vi cómo el hombre herido cargaba a Cheiko y la llevaba a otra habitación. Intenté moverme, pero mi cuerpo no respondía. Otros sujetos con batas blancas y máscaras entraron. Pero lo más perturbador no fue eso… Sino lo que traían con ellos: un enorme lobo negro.
Había leído sobre ellos. Criaturas de las montañas, envueltas en mitos. Se decía que una sola gota de su sangre podía otorgar habilidades sobrenaturales. Un susurro lejano interrumpió mis pensamientos.
—Buen intento, pero gracias por convertirte en mi último experimento. Tu amiga estará bien… pero jamás podrá saber que existes.
Un golpe seco me dejó inconsciente.
Cuando desperté, un dolor punzante recorrió mi cuerpo. Logré moverme, pero al mirar alrededor, me di cuenta de que estaba encerrada en una celda. Mis manos estaban cubiertas de sangre seca y mis uñas eran negras… demasiado largas.
—Mierda… ¿qué me hizo ese maldito loco? —susurré, aterrada.
Busqué un espejo, pero solo encontré un fragmento de vidrio roto. Lo que vi me dejó helada: mis ojos habían cambiado de color. Mi piel tenía marcas extrañas. Y lo peor… había algo en mi espalda.
Antes de que pudiera reaccionar, la puerta se abrió. Tomé un objeto para defenderme, pero un dardo impactó en mi pierna y mi cuerpo se paralizó de inmediato.
—¡Mierda! ¡¿Qué me hicieron?! ¡¿Dónde está Cheiko?! ¡Juro que los mataré!
—Shhh… haces demasiado ruido. Despertarás hasta a los muertos —respondió una voz burlona y arrogante.
Mi captor dio un par de pasos hasta quedar frente a mí.
—Te diré dos cosas para que te tranquilices —continuó—. Primero, tu amiga está viva… aunque su padre aún está con ella. Probablemente la mate o la venda. Segundo, no saldrás de aquí pronto. Aún queda mucho trabajo por hacer. Eres el primer espécimen exitoso, así que me aseguré de que te quedaras…
—¡Jódete, maldito lunático! No seré tu maldito conejo de indias —le escupí con rabia.
Él sonrió.
—Sabía que dirías eso. Pero no te preocupes… tus antecedentes académicos son perfectos para esto. Por eso te busqué por tanto tiempo. Aunque, claro, tus padres jamás me dejaron acercarme a ti. Sabían lo que te esperaba… pero tu pequeña necesidad de jugar a la heroína me lo puso fácil.
Sus palabras me helaron la sangre.
—Así que, ahora que tengo que reconstruir tu ADN para convertirte en un híbrido, espero que te acostumbres. Estarás aquí bastante tiempo.
Me colocó un collar frío alrededor del cuello. Cuando bajé la mirada, vi algo grabado en él: "Puppy".
—Eres un maldito enfermo —escupí con asco.
—Oh, eso no es todo —susurró con una sonrisa perversa mientras deslizaba una mano sobre mi muslo.
Su otra mano sostenía un cuchillo que rozó mi piel. No tuve tiempo de reaccionar. Un corte profundo abrió mi abdomen. El dolor fue insoportable.
—¡B-BASTA, MALDITO! —grité, sintiendo la sangre empapar mi ropa.
Pero él no se detuvo. Hizo otro corte en mi pierna. Mi cuerpo temblaba, las lágrimas resbalaban por mi rostro, pero me negaba a rogar.
—POR FAVOR… DETENTE… —fue lo único que logré decir antes de que la voz se me quebrara.
—Bien hecho —susurró—. Ahora sí podemos empezar. Esto dolerá más que esos cortes… porque va a romper tus huesos y reconstruirlos.
Se alejó un poco y tomó una jeringa con un líquido negro y espeso con tonos rojizos. Sin titubear, la clavó en mi cuello.
El líquido estaba helado. Luego, un dolor indescriptible me consumió. Sentí cómo mis huesos crujían desde adentro. Mi columna parecía romperse.
Intenté levantarme, pero al dar un paso escupí sangre. Mi vista comenzó a fallar.
—Interesante… tu cuerpo está respondiendo más rápido de lo esperado —dijo él, emocionado como un niño con su juguete nuevo.
—CÁLLATE… —gruñí, intentando soportar el dolor.
Mi piel ardía. Mi rostro comenzó a sangrar. Mis ojos perdieron visión. Toqué mi cabeza… también estaba sangrando.
Intenté avanzar hacia él, pero cada paso era un tormento. Finalmente, todo se apagó.
Mi cuerpo colapsó.
Y la oscuridad me envolvió.

ESTÁS LEYENDO
experimento 0
Science-FictionKira solía ser una chica normal... hasta que la convirtieron en un experimento. En las sombras de un laboratorio, su humanidad fue arrancada y reemplazada por algo más feroz, más salvaje. Ahora, con los instintos de un lobo y un pasado que la persig...