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Instituto.

Una palabra.

Tantos significados.

Tantas etiquetas.

Lo sé mi loco, un inicio demasiado cliché, pero es importante mencionarlo para que me entiendas mejor.

Es horrible entrar a un lugar nuevo donde no conoces a nadie. Y no lo digo porque estuviera sola las primeras horas, claro que no, digo horrible porque me perdí al inicio y pues casi termino faltando el primer día estando ahí (sé que te estarás riendo en este momento, cállate y presta atención, ya sabemos que soy toda una idiota asocial pura sangre).

Saludos, presentaciones, sacar platica de lo primero que se te ocurra... en fin, pendejada y media. Odio conocer personas nuevas, tiendo a ser muy perezosa hasta para eso y tengo pésima memoria como para acordarme de ellos a los dos días después. Ya te habrá pasado en algún momento y sabes a lo que me refiero (Aunque bueno, quizá no lo sepas porque eres un popular de mierda y todo mundo te conoce) Pero ok, sigamos.

Cuando ingresé al nuevo instituto creí que sería un irrelevante desastre marginado, de esos fantasmas que pasan desapercibidos.

Jamás fui indispensable en nada, ni especial, ni alguien que resalte entre la multitud. Así que ya tenía claro que sería igual a como he sido siempre. No soy de muchos amigos y tampoco acostumbro a mantener extensas conversaciones con muchas personas porque iugh, que hueva.

Ese día me senté al fondo del salón y me concentré en la música de mis audífonos. Todo se volvió más llevadero y un poco menos abrumador sumergida en mi mundo.

Nadie pareció notarme.

Y tampoco esperaba menos.

Pero en lo que pensé sería un día aburrido y solitario, para mi entera sorpresa, la chica a mi lado me sonrió. Sí, muy amable y linda ella. Casi como si supiera en lo que estaba pensando y creyera que tenía toda la razón en querer irme ya a casa y seguir durmiendo.

Era muy bonita: de baja estatura, nariz respingada, morena, de ojos castaños y con el cabello oscuro en ondas que le llegaban por los hombros.

Le sonreí de vuelta. A su lado estaba otra chica que se nos unió a la silenciosa conversación. Ella a diferencia de su amiga era muy blanca y de ojos oscuros. Llevaba el cabello castaño trenzado por encima del hombro y parecía muy risueña. Ella al mirarme hizo los labios de pato y me mostró una seña de amor y paz.

"Me llamo Maggie y ella es Alicia". Fue lo que me dijo la chica a mi lado.

Y sin darle más vueltas, como si lleváramos una vida de conocernos, ambas me incluyeron en sus conversaciones repentinas entre clases. Me preguntaron cosas para conocerme y congeniamos demasiado bien. Almorzamos juntas y en todo momento me sentí bien junto a ellas.

Pero eso no fue lo mejor de mi día.

Salimos juntas y tú estabas esperándonos junto con alguien más.

"Él es Roman". Fue lo que me dijeron ambas.

Y como si te conociera de toda la vida, hoy estoy aquí, escribiéndote esto sin un objetivo en concreto.

O tal vez sí lo tengo, pero prefiero no definir qué es.

Un gusto conocerte, Roman.

-Quiere conocerte, Cosette.

Cartas al viento © [COMPLETA✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora