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En la salida, pasando por el parque miré a Alicia recostada en una banca. Estaba sola, leyendo un libro en la tranquilidad de un día nublado. Se veía tan cómoda que en un principio no quise alterar ese ambiente tan armónico, pero a los pocos segundos sintió el peso de mi mirada y levantó la suya de las páginas frente a ella.

Su calma se desmorono en un segundo. Primero fue asombro y después sólo tristeza. Nunca había sentido ese tipo de culpa. Ser eso de lo que depende el corazón de alguien más era una amarga experiencia única y destructiva.

Alicia bajo las piernas de la banca sin levantarse, su mirada acongojada me invitó a sentarme. Cuando lo hice, la atraje a mí en un silencioso abrazo. No necesite palabras, ni una explicación, ella me dejó demostrarle mi apoyo y permanecimos así un largo rato. El corazón me pesó. Sentí una horrible presión en el pecho y empecé a llorar por ella, por mí, por los recuerdos que aún no sanaban. Temblé entre sus brazos, me desmoroné a pedazos y Alicia estuvo ahí en todo momento para unir cada una de mis partes.

Por un momento quise corresponderle, quise amarla y desearla tanto como ella decía hacerlo conmigo. Pero nadie decide a quien amar, si a un hombre o a una mujer, si a un amigo o a alguien prohibido.

Sabía que no podía estar con ella de esa forma, pero sí como una amiga.

Y eso era lo que le iba a dar.

-Cosette. 

Cartas al viento © [COMPLETA✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora