Cartas al viento © [COMPLETA✔]

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Últimamente había meditado tanto mi entorno, mis aspiraciones del futuro, mi realidad, mi presente... y no me gustó nada. Comprendí que mi cabeza ya no era más que una bodega repleta de malestares, remordimientos y agobios.

Le llamé "vacío emocional", y dolía tanto que no me dejaba vivir.

—Quiero ir con un psicólogo —mencioné de la nada, a mitad de la cena.

Stella me había convencido de atenderme. Ella era la única que mas o menos me entendía y no me juzgaba, lo cual me ayudaba mucho. Pero tenía su punto: esto es demasiado.

En ese momento estaba con mi madre en el comedor. Ya era tarde y acababa de llegar del trabajo, donde se la pasaba todos los días enteros.

—¿Por qué? ¿estás loca? —bufó con odiosidad.

Su malhumor sólo aumentaba mi tempestad.

—No es eso, es que... —dudé, bajando la mirada a mi regazo. Me removí en mi lugar y me sentí expuesta y muy nerviosa—, me he sentido muy mal.

La voz me tembló de mi misma inquietud. Era tan difícil hablar con ella.

—Tómate una pastilla —me resolvió al instante, sin siquiera mirarme.

La situación empezaba a pesarme sobre los hombros.

—No, mamá, no es eso —negué en suaves movimientos, haciéndola mirarme—. Me siento triste.

Me costó tanto admitirlo delante de ella, que antes de su respuesta yo ya estaba al borde de las lágrimas.

—No seas ridícula Cosette, es normal —chistó con muchísimo hastío, frunciendo el ceño—. Habla con tus amigos y no estés jodiendo, ¿crees que tengo dinero para complacerte tus berrinches?

—No son berrinches —le corregí, apenas en un hilo de voz.

Empujó su silla hacia atrás, levantándose, y se llevó su plato a nuestro pequeño fregadero, manteniendo su estado de frustración y molestia.

—Ay ya, no me estreses más, suficiente tengo con trabajar todo el maldito día para pagarte la escuela.

Mi madre jamás había sido de lo más linda ni complaciente, pero siempre lo entendí y lo dejé pasar por alto.

Hoy me di cuenta que nunca había contado con ella realmente.