No te olvides de mí (Bakugou Katsuki y tú)

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Narra T/N

Todo es confuso.
Intento ser optimista, pero la verdad es que me siento muy agobiada.

Por lo que me han contado, tuve una operación y perdí la memoria. Eso explica porque no recuerdo a nadie.

Unos señores entraron y me dijeron que eran mis padres. Parecen agradables, así que en aquel momento traté de sonreír.

Por lo visto, estuve enferma, pero ya no corro peligro.

Después entró un chico rubio.

Por algún motivo, en cuanto lo vi se me aceleró el corazón.

Él me habló con calma, pero cuando le dije que no le recordaba pareció entristecerse. Sin embargo, no dejo de sonreirme.

Creo que éramos buenos amigos.

Llevo varias semanas en el hospital.
Tengo una libreta que cuenta mi vida, pero en la primera página mi antiguo yo me pide que no la lea, que aprenda a ser yo misma. He conseguido resistir a la tentación.

El tiempo va pasando lento, pero no puedo quitarme la sensación de vulnerabilidad de encima.

Todos podrían estar mintiendome.
Jugando con mis sentimientos.

Es horrible no recordar a nadie.

Mis pensamientos se ven interrumpidos cuando mi médico entra en la habitación seguido de mis padres.

Ellos me miran con emoción.
Yo trato de parecer feliz.

Empiezan a hablarme, pero desconecto rápidamente y empiezo a pensar en mis cosas.
Les oigo hablar, pero en cuanto terminan una palabra se me olvida lo que estaban diciendo.

Últimamente, la mayoría de mis conversaciones son así.

Finalmente, mis padres me anuncian con entusiasmo que mañana podré volver a ir a la escuela.

Yo sonrió, y espero pacientemente a que salgan de la habitación.

Cuando cierran la puerta tras de sí, hago una mueca de disgusto y me levanto.
Ya tengo más fuerzas, por lo que esta tarde me darán el alta.

Me acerco al baño que hay en la habitación y me veo en el espejo.

Un pañuelo me cubre la cabeza, y yo me lo quito con cuidado.

Sujeto el pañuelo entre mis manos, con la mirada fija en él.

No quiero mirarme y ver cómo soy sin el pañuelo, que es lo que éste esconde.

Aún así, tomo aire, dejo que el pañuelo se resbale de mis manos y doy un gran suspiro.
Levanto poco a poco la mirada, y me veo.

No tengo pelo.

Ese es uno de los resultados de la operación.

Bueno, ese y el de mi memoria.

Lentamente, voy levantando la mano hasta posarla sobre mi cabeza, y la acaricio suavemente.

Está lisa, y por un momento me viene la duda de si algún día me volverá a crecer o no.

Vuelvo a suspirar y me agachó para recoger el pañuelo.

Pero no me lo pongo, salgo del baño con la tela bien sujeta, y la dejo encima de una silla.

Decido que hoy me pondré un gorrito, uno muy calentito que me gusta bastante.

Voy recogiendo mis cosas, y mis padres entran repentinamente en la habitación.

Por lo visto, nos vamos ya.

Echó un último vistazo a la habitación, solo para asegurarme de que todo está en orden.

Entonces, respiro profundamente, me recolocó el gorro y me meto en el coche con mis padres.

Mañana va a ser un día muy largo.

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Al llegar a casa, mis padres esperan con paciencia mientras yo lo observo todo.
Para mí, cualquier cosa que pueda ver es nueva, así que me da más curiosidad.

Ellos me guían a mi habitación.

Les digo que me apetece estar un rato sola y cierro la puerta cuando ellos se van.

Corro la persiana y abro la ventana, de manera que el viento me solpa en la cara.

Es relajante.

Me tumbo en la cama, tratando de dejar la mente en blanco.
Y a la vez, tratando de recordar aunque sea un mísero momento de mi vida.

Entonces, veo una caja en el suelo medioabierta.

Hay varias cosas, pero la que más me gusta es la pequeña tiara del fondo.

Ojalá pudiese recordar.

Dejo todo en su sitio, y siento la ira fluir en mí.

Por más que quiera, ya no soy quien fui.

No recuerdo nada.

Debo seguir adelante.

Agarró una bolsa y empiezo a meter dentro el contenido de la caja.

Me quedo mirando la tiara un segundo, antes de meterla también en la bolsa.

Salgo a la calle, en busca de los contenedores de la basura.

Y, allí está él.

Katsuki.

Me mira, y se me corta un poco la respiración.
¿Pero qué me pasa?

Se me cae la bolsa de las manos de la sorpresa.

Y él ve la tiara.

Su cara cambia por completo, como si le acabase de clavar un puñal.

Se lanza a por la tiara y me mira una última vez, antes de salir corriendo hacia su casa.