Abby Greyman perdió a su madre en un horrible accidente cuando ella apenas era una bebé. A pesar de que jamás la ha visto, sueña con ella constantemente. La llama, le muestra el camino. Un camino que conduce a...¿a dónde?
Abby debe enfrentar a la o...
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VIII
"Cuando mi devoción no pudo perforar tus oídos silenciosos; entonces mi corazón se rompió, como mis versos: mi pecho estaba lleno de desorden y miedo".
-George Gerbert
Sigo a Sombra por el pasillo oscuro. A diferencia del resto de la fábrica, hay puertas por todas partes, como si fuera una cárcel. Observo su espalda, gruesa, robusta y a la vez perfecta. Los tatuajes en su piel aún siguen bailando.
-¿A dónde me llevas?-logro articular.
Pero no responde. Cuando se trata de Sombra, solo hay dos opciones: su silencio o bien sus palabras camufladas. Decido guardarme las preguntas para cuando estemos solos. De hecho, ahora lo estamos. Él se detiene en frente de un cuarto. La puerta abierta, negra, y me indica con un movimiento de cabeza que entre. Nerviosa, lo hago. Esta es mi oportunidad de preguntar sobre mi madre, de saber si en verdad ella conocía a Sombra.
El cuarto es espacioso. Un escritorio casi vacío, solo los libros amontonados uno encima del otro es lo que me indica que aquí hay alguien. Hay más libros repartidos por la habitación, tantos que pierdo la cuenta de cuántos son. De unas sogas cuelgan fotos de personas, rostros que no conozco, lugares que parecen sacados de una película de terror. Y hay flechas rojas y verdes por todos lados, rostros tachados de rojo y signos de preguntas por otras fotografías. Me acerco a ellas para verlas mejor. En blanco y negro algunas, mujeres y hombres. Una de ellas la conozco. Es la chica de esta mañana, la que me atacó en pleno pueblo.
Sombra pasa a mi lado con algo en manos. Su hombro roza el mío y las llamas se prenden en mi interior. Destapa el fibrón rojo y tacha el rostro de Sasha hasta que ya no se puede ver. Entonces se voltea a mí.
-Uno menos.
-¿Quién era?
Se aleja de mí para rodear el escritorio y sentarse en la silla giratoria. Me señala con una mano el asiento frente a él. Observo la puerta, que se cierra sola con un golpe. Pego un saltito en el lugar, hasta que decido sentarme. Sombra se pone cómodo: levanta los pies por encima del escritorio, y al hacerlo, varios libros caen al suelo. Pasa las manos por su nuca y mueve la cabeza para apartarse el cabello del rostro. Entonces me mira achinando los ojos, de una manera que hace que mis pelitos del cuerpo se levanten.
-La Fraternidad de mi hermano te encontró. Sasha fue la primera, pero estoy seguro de que vendrán mucho más. Ya no puedes escaparte de esto, humana.
-Deja de llamarme así.
-¿Y cómo quieres que te llame? ¿Abigail, Abby, Ab...?
-Abby.
-Bien-y continúa:-Ya lo decidí. A partir de hoy, te quedarás aquí. En el cuartel con nosotros. No podrás salir sin un permiso, mucho menos sin compañía. Sin mi compañía, de hecho.