Capítulo 2

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Era de tarde y los invitados se encontraban en el jardín trasero que estaba espléndidamente decorado con grandes adornos florales de todos colores. La fiesta se llevaba a cabo desde hacía horas, comenzando con un gran banquete donde estaban invitados todos los familiares y amigos cercanos de los reyes. Los adultos se deleitaban con el ligero té de las 5, acompañado de pequeños pastelillos de cremas con fresa.

La princesa quería jugar con los niños pero sus padres no deseaban que ensuciara su elegante vestido de verano. La pequeña no debía correr para evitar tropezarse, así que simplemente caminó por el jardín y observaba como los demás chiquillos se divertían jugando a las escondidas.

Deseaba acompañarles pero recordaba las palabras de su madre como si se las estuviese diciendo: "Debes dar una buena impresión, así que muestra buenos modales".

Un niño que vestía un oscuro traje de pantalón y chaqueta adornada por un blanco y reluciente pañuelo en su cuello, quiso ocultarse en un lugar donde no lo encontrarían y se adentró en el bosque. Una pequeña niña contaba y esperaba con ansiedad para el momento de buscar a los que se escondían.

- 48, 49 y ¡50! ¡Allí voy! –Gritó al tiempo que miraba a su alrededor.

 Emilie pasó corto rato buscando al niño en el bosque, hasta que se encontró con la mariposa negra que volaba alrededor del árbol.

- Ha vuelto –Se dijo a sí misma en voz baja.

 La princesa se asustó al ver algo extraño moviéndose por el árbol negro y pensó que podía ser uno de los duendes de los cuentos de magia que tanto le gustaba leer.

- ¿Podrá ser? –Se preguntó.

 Pero estaba equivocada: era el niño que buscaba. Ésta sonrió y se acercó a él sin que le viera, pero la mariposa negra la detuvo volando a su alrededor envolviéndola con la estela púrpura brillante. Luego de observarla, la pequeña sintió que no podía moverse y permaneció así por unos segundos mientras veía que la mariposa se convertía en una bella pero tenebrosa hechicera.

La extraña mujer blandió su báculo y creó una burbuja que atrapó al niño que estaba oculto tras el árbol negro y miró a la niña inmóvil.

- Pasará el tiempo... –Dijo la mujer- y no se reconocerán. Serán tan distintos que se negarán y daré rienda suelta a mi magia.

 La burbuja desapareció con el niño adentro junto con la bruja que miró con odio a la princesa. Ésta recuperó su movilidad pero se sentía terriblemente cansada y cayó desmayada.

Al despertar se vio acostada en su lujosa y gran cama acompañada de su madre, la reina, que estaba muy angustiada.

- ¡Me alegro mucho que hayas despertado! –Dijo abrazándola.

- ¿Qué sucedió? –Preguntó la niña muy confundida.

- Te encontramos inconsciente en el bosque. Pensábamos que estabas pérdida, pero quien no fue encontrado es al hijo del Conde Montereal.

- ¿Era un niño que vestía con un traje marrón? –Preguntó la pequeña muy asustada.

- Exactamente... ¿lo has visto?

 El cielo se iluminó relampagueante. Una sonrisa maquiavélica resonó en todo el castillo y los invitados de la fiesta se agruparon y gritaron de horror.

- ¡El pequeño Terrence nunca volverá! –Dijo la malvada voz.

 Las nubes en el cielo se batieron hasta formar el rostro de la mujer que Emilie vio en el bosque.

- ¡Cuiden a sus hijas todos ustedes, reyes y mandatarios de la burocracia! Todas las jóvenes hijas de los presentes que sean menores de 22 años y no estén casadas, deberán correr inmediatamente a sus hogares y no salir de éstos hasta que cumplan dicha edad –Amenazó- Si por alguna razón salen de sus casas las convertiré en horribles monstruos por el resto de sus vidas y no habrá hechizo alguno que pueda regresarlas a la normalidad.

- ¡¿Quién eres?! –Preguntó el rey en su nerviosismo- ¿Por qué nos haces esto?

- Soy la bruja Amatista y dentro de unos años serán testigos de mi poder maligno.

- ¡¿Qué tenemos nosotros que ver con ello?! –Preguntó uno de los invitados.

- ¡Todos los reyes, reinas y sus compañeros son culpables de mi debilidad! ¡Todos sufrirán por sus hijas y ellas por su soledad!

 El viento se hizo muy fuerte y comenzaron a moverse violentamente las copas de los árboles.

- El bosque exterior que enlaza este castillo con la comarca estará embrujado con un hombre lobo que acabará con quienes lo atraviesen –Dijo la potente voz- Mas les vale nunca entrar en éste durante la noche porque serán devorados por el monstruo. Y a aquel ser que fue testigo de mi poder nunca podrá decir lo que ha visto porque lo he embrujado también.

 La malvada risa resonó nuevamente y el cielo se oscureció. Las nubes volvieron a la normalidad, como si nada hubiese sucedido. La luna estaba en su fase gibosa menguante.

Los invitados rápidamente se retiraron. El Conde Montereal pidió que buscaran incesantemente en el bosque que encerraban las murallas del castillo, pero jamás consiguieron al pobre. Emilie intentó decir a sus padres lo que sucedió pero las palabras nunca salieron de sus labios. Intentó escribirlo pero tampoco pudo. Había sido hechizada por la bruja. A la mañana siguiente los soldados continuaron buscando pero nunca encontraron al pequeño Terrence. Pasaron los años y la búsqueda siguió, pero el pequeño jamás apareció.

Debido a la advertencia de la bruja, muchos arreglaron los matrimonios de sus hijas cuando éstas eran aún muy jóvenes.

Al principio las personas pensaron que el hombre lobo del que habló la bruja no existía, pero varios fueron los casos de personas atacadas por un monstruo.

Transcurrían los años y Emilie seguía dentro del castillo sin poder salir. Extrañaba recostarse en el pasto y pasar horas leyendo bajo los árboles hasta quedarse dormida. Deseaba conocer nuevas personas, ser independiente y conocer al amor de su vida. Sabía que los cuentos que siempre leía no tenían toda la verdad y que sería imposible conseguir el príncipe azul con el que se casaría.

Emilie y el Hombre LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora