Durante una noche de tormenta, Emilie tuvo un sueño en el que se veía a sí misma en un oscuro bosque lleno de árboles con hojas plateadas.
La princesa, quien se había convertido en una bella joven, caminó hasta encontrarse un pequeño estanque que parecía ser un espejo del estrellado cielo. Se acercó al agua para ver su imagen y vio a otra persona.
- ¿Quién es esa mujer? –Preguntó muy asustada.
- Tranquila, todo está bien –Dijo una voz que se escuchaba de todas partes.
- ¿Quién eres? –Preguntó Emilie.
Una estela blanca surgió de la profundidad de los árboles y adoptó la forma de una bella dama que vestía un largo vestido blanco.
- Soy un hada –Respondió la dama.
- ¡Es usted muy hermosa! –Halagó la doncella.
- Y tú también princesa, pero es momento de que vivas.
- ¿A qué se refiere?
- La vida es más que sobrevivir entre cuatro paredes.
- Lo sé. Pero debo tener cuidado con la bruja Amatista.
La bella mujer levantó uno de sus brazos que se ocultaba tras su dorada y larga cabellera, mostrando una varita que sostenía una bella piedra dorada.
- Yo, el hada Ámbar, te concedo el don de cambiar cuando salgas del palacio. Tus cabellos dejarán de ser dorados, tu piel de ser blanca y tus ojos de ser verdes como las esmeraldas. Te convertirás en la joven que has visto reflejada en el agua.
- ¿Cómo ha de ser posible esto? –Preguntó muy sorprendida- Si cambio mi cuerpo, nadie sabrá quién soy.
- De esa manera la bruja Amatista no te reconocerá y encontrarás a tu amor destinado.
- Mi amor... -Dijo algo ruborizada- ¿Está fuera de estas murallas?
- Al igual que el resto del mundo. Las personas te verán y no sabrán quien eres, ni siquiera tus padres.
El hada agitó su vara de nuevo y comenzó a desvanecerse.
- Jamás olvides que nadie es lo que aparenta. La verdadera esencia de una persona está en su corazón.
- ¡Espere por favor! –Rogó.
- Dentro del castillo serás la Princesa Emilie pero cuando traspases sus barreras y salgas, serás otra persona. La luz de la luna mostrará tu rostro en el castillo, por ello podrás salir cuando no hay luna llena.
El hada desapareció, pero seguía escuchándose su voz.
- La imagen a tu espejo será la sombra que te reemplazará cuando el sol brille. Ten mucho cuidado.
Emilie despertó de golpe.
- Fue solo un sueño –Se dijo a sí misma.
Caminó hasta el balcón y se preguntó si podría ser verdad lo que había soñado. De algo estaba segura: lo comprobaría apenas tuviese la oportunidad.
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Emilie y el Hombre Lobo
Hombres LoboCansada de las restricciones, Emilie logra cumplir su más grande anhelo: salir del castillo. Si tan solo hubiese sabido por qué le era prohido hacerlo, probablemente no se hubiese atrevido...