Existió una vez en un lejano reino, un gran castillo donde vivía un rey con su reina. Ellos eran muy felices y tenían una hija llamada Emilie, una pequeña muy curiosa y soñadora que disfrutaba mucho leer cuentos de caballeros y criaturas mágicas.
En una noche de luna llena, Emilie decidió ver el cielo desde su balcón pero algo llamó mucho más su atención. Había un árbol que brillaba dentro del pequeño bosque que envolvían las enormes murallas que protegían el castillo. Salió por la puerta principal y observó como muchas personas iban y venían cargando muebles y flores para preparar la fiesta que se daría al día siguiente en conmemoración de los 10 años de casados de los reyes.
Emilie se adentró en la espesura de los árboles y fue envuelta por la oscuridad del bosque. Las frondosas copas repletas de hojas tamizaban la luz de la luna y permitían que la pequeña pudiese ver el camino hasta el extraño árbol que emanaba un brillo purpúreo. Al principio sintió miedo de acercarse pero no pudo evitarlo, le daba mucha curiosidad. Miró el grueso tronco cubierto de grandes trozos de madera quebrada y los removió con sus manos hasta que descubrió una marca en forma de mariposa.
- Qué forma tan extraña –Se dijo a sí misma- Nunca había visto una así.
La pequeña tocó la mancha y en un abrir y cerrar de ojos ésta se convirtió en el insecto al que se parecía y voló por los cielos hasta que la perdió de vista.
- ¿Habrá sido magia? –Pensó la niña.
La mariposa estaba escondida bajo la corteza del árbol para protegerse y al mismo tiempo confundirse con su negro color. Al huir, ésta dejó una estela brillante purpúrea que duró unos segundos en el aire y desapareció.
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Emilie y el Hombre Lobo
Loup-garouCansada de las restricciones, Emilie logra cumplir su más grande anhelo: salir del castillo. Si tan solo hubiese sabido por qué le era prohido hacerlo, probablemente no se hubiese atrevido...