En la pequeña comarca que gobernaban los padres de Emilie, se encontraban varios pequeños jugando.
- Apuesto que ninguno de ustedes es suficientemente valiente como para adentrarse en el bosque –Retó el más alto y grande de todos.
- No debemos, recuerda la historia del hombre lobo.
- ¿Creen en esos cuentos de brujas y monstruos?
- Fulvio, tu padre también ha dicho que ello es verdad.
- Los reto a que se adentren al bosque y busquen al hombre lobo. El que lo consiga recibirá éste premio –Dijo mostrando una reluciente moneda.
- ¡Una moneda de oro! –Dijeron todos en coro, sorprendidos.
- Con eso podría comprar muchos caramelos –Comentó una pequeña.
- ¡Hasta cien caramelos! –Aseguró - ¿Quién va conmigo? –Preguntó muy confiado en que nada sucedería.
Todos quisieron entrar al bosque. Tenían la esperanza de ganar la moneda y comprar golosinas. Habían olvidado completamente las advertencias de sus padres.
Caminaron unos pocos minutos y la vegetación resultaba encantadora, llena de insectos y aves que cantaban y volaban. Estaban encantados pues nunca habían podido adentrarse a la espesura del misterioso abandonado lugar. Desde hacía más de 10 años muy pocas personas entraban allí.
Unas pisadas se escucharon.
- ¿Oyeron eso? –Preguntó un niño delgado sosteniendo su abombado sombrero.
- Es tu imaginación –Aseguró Fulvio- No sucederá nada –Respondió agitando sus rojizos cabellos- No sean cobardes, ya verán que ninguno obtendrá la moneda de oro porque el hombre lobo no existe.
Pasaron pocos minutos y una extraña mancha parecía cubrir el suelo, los árboles y sus hojas.
- ¿Qué es eso? –Preguntó la niña que ansiaba dulces.
- Es una marca extraña –Dijo uno de los pequeños.
- No es nada –Aseguró Fulvio y se acercó sin prestar atención.
Una fuerte respiración se escuchaba y éste se detuvo. Frente a sus ojos estaba lo que él creía una ilusión. Un gran lobo cuyo cuerpo parecía el de un humano.
- No puede ser –Se dijo a sí mismo, temblando de terror.
La criatura estaba acurrucada en el suelo y todo a su alrededor era envuelto en una aura oscura. El hombre lobo parecía estar dormido pero abrió sus ojos y vio al pequeño temblando ante él.
- Eres el hom-hom... -Tartamudeó el niño.
La bestia se levantó y mostró su más de dos metros de altura. Los chiquillos echaron a correr y le dejaron solo, como lo había estado todo el tiempo.
- ¡El lobo, vimos al hombre lobo! –Decían todos al llegar a la comarca.
Una multitud se reunió en la plaza principal y aterrorizados miraban el bosque, maldiciendo la suerte de tener a semejante criatura acechándolos.
El hombre lobo estaba atontado, tratando de comprender lo que había sucedido antes de despertar de aquel extraño sueño.
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Emilie y el Hombre Lobo
WerewolfCansada de las restricciones, Emilie logra cumplir su más grande anhelo: salir del castillo. Si tan solo hubiese sabido por qué le era prohido hacerlo, probablemente no se hubiese atrevido...