Caminó hasta su balcón y su cuerpo y vestimentas se volvieron totalmente invisibles. Salió de su habitación y silenciosamente bajó las escaleras hasta entrar a la cocina. Caminó por uno de los laterales hasta la gran reja que daba al exterior.
- Es difícil de atravesar –Pensó.
Utilizó todas sus fuerzas para poder escalar la pared exterior y salió. En ese mismo instante, de su gran espejo salió una joven idéntica a ella que caminó hasta su cama para dormir plácidamente.
- He cambiado –Se dijo a si misma al ver que su cuerpo lucía diferente.
Sus manos se veían más bronceadas, sus ojos se volvieron color miel y su cabello castaño oscuro. Los demás rasgos físicos seguían idénticos, pero el cambio se había vuelto tan drástico que reconocerle sería difícil.
Miró el bosque y sintió que un escalofrío recorría su espalda hasta su cuello. Estaba totalmente sola.
- Debo regresar –Pensó en un ataque de pánico.
Nunca se había manejado sola en su vida. Siempre tenía a personas que le hicieran todo. Pero sabía que volver significaría dar la espalda a sus deseos y al destino que al parecer, debía cumplir.
- No debo ser cobarde –Dijo en voz baja, tratando de sentirse confiada y protegida por el hada Ámbar quien le había concedido ese don.
Caminó entre los árboles con mucha inseguridad. Pensaba que podía pisar algún animal peligroso, pero ello no sucedió. Pasó alrededor de dos horas caminando y se sintió cansada. Deseaba descansar acurrucada bajo las raíces de un roble y aunque estaba muy nerviosa, logró conciliar el sueño.
Mientras esto sucedía, aquella chica que lucía exactamente como ella y cuyos ojos no brillaban, simulaba dormir pero en verdad no podía hacerlo. Era tan solo una copia física de la princesa.
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Emilie y el Hombre Lobo
WerewolfCansada de las restricciones, Emilie logra cumplir su más grande anhelo: salir del castillo. Si tan solo hubiese sabido por qué le era prohido hacerlo, probablemente no se hubiese atrevido...