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A Christopher nunca le habían gustado los hospitales, porque su padre había muerto en uno años atrás, cuando tenía sólo diez años, luego de ser atropellado por un maldito borracho.

Pero ver a Erick entrar con su labio temblando, con la mirada perdida, le hizo ahogar el impulso de salir corriendo de allí, y le dio un apretón en la mano en señal de apoyo. No iba a dejar a su novio solo en ese momento, cuando más lo necesitaba.

Erick lo miró con una sonrisa débil, comenzando a caminar por los pasillos atiborrados de gente, doctores y enfermeras. Lo dirigió hasta el piso tres, tocando la puerta de una habitación. Un débil pase les indicó que podían entrar, y Erick le dijo que se esperara un momento.

Christopher, por supuesto, asintió de forma impaciente, aunque se aguantó las ganas de entrar a conocer a la hermana mayor de su chico.

Su chico. Eso sonaba demasiado bien para su propio gusto.

—Yaneeeeee —dijo Erick al entrar con suavidad —, ¿cómo estás? Te ves muy hermosa hoy.

Una pequeña mentira. La descompensación de su hermana dos días atrás le estaba pasando la cuenta más de lo que quería, poniendo su piel más pálida de lo que realmente era mientras unas ojeras enormes enmarcaban su rostro. Notó, cuando se sentó a su lado y le tomó la mano, la bandeja llena de comida sobre el pequeño velador.

Tragó saliva.

—¿Tú crees? —Yanelis lo miró, sonriendo forzadamente —. Mi pelo está como paja.

—¿Estás loca? —Erick negó con la cabeza —. Sigues siendo más hermosa que yo, Yane.

—No digas eso —su hermana se rió —, siempre has sido más lindo que yo, Erick. Tienes una sonrisa demasiado bonita.

Erick quería llorar, quería hacerse pequeñito al lado de su hermana, pero sabía que ese no era el momento adecuado para romperse. Así que se limitó a inclinarse, dándole un beso en la mejilla.

—Quiero presentarte a alguien, Yane —le murmuró Erick —. ¿Te acuerdas del chico con el que me molestaste el otro día? —Yanelis asintió, sus apagados ojos iluminándose levemente —. Bueno, ¿adivina qué? Somos novios y quiere conocerte.

—¿Quéééééé? —Yanelis quiso enderezarse, pero Erick se lo impidió —. ¡Ericccckkk! —lloriqueó la chica —. ¡No estoy bonita para conocerlo!

—¡Tú siempre te verás bonita! —protestó Erick sonriendo, alejándose y yendo a la puerta —. Te presento a Christopher Vélez, Yane.

La chica se quedó mirando en silencio al castaño, que entró tratando de lucir decente a pesar de estar usando las ropas del día anterior y a su obvia mirada sin emoción. Yanelis lo examinó de pies a cabeza en tanto Erick se removía en su lugar, un poco incómodo por el repentino silencio.

—Supongo que están utilizando condón —dijo Yanelis de pronto, recostándose en la almohada con una sonrisa picarona.

El rostro de Erick enrojeció, pero no debido a las intenciones de su hermana, sino a que, efectivamente, la noche anterior no habían utilizado condón mientras lo hacían.

Christopher sonrió lentamente, sin embargo, y para su fortuna, no dijo nada respecto a ello, sólo inclinó su cabeza antes de decir:

—Un gusto conocerte, Yanelis Colón —de forma elegante, se sentó al lado de su cama —. Eres una chica realmente bonita, aunque lamento decir que Erick es más lindo.

Santa cachucha.

Erick iba a morir en ese momento.

Yanelis se rió, encantada.

—¿A qué sí? —concedió Yanelis animada —. Erick no sabe el efecto que tiene en las personas.

Los ojos oscuros de Christopher se movieron hacia Erick, observándolo sin pudor alguno.

—Claro que no —Christopher humedeció sus labios —. No es consciente del efecto que tiene sobre mí.

El corazón de Erick comenzó a latir sin control.

















 Novio de Alquiler|Chriserick| |Adaptación|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora