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Erick lo había arruinado una vez más.

Lo supo cuando echó sus cosas a la mochila de forma apresurada, saliendo del cuarto de visitas, pasando por afuera del cuarto de Christopher, y escuchando su gemido de dolor, su llanto.

Se quedó quieto, fuera de la pieza, su mano temblando, como si quisiera levantarla y golpear la puerta. Entrar y tomar a Christopher en sus brazos, pedirle perdón por su forma de actuar tan irracional, tan egoísta.

Lo que había hecho... tratar de forzar a Christopher...

Siguió caminando, alejándose de los sollozos de Christopher, bajando las escaleras. Pero no esperaba encontrarse con la madre de Christopher en el comedor, sentada en el sofá con una expresión desoladora.

—Erick... — murmuró la señora Vélez, negando con la cabeza.

—No diga nada —suplicó Erick con la voz temblando —. Me alejaré, lo prometo, su hijo ya no... ya no seguirá sufriendo por mí.

La mujer hizo una mueca al escuchar sus palabras, poniéndose de pie.

—¿Qué pasó, Erick? —preguntó la señora Vélez de forma maternal, y Erick quiso romper a llorar, porque recordó el abandono de su mamá, los abrazos dulces que le daba Yanelis antes de irse a dormir, la sonrisa de su papá cuando hacía algo bien.

Se sentía tan, tan solo...

Y Christopher pudo haberlo aceptado para siempre, pero Erick quería más, siempre quería más, y necesitaba desesperadamente que Christopher se lo dijera, le dijera cuanto lo necesitaba, a pesar de que se lo había demostrado varias veces.

—Lo siento... —susurró dando un paso hacia atrás, saliendo de allí tan pronto como pudo, saliendo al frío aire nocturno, queriendo alejar las lágrimas que luchaban por escapar de sus ojos.

Comenzó a correr, alejándose de esa casa, pensando en esos meses con Christopher, en la sonrisa que le daba, en sus labios besándolo con tortuosa necesidad, en sus ojos llenos de calidez y cariño cuando se miraban. En lo afortunado que se había sentido por ser el novio de Christopher Vélez, aunque al principio hubiera sido un novio falso, alquilado sólo para lograr que se relacionara más con la gente.

Christopher había estado con él cuando Yanelis murió, cuando se sentía más desgraciado, y Erick lo único que había hecho era alejarlo porque temía que Christopher lo dejara algún día por alguien mejor, por alguien que sí valiera la pena. Por alguien a quien realmente amara y se lo dijera todos los días.

Erick ya no se merecía el privilegio de que Christopher lo amara, no luego de lo que había hecho.

La mirada rota de Christopher, sus palabras teñidas de odio y dolor, habían sido más que claras.

Llegó a su triste casa solitaria, y apoyó su frente contra la puerta, sollozando en voz baja.

Entonces, notó algo extraño.

La puerta estaba entreabierta.

Lo que faltaba, que alguien entrara a robar a su miserable hogar. ¿Acaso su vida no podía ser más asquerosa?

Apretó sus labios en una mueca molesta antes de empujar la madera y entrar a la casa, dispuesto a ponerse a pelear de ser necesario.

Al menos, eso planeaba hasta que entró a la cocina y se encontró con el rostro de una mujer que no había visto en años.

—¿Mamá?
















 Novio de Alquiler|Chriserick| |Adaptación|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora