KATNISS.
Nunca habíamos discutido de aquella manera.
En todos los días y horas que habíamos pasado juntos, nunca había sentido tanta ira y frustración hacia él. Incluso cuando me dejó sin otra cosa que una nota cobarde y me hizo creer equivocadamente que no era capaz de afrontar mi negro futuro, o había sentido ni una décima parte de lo que sentía ahora.. me sentía herida, traicionada, decepcionada.
Tenía las emociones a flor de piel, y no me sentía capaz ni de ponerles nombre.
Sin él en casa pensé que podría aclararme las ideas, dar un paseo, o pasar un rato a solas para poner ordenen todo lo que me pasaba por la cabeza.
Pero lo cierto es que me sentía perdida.
Durante la semana que pasamos en el paraíso cálido de las Seychelles, nos habíamos enamorado de los paseos por la playa al atardecer. Sonará como un cliché, pero cuando estás en un lugar así, es imposible no dejarse contagiar por el lado más romántico y exótico de la vida. Mientras caminábamos, Peeta me señalaba conchas marinas en la orilla, y cogía las que le parecían interesantes. El último día, mientras el sol se ponía en nuestra espalda, había visto una concha perfecta en la espuma de las olas.
—¿Cómo crees que ha podido llegar hasta aquí entera? —pregunté.
Peeta se agachó para cogerla. Sus dedos se llenaron de arena mientras tocaban cada borde y surco.
—Yo creo que llegó con el agua, por sí sola, hasta que se encontró aquí —sugirió, y una sonrisa se dibujó en su rostro mientras me miraba.
—Bueno, a lo mejor su viaje no ha terminado todavía.
Y dejamos aquella bonita concha exactamente donde la encontramos, con la esperanza de que siguiera su viaje sin interferencias.
No se por qué, pero en aquel momento me descubrí pensando en aquello. ¿Dónde estaría ahora aquella concha? ¿Estaría sola en el ancho océano, flotando sin rumbo, hasta que algún día consiguiera volver a tocar tierra? ¿La habría encontrado alguna otra persona y se la habría llevado a casa como recuerdo, dando con ello fin a los días del viaje de la concha?
Sentía una extraña afinidad con aquella vieja concha. En muchos aspectos, mientras andaba arriba y abajo entre nuestra cocina y nuestra sala de estar, me sentía a la deriva, sentía que estaba flotando entre dos decisiones diferentes que podían cambiar mi vida para siempre.
La opción más sencilla era el aborto. Era lo que Peeta quería, y lucharía por conseguir que se hiciera. Él siempre haría lo que hiciera falta por tenerme con vida incluso si eso significaba..
Ni siquiera era capaz de formular aquella idea en mis pensamientos. El corazón me dolía en el pecho. Volví a la cocina, arrastrando los pies, mientras mis pensamientos resonaban en mi cabeza. Sería tan fácil decantarse en un sentido o en otro. Pero, decidiéramos lo que decidiéramos, ¿podríamos volver a lo que había sido nuestra vida en aquel atardecer en las islas?
Como si fuera una pantalla de proyección, mi mente avanzó.. un año, dos, cinco.. tratando de ver más allá de esta decisión tan trascendental.
¿Podré soportar el dolor, la pérdida? ¿Podré perdonarle? ¿Podré decidir?
Por desgracia, mi nuevo corazón no venía con el don de ver el futuro, y mis esfuerzos resultaron inútiles. Gemí frustrada y decidí que un pequeño tentempié me iría bien. Abrí la nevera, miré qué había y se me revolvió el estómago.
—Oh, Dioss —conseguí decir antes de volverme a toda prisa hacia el fregadero.
El desayuno, y seguramente todas las comidas de los pasados años, me salieron por la boca mientras jadeaba y lágrimas me corrían por el rostro. Me limpié enseguida con un trapo, con manos temblorosas. Tenía que eliminar el sabor acre que tenía en la boca antes de que me provocara otra oleada de nauseas, de modo que corrí hacia al baño a lavarme los dientes.

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Seguir Viviendo (Evellark)
RomanceDicen que el amor puede superar cualquier obstáculo. Pero, ¿puede realmente sobrevivir a la muerte? Se suponía que éramos felices.. Felices para siempre. Tazas de chocolate, los pies descalzos en la arena y una vida plena donde todos nuestros sueño...