Señor y señora.

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KATNISS. 

Los afables ojos azules de Peeta se fundieron con los míos mientras deslizaba la sencilla alianza de oro en mi dedo corazón. La miré, miré los diminutos diamantes blancos que destellaban bajo el suave resplandor de las velas.

Muchas veces me había preguntado cómo se vería todo ese día, con nosotros dos plantados ante nuestros amigos y familiares. 

Todo parecía sólido, real e increíblemente permanente.. como Peeta. 

Sus labios esbozaron una media sonrisa cuando mis ojos volvieron a los suyos. ¿En qué pensaba? Sus ojos bajaron a mi escote y sentí que me ruborizaba. 

Oh.. en eso. 

Bueno, supongo que tenía que dar las gracias a mi buena amiga Annie por la lencería. 

—Ahora que Peeta y Katniss se han entregado el uno al otro y se han hecho una promesa mediante el intercambio de anillos.. — empezó a decir el pastor. Peeta me oprimió la mano. Ya estaba hecho, y sus ojos no se apartaron de los míos, mientras yo me mordía el labio tratando de no llorar —. Me siento honrado e increíblemente feliz de declararos marido y mujer. 

Los dos miramos buscando su permiso, tan entusiasmados que casi nos caemos al suelo. El pastor rió y miró a Peeta asintiendo con el gesto. 

— Puedes besar a la novia. 

Nuestras miradas se cruzaron y vi que la expresión de suficiencia de Peeta había vuelto. El corazón me golpeaba con fuerza en el pecho. Era como si nunca me hubieran besado, como si llevara toda la vida esperando aquel momento. 

Peeta se inclinó hacia delante y sus dedos me sujetaron por la nuca, enredándose en mi pelo y me acercó. Un milisegundo antes de que nuestros labios se encontraran susurró: 

— Para siempre. 

La congregación estalló en vítores y aplausos mientras nos dábamos nuestro primer beso como marido y mujer. 

Fue un momento mágico. 

Cuando nos separamos, vi que Peeta tenía lágrimas en los ojos. Me puse de puntillas y se las limpié con suavidad antes de volvernos hacia nuestra familia y amigos. 

— ¡Les presento al señor y la señora Mellark! 

Levantamos nuestras manos y unidas en un gesto triunfal, riendo de felicidad y nos dirigimos haacia el pasillo para recibir las felicitaciones y aplausos. 

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No llevaríamos casados mas de una hora y ya había sentido el impulso de hacerle un poquito de daño a Peeta, no mucho.. solo darle una patada en las espinillas o un pequeño empujón. 

Mientras se hacía salir a los invitados y se les despachaba al salón de fiestas del hotel donde íbamo a ofrecer la recepción, nosotros nos quedamos atrás con el pequeño grupo de familiares y amigos más allegados para hacer fotografías. 

Yo seguía obedientemente las instrucciones de nuestra paciente y maravillosa fotógrafa, y entonces lo sentí.. el suave roce de los dedos de Peeta en mi pies desnuda, la forma en que su cuerpo parecía pegarse a mí cada vez que cambiábamos de posición. Lo hacía a propósito, y delante de nuestra familia. 

Y, caray, yo le dejaba. 

Seguramente si alguien se hubiera dado cuenta le habría parecido algo completamente inocente.. el roce de una mano, un casto beso. Para mí era de todo menos eso. Sentía que el infierno estaba a punto de desatarse en mi interior, un deseo tan intenso que era como si estuviéramos filmando una película porno delante de mi madre y mi padre. 

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