A una milla de altura.

205 16 2
                                    

PEETA.

Esperé tanto como pude antes de despertarla. Los primeros rayos de la mañana ni siquiera se intuían a través de las nubes, pero sabía que si no nos íbamos pronto, perderíamos nuestro vuelo. Podía reprogramarlo, desde luego, pero quería que Katniss viera nuestro destino cuando nos acercáramos, y solo sería posible si salíamos muy temprano.

Cerré la última maleta y la dejé junto a la puerta. Volví a la suite y me arrodillé al lado de la cama junto a su figura durmiente. Sus cabellos oscuros caían sobre su rostro como paja. Diminutos soplos de aire entraban y salían de sus perfectos labios.

A veces, cuando el trabajo me retenía demasiado y llegaba a casa más tarde de lo que deseaba, la encontraba así, en la cama, con las manos apoyadas en el rostro con una expresión de paz. Y me sentía incapaz de molestarla porque no deseaba alterar la tranquila cadencia de su respiración o la paz de su sueño. Me sentaba ante ella, vestido aún con el traje y la corbata, y la observaba.

Como la marea pacífica que se mece bajo la brisa del océano, Katniss era mi oasis de paz en un mundo que a veces era de todo menos eso. Cuando los días se volvían caóticos y sentía que la empresa me consumía, sabía que podía volver a ella y ella enmendaría todo lo que estaba mal en mi vida.

Detestándome a mí mismo por tener que interrumpir su sueño, levanté una mano y acaricié su mejilla con suavidad. Ella se movió ligeramente y estiró la mano para cubrir la mía y tocarla.

—Eh, ángel — susurré.

Katniss se movió un poco más. Sus pestañas aletearon y finalmente abrió los ojos y clavó la mirada en mi rostro.

Sonrió.

—Hola — dijo con voz ronca.

—Buenos días, preciosa.

Sus pestañas volvieron a cerrarse y se apretaron con fuerza mientras se desperezaba bajo las sábanas.

—Ayer nos casamos — dijo con una sonrisa, y sus ojos volvieron conmigo.

—Sí, es verdad — puse una sonrisa de oreja a oreja —. Y hoy nos vamos de luna de miel.

Sus ojos se abrieron con entusiasmo.

—¿Me vas a decir por fin a dónde vamos?

Me reí.

—No.

Su boca se curvó hacia abajo e hizo pucheros.

—Pero te lo enseñaré. Vístete. Te he dejado la ropa ahí —y señalé a los pies de la cama —. Y te he dejado fuera un cepillo de dientes y las pastillas.

Katniss se incorporó en la cama, restregándose los ojos y luego se llevó las manos al pelo. Su expresión se puso seria cuando notó el revoltijo que habíamos creado en su pelo de tanto dar vueltas durante toda la noche.

—¿Me da tiempo a ducharme?

—No, lo siento. Pero tienes un cepillo en el baño.

Katniss me miró como si estuviera loco.

Con aquellos pelos y la mirada somnolienta, estaba muy mona, y traté de contener una risita.

—Llegaremos tarde si no nos damos prisa. Te lo compensaré. ¡Lo prometo! — exclamé mientras una almohada viajaba en mi dirección.

No me molesté en disimular la risotada que me salió cuando la vi correr dando tumbos y con el culo al aire hacia el cuarto de baño.

###

Seguir Viviendo (Evellark) Where stories live. Discover now