Arriba, dormilonas.

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KATNISS.

— Arriba, dormilonas — anuncié mientras abría las pesadas cortinas para dejar entrar la luz dorada del sol en la oscura habitación de hotel. 

Aquel espacio inmenso se llenó al momento con la cegadora luz del mundo exterior, y cuando me volví me encontré a dos personas que me miraban con expresión desdichada desde las dos camas. 

— ¿Sabes? cuando accedí a dormir con vosotras, supuse que se trataba de dormir.. o al menos algo más de lo que suelo dormir en una noche normal en casa con un bebé y un marido que jura que no me quita toda la colcha. Que lo hace. 

Dejé escapar una risita mientras miraba a mi somnolienta amiga. Traté de cubrirme la boca con la mano, pero no conseguí disimular la sonrisa. 

— ¡Hoy es el día de mi boda! — exclamé feliz —. Tenemos cosas que hacer. 

— Cielo, pero si solo son las — mi madre echó un vistazo al reloj de la mesita que separaba las dos camas — ¡las cinco de la mañana! — y dejó escapar un gemido mientras se dejaba caer contra la almohada. 

— ¡La peluquera no vendrá hasta las doce! — dijo Annie casi gritando, y se cubrió la cara con la almohada en un intento por tapar el poco sol que entraba.

— Sí, pero he pensado que podíamos desayunar y luego.. um.. no sé. 

— No podías dormir — se aventuró a decir mi madre, y su aletargamiento se transformó en una sonrisa cordial. 

— No, estoy demasiado nerviosa. 

— Bueno, pues entonces nos levantamos — comentó Annie a desganada. 

Me deslicé por la habitación y la abracé con fuerza. Ella correspondió el gesto y noté que sonrió contra mi mejilla. 

— ¿Sabes? no hay en el mundo ninguna otra mujer por la que esté dispuesta a levantarme a estas horas.. o que me pueda obligar a ponerme un vestido azul. 

Yo me aparté un poco y la miré a los ojos. 

— Será muy bonito.. te lo garantizo.. incluso si no es rosa. 

— Vale, pero si finalmente resulta que no tienes que prometerme que volverás a repetirlo todo.. en rosa. 

Me reí, mis manos se enlazaron con las suyas y las apreté. 

— Hecho — respondí. 

— Bueno, ¿qué teneos en la agenda para empezar, jefa? — preguntó comiendo un bostezo con el dorso de la mano. 

— Mientras yo pido el desayuno, vosotras podéis meteros en la ducha. 

— Vale, asegúrate de pedir al menos un litro de café. No, que sean dos. Y avísame si mi teléfono suena mientras estoy en la ducha. Finnick dijo que podía con todo, pero aún estoy esperando que me llame totalmente desbordado. 

— ¿Nunca se ha quedado solo con el pequeño Finnick? — preguntó mi madre. 

Ahora estaba sentada en la cama con una bata abrigada que había sacado de la maleta. 

— Unas horas sí, pero pasar solo una noche con él, no. Y lo mismo digo de mí. Es la primera vez que paso tanto tiempo separada de mi hijo. Sé que está al otro lado del pasillo, pero me resulta raro levantarme de la cama y no ir corriendo a ver cómo está. 

Sonreí, al ver cómo había cambiado mi mejor amiga en los últimos dos años. Su corazón había doblado su tamaño, primero con el matrimonio y luego con la maternidad. El amor exudaba por cada poro de su piel, y al verla no podía sentir si no alegría por su felicidad. 

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