PEETA.
—Por el momento, todo perfecto —dijo la doctora muy animada —. Quiero volver a verte en dos semanas. Pero creo que eres toda una luchadora. Asegúrate de seguir bebiendo mucha agua, toma tus vitaminas prenatales, no dejes tu medicación y llama si tienes alguna duda o si hay algún cambio. Oh, la enfermera te dará hora para la próxima ecografía.
—Gracias —dijo Katniss.
Yo me acerqué para estrecharle la mano. Aquella era nuestra tercera cita en un mes. La mayoría de embarazadas no ven a su médico hasta la sexta semana de embarazo, pero como el de Katniss se consideraba de alto riesgo y el riesgo de aborto era alto, nos habían dado la tarjeta de cliente habitual y teníamos que venir con mucha frecuencia. Estábamos convencidos de que el hecho de no saber supondría un menos estrés, por eso habíamos decidido no hacer pruebas genéticas aún, y también porque Katniss creía que aquello no cambiaba nada.
Yo no estaba tan seguro.
De momento, todo iba bie, pero aún faltaba la ecografía, y hasta que la tuviéramos, no sería capaz de respirar tranquilo.
—Peeta, ¿puedes pasarme mis zapatos? —me preguntó mientras se ponía el jersey y cogía su bolso.
La ayudé a ponerse sus bailarinas y la cogí de la mano para ayudarla a bajar de la camilla. La enfermera nos estaba esperando, y la seguimos por el pasillo hasta otra zona de la consulta.
La primera vez que estuvimos allí, había expresado mi preocupación porque no estaba en el hospital. Katniss se rió y dijo que lo teníamos al lado.
—Sí, pero este sitio no forma parte del hospital. ¿Y si algo va mal y hay que ingresarte? ¿Cuánto tardaríamos? —pregunté.
—Haymitch dijo que es una de las mejores obstetras. Estoy en buenas manos.
Yo refunfuñé pero cedí, porque tenía que reconocer que en la familia solo había un médico, y no era yo.
Habíamos decidido quedarnos en California indefinidamente.
En aquellos momentos necesitábamos calma y serenidad. Y eso no lo teníamos en Nueva York.
Pensé que a Marvel le iba a estallar la cabeza cuando le llamé y le dije que me iba a tomar un año sabático, pero se había tomado todo el asunto sorprendentemente bien.
Me ofrecí para estar disponible a través de videoconferencia y en caso de emergencia, pero él se había limitado a decir:
—Está todo controlado.
Esperaba que la empresa aún estuviera allí cuando regresara el año siguiente.
Esperaba que hubiera muchas cosas a las que regresar el año siguiente. Katniss y yo habíamos decidido mantener los pensamientos negativos a raya, conscientes de que no tenía sentido darle siempre vueltas a todo, pensando en lo que podía o no pasar. En vez de eso nos concentrábamos en el presente. Pero a veces se me hacía muy duro.
Cada vez que la veía, me quedaba mirándola, tratando de memorizar la expresión de sus ojos bajo el sol de California.
Cada vez que la tocaba, mi mano se demoraba un momento de más, en un intento de grabar en mi piel la sensación de su cuerpo reaccionando al mío.
Un millar de vidas junto a Katniss no habrían sido suficientes para mí. Eso era cierto. Pero por ahora me conformaba con lo que tenía.
La enfermera terminó con nuestro rápido recorrido por la consulta antes de dejarnos en la sala de espera de ecografías. Delante de nosotros había una mujer y su marido esperando. El vientre de ella estaba abultado, y él lo tocaba con ternura hablando entre susurros. Cuando la enfermera los llamó, Katniss me miró, con un halo de miedo enturbiando sus ojos grises normalmente alegres.
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Seguir Viviendo (Evellark)
Любовные романыDicen que el amor puede superar cualquier obstáculo. Pero, ¿puede realmente sobrevivir a la muerte? Se suponía que éramos felices.. Felices para siempre. Tazas de chocolate, los pies descalzos en la arena y una vida plena donde todos nuestros sueño...