Capítulo 12

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Meneó las orejas como por milésima vez. No, bueno, habían sido cinco, pero Dongju no terminaba de entender por qué Geonhak caminaba de cuarto en cuarto por toda la casa, metiendo cosas en dos grandes maletas, mientras le decía al minino que se quedara quieto en la cama y no dijera nada. Soltó otro maullido estirando sus manitos hacia Hak, queriendo abrazarlo, y es que Dongju sabía que nada estaba bien después de que había ido a abrazar a Geonhak en la puerta aquella mañana, pero no comprendía el porqué, y estaba seguro de que el mayor no entendería cuando se lo preguntara.

Cuando Geonhak alzó su vista y vio que su bebé lo necesitaba, soltó todo lo que tenía en sus manos, corriendo prácticamente a abrazarlo. Dongju se acurrucó contra el cuerpo de Geonhak, encajando su cabecita en su cuello mientras Hak lo agarraba con firmeza por la cintura.

—Hakkie. —Maulló el pequeño, frotando su nariz contra la sensible piel del cuello del más alto, logrando que este se estremeciera y besara sutilmente la cien de Dongju. —Hakkie. —Volvió a insistir, tratando de darle todo el apoyo moral que podía. —Te amo, Hakkie.

Llevaba poco desde que Dongju había aprendido a decir eso, pero ambos estaban contentos de que fueran entre sus primeras palabras, Dongju porque sabía que no había nada que le gustara más que demostrarle a Geonhak cuánto lo amaba con palabras; y Geonhak porque sin esas palabras, seguro en aquel momento seguiría hecho un manojo de nervios.

No era para menos, el padre de Seoho tenía sus trabajos buenos, así como sus trabajos malos, como todo buen millonario se conocía muchas industrias ilegales en el país y de hecho, estaba seguro de que en el extranjero también, pero era obvio que si le pedía ayuda para capturar a esas personas antes de que supieran dónde estaba Dongju, el señor se reusaría ya que no le incumbía y siempre es mejor mantenerse lejos de cualquier cosa ilegal.

Pero entonces ¿Por qué permitían que anuncios como ese aparecieran en el periódico? ¿Era que los diarios se vendían a tan poco que aceptaban que cualquier persona publicara en estos? ¿Qué pasaba si los denunciaba? ¿Y si todo salía mal? ¿Perdería a Dongju para siempre? No, no y no. Esas preguntas rondaban por su cabeza porque ilegales o no, Dongju les pertenecía y acá el que estaba secuestrándolo era él, no ellos. Si Geonhak no lograba demostrar que aquellos hombres aún seguían creando más de esos niños-gato, él quedaría como un gran mentiroso y estaba seguro de que con un buen dinero, aquellas personas rastrearían de donde fuera la llamada de denuncia. Sí, bien, quizás estaba siendo paranoico o había visto demasiadas películas ¡Pero eran mafiosos! Y con los mafiosos nadie se mete, porque uno siempre termina mal. Sin embargo, ahí estaba, alistando todo para llevar a Dongju a la casa de Seoho hasta que se le ocurriera algo mejor que hacer.

No, corrección, ahí estaba, abrazando a su mundo como si su vida dependiera de ese pequeño con orejitas y cola de gato, y de hecho, así era. Geonhak no comprendía si era debido a la mutación o alguna cosa en el ambiente, lo que sea, pero desde que vio a Dongju, se podía decir que se enamoró instantáneamente de él, y en el momento en que lo hizo suyo, sintió esas chispas y ese mar de emociones en el estómago.

Geonhak jamás se había enamorado, jamás había creído en esas cosas de las medias naranjas o en las parejas que decían "Yo moriría si no estás a mi lado", pero ahora él estaba seguro de que lo que sentía por el minino era mucho más fuerte que cualquier palabrería de un poema, desde el más conocido, hasta el más barato. Dongju era su mundo, y no lo perdería por nada, ni nadie.

—Te amo tanto, bebé. —Estrechó mejor al minino, sentándolo sobre sus piernas mientras entrelazaba sus dedos con los de Dongju y lo atraía en un beso, un suave beso en el que ambos se sumergieron en cuestión de segundos. El ligero ronroneo del minino se hizo presente, y tras una mordida, volvieron a besarse ahora de una forma más profunda. Geonhak conocía de memoria cada rincón de la boca del gatito, él sabía hasta por qué zonas debía pasar su lengua para recibir un estremecimiento, sabía dónde tocar para ganarse un jadeo y sabía muy bien dónde besar para llevar al menor al borde de la excitación.

Lo conocía, porque Dongju era suyo, en tan poco tiempo, ya el chico de ojos risueños le había entregado su vida completa a Geonhak, y este no la desperdiciaría, porque él también le entregaba su alma, su cuerpo y su corazón a Dongju tantas veces como él lo deseara.

—Escúchame, amor. —Separaron un poco sus labios para que Dongju recuperara energías, jadeando contra la boca de Geonhak, mirándolo intensamente a los ojos, meneó las orejas, clara señal de que lo estaba escuchando. —Te amo, y te amo como no te imaginas. Sé que quizás no entiendas la gravedad de estos sentimientos aún, pero te amo, Dongju. Quiero vivir mi vida a tu lado para siempre, y si es posible, después de la muerte sé que seguiría estando a tu lado pase lo que pase. —Bien, Geonhak, estás siendo un poco dramático, pensó. —Pero, a lo que me refiero es que si fuera por mí, nos casaríamos en este mismo momento y nos encerraríamos en un lugar bajo tierra para que nadie nos encuentre. Bebé, eres todo lo que necesito, más que al oxígeno, más que a mi vida, más que a nada, y sé que moriría si no cuento con tu cuerpo cerca del mío, tus labios sobre los míos y tu corazón perteneciéndome como lo hace ahora.

Dejó otro besito sobre los delgados y suaves labios del minino, observando cómo los ojos de este se llenaban de lágrimas, Geonhak no necesitaba preguntar, porque podía ver esa pequeña sonrisa en los labios del amor de su vida, mientras que un par de preciosos hoyuelos se le formaban en las mejillas. Dongju soltó las manos de Hak solo para tomarlo de las mejillas y atraerlo hacia él, besándolo tan profundamente como su capacidad se lo permitía.

Entonces Dongju pensó que Geonhak podía hacerlo morir de amor y revivir al instante siguiente, porque estaba seguro de que con esas palabras había muerto, y regresó a la vida solo para besarlo después. Meneó su cola un poco, enredándola alrededor de una de las piernas del más alto, sin dejar en libertad sus labios, no quería, aunque le hiciera falta respirar, no quería.

—Es hora de irnos, amor.






★彡 𝑵𝒆𝒌𝒐 𝑪𝒐𝒓𝒑𝒐𝒓𝒂𝒕𝒊𝒐𝒏 ; 𝑳𝒆𝒆𝒐𝒏 彡★Donde viven las historias. Descúbrelo ahora