¡Quería matarlo! No, definitivamente eso era poco para las miles de ideas de lo que le podía hacer a Seoho en ese momento. Matarlo sería muy fácil, quizás torturarlo un poco arrancándole cada uno de sus dedos hasta verlo llorar y después cosérselos. Y no, Geonhak no era un seguidor de esas películas donde todo era sadismo, pero en este momento sabía que podía moler a golpes a Lee si lo tuviera frente a sus ojos.
Era la tercera, quizás cuarta vez que recorría las mismas calles cercanas a la urbanización donde vivía uno de sus mejores amigos, Dongju no aparecía por ningún lado y ya se había hecho de noche. Geonhak se encontraba pasando por cada etapa de la locura hasta este momento, donde sus sentidos se encontraban agudos, intentando escuchar hasta el más mínimo ruido por si alguno de esos se parecía al maullido de un gatito.
No era que fuera llorón, él podía justificar las lágrimas que no dejaban de caer de sus ojos con el simple motivo de que se le había escapado el amor de su vida. No encontraba a su pequeño niño y si no aparecía era capaz de golpearse la cabeza contra la pared hasta que reventase, claro, eso después de hacerle lo mismo a Seoho.
Una vez el castaño lo había llamado, Geonhak cortó el teléfono sin siquiera escuchar lo que seguía después del "Dongju se escapó, Hak". Salió de la casa, sin importarle absolutamente nada, solo buscar al pequeño, que no había estado en la calle nunca desde que lo conocía, que estaba lejos de la casa de Geonhak y por sobre todo, al que estaban buscando unos hijos de puta para hacerle sabrá Geonhak que cosas.
Claro, se había asegurado de dejar a Youngjo y a Hwanwoong en su casa, con la intención de que si alguien volvía a pasar preguntando por Dongju, supieran que sí había un adolescente y un gato ahí, pero no eran los que ellos estaban buscando; y bueno, Youngjo servía de mucho, ya Geonhak se encargaría de quitar las manchas de evidencia de los actos sexuales entre esos dos de su sofá, esa no era su prioridad ahora.
—Maldición, Dongju, ¿dónde estás?
Quería sacar la cabeza fuera de su auto y gritar a los cuatro vientos el nombre de su bebé, pero a la vez sabía que ya era tarde y si lo hacía, al menos una persona terminaría llamando a la policía por un loco psicópata que se le ocurría hacer un teatro de gritos en la calle a esa hora.
Lo peor de todo era que su mente le jugaba muchas malas pasadas. Él podía hasta imaginarse a Dongju siendo raptado fuera del país con tal de que no se escape de nuevo, o a personas haciéndole tantas cosas al pequeño minino por ser tan malcriado y huir. No quería, Geonhak jamás se perdonaría la vida si perdía al dueño de todo su mundo.
Detuvo su auto en un semáforo en rojo y golpeó su cabeza contra el volante. Dolía, sí, pero nada se comparaba a la opresión en su pecho por la simple idea de perder a Dongju y a esa amarga sonrisa en su rostro. ¿Cómo podía cambiar tanto su vida de un momento a otro? Geonhak había pasado de ser un chico totalmente normal, con un trabajo normal y una vida monótona, a un ladrón del pequeño que le había robado el corazón y no iba a dejar que esos que se decían sus dueños pusieran una mano sobre lo que le pertenecía, porque Dongju era suyo, completamente suyo. Él sabía que no podría vivir nunca sin volver a verlo o escucharlo.
—Meoooooow~
Exacto. Sin volver a escuchar esos maullidos hermosos que le hacían sentir como si su corazón bailara en su pecho y las mariposas de su estómago le informaban que todo, todo estaba bien, él había caído en una especie de hechizo desde la primera vez que Dongju dijo su nombre.
—¡Hakkie!
Esa vocecita tan hermosa, esos labios tan suaves que-
¿Qué?
Levantó su cabeza del volante, sin importarle el dolor que sintió por la rapidez con la que lo hizo, o que ahora tenía toda su frente marcada con el diseño que cubría dicha parte del vehículo. Y estaba seguro de que en una situación diferente, se habría burlado del idiota que dejase que eso le pasara a su rostro. Giró la cabeza lo más que pudo y estacionó su auto a un lado, bajándose, él lo había escuchado, estaba completamente seguro de que esos eran los maullidos y la voz de su pequeño.
Empezó a caminar por todas las casas, en cámara lenta, esperando alguna otra señal, pero todas parecían casas de los suburbios realmente normales. Oh, menos una, y ahí fue donde detuvo su vista. Una casa abandonada arruinaba todo el estereotipo perfecto del lugar, ésta estaba demolida, sabrá Dios por qué nadie se preocupaba en reconstruirla, parecía un bonito espacio, pero las maderas que cubrían su puerta se encontraban ligeramente abiertas, y Geonhak pensó que nadie le diría nada si echaba un vistazo a ese lugar.
Una vez tocando las maderas, observó hacia adentro del lugar, todo estaba destruido, pero a pesar de eso las paredes continuaban algo estables, así que estaba seguro de que esa sería una buena casa para cualquier vagabundo que pasara por ahí, de no ser porque el espacio que permitía entrar entre los maderos era muy pequeño y peligroso, la mayoría se encontraban partidos, cualquiera que intentara entrar ahí, se llevaría más de dos raspones como mínimo, por suerte su pequeño no...
—Meoooooow.
Oh mierda, tiene que ser una broma. Cambiando su ángulo de visión, Geonhak se encontró con Dongju dentro de ese lugar, claro, un cuerpo de un niño de trece años podría pasar por ese espacio casi sin ningún problema, y ese niño ahora estaba ahí, había encontrado a su pequeño, entero, aunque llorando y encogido en un rincón del lugar, ahí estaba Dongju, y Geonhak por fin pudo sentir como su corazón volvía a latir con tranquilidad.
—Dongju, amor. ¡Oh por la...! Dios, no puedo creer que estés aquí.
El minino levantó la mirada, apartando sus manitos de sus ojos, observando el rostro de su Hakkie del otro lado de todos esos maderos. La mirada de Dongju se suavizó, al parecer lo había reconocido, sin embargo, no hizo el menor intento por moverse de su lugar, maullándole a Geonhak una y otra vez, mientras las lágrimas no dejaban de salir de sus preciosos ojos.
—Vamos, mi amor, tienes que venir, yo no puedo pasar por este lugar.
Pero Dongju seguía ahí, acurrucado en ese pequeño rincón del lugar, mientras seguía maullando a Geonhak su nombre una y otra vez, pidiéndole a gritos que pasara y que lo cargara. Y aunque la idea resultaba malditamente adorable, Geonhak no sabía si su pequeño tenía un tipo de parálisis por miedo, si estaba herido o simplemente cansado, solo reconocía lo necesario, Dongju no se quería mover.
Soltando un dramático suspiro lleno de resignación, Geonhak volvió a analizar uno a uno de los maderos, inclinándose un poco, sabía que no sería nada fácil introducirse por aquel espacio.
Se arrodilló en el suelo y empezó a gatear entre los maderos, sintiendo al instante como algunas puntas rozaban su piel, chasqueó la lengua, no iba a ser fácil, en lo más mínimo. Pero como buen idiota valiente, continuó empujando su cuerpo hasta el lado que tuviera menos puntas rotas, aunque aun así, sentía como su ropa se raspaba y tenía que poner un poco más de fuerza para lograr entrar, rasgándola o quizás rompiéndola, eso no importaba.
Una vez su cuerpo estuvo más o menos dentro, su cabeza chocó contra sus manos, que estaban apoyadas en el suelo y no por la posición comprometedora en la que se encontraba, con el trasero más hacia afuera que para adentro y la otra mitad tan cerca de su pequeño bebé, sino por el pedazo de madero que le impedía continuar avanzando, justo haciendo presión en su cadera derecha. Escuchó el maullido de Dongju a lo lejos y lo observó menear la cola, mientras continuaba llorando, pidiendo a gritos por Geonhak. El mayor quería detener esas lágrimas, quería besarlo, quería decirle que todo iba a estar bien y llevarlo a algún lugar donde absolutamente nadie pudiera encontrarlos.
Y con ese pensamiento motivador, empujó su cuerpo hacia adelante, logrando entrar a ese espacio que cada vez se le hacía más insoportable, a la mierda si era un lugar bonito para construir, le había costado la vida entrar y estaba seguro de que le saldría el doble de caro salir. Ya sin pensar en eso, corrió hasta su pequeño, lanzándose al piso sin importarle el golpe en sus rodillas, atrayendo el cuerpo de Dongju a sus brazos, rodeándolo con fuerza, sintiendo las manos de este aferrarse a su remera, mientras la respiración del minino chocaba contra su cuello, y sus llantos se hacían incluso más fuertes.
—Ya, ya mi amor, aquí estoy. —Una de sus manos subió hasta los cabellos despeinados del minino, acariciándolos, mientras Dongju lloraba contra su cuello, maullando una infinidad de cosas, entre estas el nombre de Geonhak, seguro su bebé estaba regañándolo por haberlo dejado solo en la casa de un desconocido, pero como sea, Geonhak estaba feliz de haber sido retado, porque ahora que lo tenía entre sus brazos, absolutamente nadie los separaría. —No lo volveré a hacer ¿De acuerdo? Tenía que arreglar unas cosas y a partir de hoy, tú eres todo mío, bebé.
De hecho, lo era desde que había entrado a su casa, desde el primer vaso de leche, o desde el primer beso, Dongju era de Geonhak, porque Geonhak se había entregado por completo a Dongju.
Al fin, después de un par de minutos así, aferrándose el uno al otro hasta saber que eran reales y que estaban juntos, Dongju apartó su rostro del cuello de Geonhak, observándolo directamente, maullando mientras dejaba que sus ojitos hinchados analizaran cada espacio del rostro de su Geonhak, meneando sus orejitas y llevando una de sus manitos a su mejilla, acunándola con ternura, mientras se acercaba un poco más, eliminando la distancia con los labios del mayor, demostrando toda la necesidad que sentía por él en ese momento. Geonhak no dudó ni un segundo y le correspondió, incluso sintió su propio ronroneo cuando sus labios encajaron a la perfección con los de Dongju, demostrándole que no había persona que pudiera ser tan perfecto para él como lo era su minino.
Sus manos bajaron a la cadera del felino, buscando cambiar de posición o sus piernas luego le fallarían, y lo logró, con el cuerpo de este de rodillas frente a él, Geonhak separando sus piernas, una a cada lado de Dongju, mientras disfrutaba del ronroneo suave en lo que sus lenguas se encontraban, y aunque una de las manos del menor continuaba colocada sobre su mejilla, la otra quería impulsarse un poco hacia adelante para acortar mucho más su distancia, así que Dongju apoyó esta en el muslo de Geonhak y recibió un quejido por parte del mayor, rompiendo el beso ante la preocupación de ambos, porque ni Geonhak sabía lo que le había sucedido.
Bajó la mirada, encontrándose con su remera mojada y una vez la alzó para ver que sucedía, su cadera, justo en ese espacio por donde había pasado el madero, tenía una línea recta algo grande, de la cual salían pequeñas gotas de sangre y habían sido estas las causantes del punzante dolor, además de ensuciar su ropa. Geonhak sabía por una frase que la mente podía controlar más el dolor físico de lo que muchos creían, siempre había escuchado "El dolor está en la mente" pero ahora podía confirmarlo, él estaba tan sumergido en que al fin tenía a Dongju en sus brazos, que ni siquiera se había percatado de esa herida algo profunda en su piel.
Dongju lanzó un maullido hacia Geonhak, con el ceño fruncido y la barbilla un poco arrugada, en lo que hacía su tan conocido puchero, Geonhak rió ante esa mirada conflictiva en su minino, así que sin dudarlo se acercó y le dio un rápido beso, en la punta de los labios.
—Está bien bebé, es solo un rasguño. —Intentó calmarlo, pero Dongju apartó su rostro de la mano de Geonhak, y aún con esa mueca disgustada dibujada en su angelical carita, se inclinó hasta que su rostro estuvo a la altura de la herida, olfateándola un poco primero, terminó pasando la punta de su lengua sobre la piel lastimada, causando que una corriente de dolor y placer hiciera jadear al mayor. —Amor, no... no hagas eso.
Pero Dongju lo ignoró, ahora apoyándose en los muslos de Geonhak, volvió a lamer sobre la herida, llevándose parte de la sangre de Geonhak consigo, pero eso no importaba, él quería detener y curar al mayor, y Dongju sabía, por todas las heridas que se había hecho en la calle, que esa era una buena forma de hacerlo, lamiendo hasta que la sangre se detuviera.
Pero lo que el minino desconocía, era que si bien era bueno para sí mismo por todas las propiedades curativas que tenía la saliva, como la de un felino, no causaba el mismo efecto reconfortante en otra persona, de hecho, causaba algo mucho, mucho mejor. Y Dongju estaba a punto de averiguarlo.

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★彡 𝑵𝒆𝒌𝒐 𝑪𝒐𝒓𝒑𝒐𝒓𝒂𝒕𝒊𝒐𝒏 ; 𝑳𝒆𝒆𝒐𝒏 彡★
Fanfictionɴᵉᵏᵒ ˢⁱᵍⁿⁱᶠⁱᶜᵃ ᵍᵃᵗᵒ. ɴᵉᵏᵒ ᴄᵒʳᵖᵒʳᵃᵗⁱᵒⁿ ᵉˢ ᵘⁿᵃ ᵒʳᵍᵃⁿⁱᶻᵃᶜⁱᵒ́ⁿ ᶜʳᵉᵃᵈᵒʳᵃ ᵈᵉ ˡᵒˢ ᵐᵉʲᵒʳᵉˢ ʲᵘᵍᵘᵉᵗᵉˢ ˢᵉˣᵘᵃˡᵉˢ ᵈᵉˡ ᵐᵘⁿᵈᵒ, ᵖᵉʳᵒ ᵘⁿᵃ ᵛᵉᶻ ˢᵉ ᵛⁱⁿᵒ ᵃᵇᵃʲᵒ ˡᵃ ᶜᵒʳᵖᵒʳᵃᶜⁱᵒ́ⁿ, ᵗᵒᵈᵒˢ ᶜʳᵉʸᵉʳᵒⁿ ᵃᶜᵃᵇᵃᵈᵒ ᵉˡ ᵐᵃʳᵗⁱʳⁱᵒ ᵈᵉˡ ⁿⁱᵛᵉˡ ᵗᵃⁿ ʳᵃʳᵒ ᵠᵘᵉ ᵉˢᵗᵃᵇᵃⁿ ᵗᵒᵐᵃⁿᵈᵒ ˡᵒˢ ᵉˣᵖᵉʳⁱᵐᵉⁿᵗᵒˢ. ɢ...