Los caminantes trepaban por las paredes o por los techos si era necesario para atrapar a su presa. Después podían trepar mientras se camuflaban como ya lo hacían antes.
Durante varios días, sobrevivimos esperando el reposo del gruñón para que pudiera recuperarse hasta que una noche tras pasar las demás pensando y apenas durmiendo, desperté a Ray, y después de ponerme rojo, le besé apasionada y tristemente. Cuando se apartó sorprendido mientras Matt dormía junto a Dylan y los otros dos niños a tres metros frente a nosotros, le pedí que no le dijera nada a nadie y me fui del edificio.
Antes de irme, cogí el machete, agua y comida. Silenciosamente me adentré en los callejones de la ciudad y y aunque estuve a punto de morir porque los zombies a la noche eran mucho más terribles y espeluznantes, me encargué de los que venían a por mí. Le corté la cara a uno usando la técnica que utilizaba el gobernador para ser uno de ellos y estar entre los muertos y al ponerme su rostro en el mío como una máscara y cubrirme el cuerpo de la sangre del caminante sin hacer contacto con el ácido y me llené de hojas y ramas para ser idéntico a los muertos.
Empecé a andar como ellos y a gruñir como ellos para ser uno con los caminantes. Me uní a un pequeño grupo de zombies que caminaban sin rumbo alguno y cuando amanecía, todos se fueron corriendo a esconderse en las sombras y en la oscuridad. Agotado, me quedé en mitad del camino sentado y bebí un poco de agua. Esperé a que algo ocurriera y después de un rato. Algunos caminantes comenzaron a salir de los edificios y de las sombras para cazar pese a ser más débiles y lentos por el día y el calor.
Comencé a caminar junto a ellos y a lo lejos se veía un montón de humo salir del bosque y los zombies comenzaron a dirigirse hacia allí. Después de dos lentas y calurosas horas, llegamos al lugar del que provenía el humo. No había nadie y el fuego estaba apagado aunque las brasas permanecían calientes. Los caminantes comenzaron a dispersarse y escuché algo entre los árboles por lo cual decidí salir corriendo.
El hecho de haber salido huyendo, me hizo hacerles saber a los caminantes que no era uno de ellos y al descubrir que era un humano, comenzaron a andar detrás mío. Al instante, un grupo de personas bajaron de los árboles y se encargaron de los caminantes. Reconocí a dos de ellos. Eran hombres y mujeres fuertes que trabajaban para el gobernador.
Afortunadamente, al llevar puesto el rostro de un caminante y estar repleto de sangre, no me reconocieron y pude salir corriendo. Volví a la ciudad y al llegar me quedé sin provisiones por lo cual me puse a buscar más.
Conseguí bastante comida en lata y me hice con un gato callejero. Él estaba asustado entre los contenedores de un callejón y me agaché y poco a poco le hice cogerme confianza. Cuando se acercó para que le acariciara y le diera mimos, le corté la cabeza con el machete ya que así no se infectaría por el virus y se transformaría. También conseguí unos mecheros, un cuchillo afilado y agua.
Hice una hoguera y en ella preparé el gato para comérmelo. Después de comérmelo rápidamente, antes de que algún caminante viniera a por mí o el humo de la hoguera llamara la atención de los zombies o del grupo del que me fui, empezó a anochecer.
Me escondí en una enfermería pequeña para no tener que preocuparme de que algún caminante apareciera en cualquier momento como en un edificio. Me guardé un bote de alcohol en la mochila y me tomé un sedante. Instantáneamente, se me empezaron a cerrar los ojos. A la mañana siguiente, el ruido de unos disparos me despertaron. Maté a un caminante y volví a llenarme de sangre para aparentar ser un zombie.
Me uní a un grupo de caminantes que se dirigían al lugar de donde procedían los disparos pero al llegar no había nadie. Estábamos cerca del edificio en el que nos resguardamos todos. Entré y adentro me encontré el cadáver del gruñón con un disparo en la cabeza y la pistola al lado de él. Me guardé la pistola y le cogí el paquete de cigarros que llevaba encima. Salí a enterrarlo en el bosque y volví al edificio por si mamá, Max o alguien me había dejado una pista que indicara hacia donde se dirigían pero, no di con nada.
Encendí un cigarro y empecé a fumar. Empecé a toser una y otra vez sintiendo como me quemaba por dentro. Empecé a sentirme más ligero y tranquilo y recuperé la calma. Al salir del edificio, vi en el suelo una pequeña flecha hecha con tres palos que apuntaba a una dirección. Empecé a andar hasta salir de la ciudad. Al no tener un reloj a mano desafortunadamente, no sabía cuánto quedaba para que se hiciera de noche. Me arriesgué a seguir caminando después de descansar media hora para recuperar fuerzas, para comer, y para beber.
Anocheció y vi el horizonte escondido detrás de un montón de humo. Cuánto más me acercaba, más me asfixiaba. El sudor se deshizo de la sangre que me hacía ser uno con los caminantes por lo cual no me quedó otra que volver a la ciudad mientras el fuego se seguía expandiendo. Empecé a escuchar rugidos al rededor mío. Empezaba a costarme respirar asique aceleré el paso.
Me estaba asfixiando y no podía continuar mucho más. Me quité la sudadera y la guardé. Después, me quité también la camiseta y me la até al rededor de la cintura. Me bebí dos botellas de agua en menos de diez segundos y conservé la otra que me quedaba. Empecé a correr hasta que vi que detrás mío y al rededor mío, cientos o quizás miles de caminantes corrían como los humanos corrían al principio de todo con el terror en las venas.
Creía que estaba perdido y que era mi fin pero no se detuvieron para devorar mi sudoroso y ardiente cuerpo. Todos los caminantes corrían y corrían sin parar pasando de mí. Antes de que el ácido que salía de ellos hiciera contacto conmigo, me tiré al suelo y me cubrí con la camiseta, la sudadera, y la mochila. Estaba siendo pisoteado una y otra vez incluso se tropezaban conmigo.
Aguantando el dolor y el ardor recorriendo mi cuerpo, permanecí atento todo el tiempo viendo las caras de los caminantes por si reconocía a alguien. El ácido de los caminantes que goteaba y caía de ellos, destrozó la sudadera y la camiseta. Afortunadamente, antes de hacer contacto con mi piel, pude levantarme y correr esquivando a los muertos y matando a bastantes con el machete.
Cuando entré a una tienda vacía y segura sin quitarle un ojo de encima a todos los caminantes que corrían para ver si reconocía a alguno, vi que entre ellos a los otros dos pequeños hermanos que sobrevivieron junto a mí y a los demás. Estaban repletos de mordeduras y su piel estaba quemada por el ácido de otros caminantes. Agotado y mareado me senté en el suelo y bebí un poco de agua. Antes de que cayera dormido, vi que tenía una mordedura en la pierna.
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Extinción.
Ficção CientíficaDespués de que nosotros los humanos hayamos destruido el planeta, el cambio climático junto a la contaminación en todo el planeta y otras catástrofes, los humanos comenzaron a cambiar tanto físicamente como psicológicamente, con sarpullidos por toda...