Capítulo 18 El pueblo.

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Al día siguiente, acompañé a Ray a ver al viejo que gobernaba aquel lugar lleno de habitantes asustados. Todos aquellos que trabajaban para el, llevaban su nombre pegado al uniforme en un pequeño cartel pegado a la camisa del uniforme. El viejo no llevaba ningún cartel pegado a su ropa que indicara cuál era su nombre. El se hacía llamar "Gobernador" aunque la mayoría de personas le llamaban señor.

Uno de los que trabajaban para él, nos hizo esperar media hora. Cuando al fin apareció, se dirigió a nosotros con una falsa sonrisa y preguntó si nos encontrábamos bien. Fuimos directamente al grano y le pedimos que buscara un nombre en donde apuntaba los nombres de los habitantes. Al cabo de otra media hora, al fin cerró el cuaderno, lo dejó en su escritorio y se dirigió a nosotros. Sonrió de nuevo y nos dió una dirección.

Antes de que nos fuéramos, le pedí que me devolviera el reloj ya que necesitaba medir el tiempo aunque en el apocalipsis el tiempo es lo que menos importa ya que no te esperas nada de lo que puede ocurrir. Después de acabar en una discusión, el gobernador me lanzó el dichoso reloj, suspiró y nos echó de su oficina.

Nos dirigimos hacia la casa de la dirección que nos dió el viejo. Cuando llegamos, decidí esperar afuera y Ray tocó la puerta. No se escuchaba nada y Ray volvió a tocar la puerta. Cuando vio que no le abrían, tocó el timbre. Al fin abrieron la puerta y quién la abrió, no se alegró mucho de ver a Ray.

Fuimos a ver a Matt, el novio de Ray. Ray se encontraba muy emocionado y nervioso. No dejaba de sonrojarse y de temblar al mismo tiempo. Matt abrió la puerta despacio y echó un ojo. Vió que Ray se encontraba esperándole y se sorprendió. Él se abalanzó a Matt y le abrazó muy fuerte. Matt parecía encontrarse muy nervioso y en ese entoces una voz se escuchó desde la habitación de Matt. Alguien preguntaba qué estaba pasando y cuando se asomó por las escaleras Ray vió a Dylan en calzoncillos observando a Ray. Dylan, el abusón del instituto que se metía con Ray por ser gay y le hacía bullying, se encontraba en calzoncillos en las escaleras de la casa de los padres de Matt. Sus padres no se encontraban dentro y la situación no dejaba de ser cada vez más intensa e incómoda.

Ray le dió un tortazo a Matt y se marchó corriendo después de romperse a llorar. Vi como Matt iba tras el y Dylan se quedaba en la puerta observando la situación. Cuando les perdí de vista, decidí marcharme a casa por otro camino pretendiendo llegar antes que Ray. Cuando llegué a casa, encontré una nota de mamá en la que ponía que se habían ido a ubicarse y a conocer mejor el pueblo. Al cabo de unos minutos, Ray llegó a casa mientras que Matt corría tras el. Ray subió a su habitación y esperé a que Matt tocara la puerta. En vez de tocar el timbre se disculpó tras la puerta y quiso dar explicaciones. Abrí la puerta, le dejé entrar y le hice esperar sentado en la sala. Me dirigí a la cocina, llené un cubo de agua fría y la llené de hielo, esperé a que se enfriara todo lo posible, y cuando vi que no podía estar más fría fui hacia Matt y le tiré el agua encima. Después, le metí los restos del hielo por los pantalones y le eché a la calle. Ni tan siquiera me insultó. Permaneció callado todo el rato y no intentó ni ponerme una mano encima.

Moví un poco la persiana de la ventana de la sala y vi que Matt seguía en la puerta sin hacer nada. Me dió un poco de pena pero se lo tenía bien merecido. Mientras que él seguía tras la puerta sin hacer nada, pasé la fregona por toda la sala y el pasillo, abrí las ventanas y esperé a que se secara el suelo. Cuando al fin vi que Matt se marchó, pensé en que ya le di suficiente tiempo a solas a Ray.

Subí las escaleras, me dirigí a la habitación de Ray y toqué la puerta. No dijo nada y le pregunté si podía pasar. De nuevo no recibí respuesta. Intenté abrir la puerta pero estaba atrancada contra algo. Golpeé la puerta y la empujé hasta que al fin moví el mueble que no me dejaba pasar. cuando al fin entré, Ray estaba tumbado en la cama con la cabeza bajo su almohada. Me senté a su lado y como cualquiera haría, le pregunté si se encontraba bien aún sabiendo la respuesta. Salí de la habitación, fui a por un vaso de agua y se la dejé en su escritorio. Escuché que ya no lloraba y le dije que bebiera. Se sentó, cogió el vaso, la vacío con dos tragos y se volvió a tumbar. Esta vez no se escondió bajo la almohada. No podía hacer nada por el asique decidí tumbarme a su lado y esperar a que los demás volvieran a casa.

Acabamos dormidos hasta que Matt nos despertó. Tocó el timbre y se volvió a disculpar. Permanecí en la cama sin moverme y Matt volvió a llamar a Ray. Ray se levantó de la cama, bajó las escaleras y le abrió la puerta a Matt. Se sentaron en la sala y me senté en las escaleras para escuchar lo que hablaban pero Ray cerró la puerta. Media hora después, salieron de la sala y Matt se marchó sin despedirse de ninguno de los dos. Me quedé mirándole a Ray y después de un largo suspiro, dijo que le perdonó pero que no iba a volver a llevarse bien con el.

Después de que todo volviera a estar como antes, mamá, Amanda y Max. Entraron con una forzada sonrisa y cuando cerraron la puerta dejaron de actuar. Estaban asustados al igual que todos los habitantes del pueblo. Resultaron llegar al centro del pueblo donde no se encontraba ningún habitante. Las pocas personas que salían de sus casas evitaban todo lo posible el centro. De ahí procedían todos los disparos que se escuchaban cada poco tiempo. Mataban a quienes no cumplían con las órdenes del gobernador y sacrificaban a algunos inocentes que cumplían las normas tan solo para poder repartir comida a cada casa del pueblo.

Después de cenar, cuando los demás se fueron a dormir, Max quiso ir al portón del pueblo pero no quería ir solo. Tampoco le dejaría ir solo. Sin darme explicaciones, fui con el a escondidas hacia el portón sin que nadie nos viera. Cuando al fin llegamos, nos escondimos tras las primeras casas y vimos como bastantes hombres que trabajaban para el gobernador llevaban una fila de personas con las manos encadenadas como si estuvieran esposados, la boca tapada con cinta aislante y las cabezas tapadas con bolsas de basura. Abrieron una de las alcantarillas del suelo y los bajaron a todos de uno en uno. Después vimos como un montos de personas, tanto niños como adultos, salían de dónde se escondían para espiar como nosotros hicimos y se marcharon a sus casas.

Entramos en casa sin hacer ruido y le metí a Max en su cama. Le tapé con las sábanas como si fuera un niño y como todas las noches, se quejó de que ya no era un crío. Max debía tener un año más desde que todo empezó. Todos estábamos creciendo y no nos dábamos cuenta ya que en el fin del mundo nadie lleva la cuenta de los días.

Esperé a que Max se durmiera y me fui a la habitación de Ray. Le desperté y le conté todo lo que Max y yo vimos. Después de hablar, decidimos ocultarselo a mamá y a Amanda durante unos días. Aqueligar era horrible y terrorífico y nunca sabríamos cuando seríamos los siguientes pero después de todo por lo que habíamos pasado necesitábamos descansar más días.

Desde aquella vez, todas las noches después de que mamá y Amanda se durmieran, Ray Max y yo nos escapabamos para espiar lo que el gobernador y sus hombres hacían. Cuando mirábamos al rededor nuestro, veíamos como muchísimas personas nos miraban sin disimulo. No le dimos mucha importancia hasta que unos días después de dejar de ir cada noche a ver lo que hacían frente al portón, alguien tocó el timbre y metió una carta bajo la puerta. Max bajó corriendo como cualquier niño haría y cogió la carta. Mamá y Amanda, estaban en la cocina preparando la cena. Preguntaron quien era aquel que llamó al timbre pero abrimos la puerta y no había nadie tras ella. Preguntaron si dejaron una carta o un paquete y Max respondió que no.

Máx, Ray y yo, nos encerramos en nuestra habitación y abrí la carta. No había nada escrito pero si había una dirección y una hora específica. Miré el reloj y vi que quedaban tres horas. Cenamos, esperamos a que mamá y Amanda se durmieran y fuimos a la dirección que nos dieron a la hora que nos dieron.

Extinción.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora