Capítulo 31 Max. (Primera parte)

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Soy Max y si escribo esto, es porque mi hermano Luke, ha muerto. Probablemente yo me muera pronto ya que sin él no quiero vivir aunque el muera ni aunque haya formado una familia.

No qué va, mi hermano sigue vivo y coleando. Me pidió que escribiera en su libreta como hizo con Ray hace muchos años. Aunque si es cierto que si el muriera, yo sustituiría su lugar y seguiría escribiendo lo que quiera que sea esto.

Las casas de los que vivían en el oeste no se encontraban una contra otra. Eran más lujosas y tenían más privacidad. Imaginaos lo que tiene que significar que un tetrazombie (obviamente se me ocurrió a mí el estúpido nombre) me interrumpa acostándome con Cath. Por poco comparto con él a mí chica, pero solo yo me la puedo comer.

Mamá siempre dice que soy muy joven para relaciones pero creo que ya tengo al rededor de dieciocho años tal vez veinte o más. Soy tan ingenuo que con treta años pensaré que tengo veintitrés.

Luke siempre malinterpretó o más bien desinteresó mi vida en todo el apocalipsis por lo que voy a escribir aproximadamente doce años de apocalipsis en un capítulo o dos cuando él hizo lo mismo en treinta.

Luke no fue el único imbécil que se escapó y huyó de la realidad varias veces. Tendría dieciséis años cuando me filtré en el grupo A de cazadores de la muralla. ¿Quién sino creíais que descubrió como matar a un tetrazombie?

No puedo tomarme nada en serio, de hecho me río de mi propia muerte. El grupo atrapó a uno de esos monstruos y lo encerraron en la muralla. Desgraciadamente, yo no regresé. Cath anunció mi desaparición pero ella sabía que yo seguía con vida. La muralla tiene celdas estrechas dentro de esos tres metros de grosor y ahí lo retuvieron. Pasó una noche desde que desaparecí y la pasé en un árbol camuflado. Aquellos zombies mutados se volvieron tan inteligentes que me rodearon en un instante.

Cogí de mi mochila un frasco de sangre. La sangre era mía. Me saqué sangre y la metí en un tarro al igual que hice otras cosas que cualquiera al verlas me tomaría por psicópata. Tal vez sea un psicópata, pero sigo vivo. Cogí el frasco y lo tiré a cinco metros del árbol y cuando se rompió, todos fueron directos a la sangre. Abrieron sus capullos y comenzaron a gruñir menos uno que seguía con la cabeza cerrada. Debía ser el alfa. Tiré una granada y todos explotaron menos el Alfa que se mantuvo protegido con el capullo cerrado. Tenía un par de rasguños pero se veía intacto.

Todos los caminantes mutados tenían el capullo reventado y sangraban de dentro. En el fondo seguían siendo igual a nosotros, duros por fuera pero muy frágiles por dentro. No sé a qué esperaba el Alfa para matarme ya que podría escalar el árbol o simplemente tirarlo abajo y comerme, pero en vez de eso, se puso en dos patas como una persona o caminante normal y se marchó corriendo. Había pisado su terreno y él querría pisar el mío.

Antes de irme de vuelta, tendí una trampa. La noche antes de salir, desenterré uno de los últimos cadáveres enterrados y le corté la cabeza. Lo limpié por dentro y lo rellené de pólvora. Esperé al día siguiente por si volvía el Alfa con más mutantes y el resto del día decidí quedarme en el árbol.

Un montón de rugidos me despertaron antes de hacerse de día. Aunque fuera de día los árboles tapan la luz del sol lo cual es un problema para los supervivientes que se encuentren en los bosques. Me hice un corte profundo en la palma de la mano y dejé caer sangre para atraer a algún tetrazombie. Un omega si es que se le puede llamar así a un solitario se acercó como si nada y no abrió el capullo de la cabeza para olfatear la sangre. Se puso en dos patas y ahí me di cuenta que era el Alfa del día anterior. Se acercó a la cabeza y disparé. Explotó la cabeza y el muy cabron salió disparado pero ileso.

En la mochila guardaba un ratón vivo dentro de un táper que me dió Cath. Me salvó la vida que me metiera un ratón en un táper en vez de una rebanada de fruta como cualquier otra novia haría. Su hermana fue quien me infiltró y me dió la idea de lo siguiente: lo solté y salió huyendo. El depredador abrió el capullo, cogió al ratón con una mano y cuando iba a metérselo en la boca, le disparé una vez tras otra en la cabeza mientras la tenía abierta.

Necesitaba un arma de fuego avanzado para matarlo pero causaría demasiado ruido. Le disparé dos veces y me abalancé sobre él. Antes de que intentara arañarme, le eché una gran cantidad de alcohol sobre la cabeza y lo prendí fuego. Tardó un rato en darse por vencido. Le corté la cabeza con mucha dificultad y regresé con ella en la mano al campamento. Así me hice con la confianza de los supervivientes y de los superiores. Así pues, me dejaron quedarme en el oeste sin ser un ocupa como Cath y empecé a cazar y a asesinar mutantes sin que mi familia lo supiera.

Extinción.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora