Preludio: Casus belli

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" Caso de guerra. "

Sasuke logró inhalar por sobre el nudo que tensaba su pecho, en sus brazos yacía el cuerpo frío y tieso del que fue su mejor amigo

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Sasuke logró inhalar por sobre el nudo que tensaba su pecho, en sus brazos yacía el cuerpo frío y tieso del que fue su mejor amigo.

Más adelante estaba el cuerpo de su maestro y su mejor amiga. Y a su alrededor miles de cuerpos de los aldeanos, gente que solía cruzarse con el cuando aún vivía en la Aldea.

El llanto ahogado de alguien se escuchaba, aún si la risa histérica de la mujer gigante resonaba fuerte.

Sintió una fuerte mano posarse en su hombro, apretando levemente para llamar la atención.

Jūgo le dirigió una mirada carente de algo, pero a la vez llena de todo. El azabache se alzó con cuidado, dejando el cuerpo de su amigo a sus pies.

-Haré el jutsu, tu solo encárgate de distraerla... no hay forma de escapar.

Sasuke suspiró, parpadeando varias veces para contener sus lágrimas.

Mientras su cuerpo se dirigía en modo automático a tratar de detener a la mujer, su cerebro rememoraba una y otra vez sus diecisiete años de vida. Desde lo más pequeño a lo más traumático...

No iba a justificarse ni a mentir, había hecho cosas horribles. Cosas que lo convertían en algo peor que la escoria, y lo aceptaba. Aún así, una pequeña parte de él, esa que aún recuerda con añoranza sus años de luz junto a sus amigos, se arrepiente profundamente de sus decisiones.

Si antes le hubiesen preguntado si habría tomado el mismo camino para llegar a donde estaba, seguramente hubiera dicho que si, que no había ningún problema... pero ahora no estaba tan seguro.

Su cuerpo impacto duramente contra el suelo, en décima ocasión desde que Jūugo estaba reuniendo chakra para el sello.

Kaguya se reía en sus narices, burlándose de su miseria. De sus vanos intentos por derrotarla. Veía la borrosa y alta silueta zarandearse de un lado a otro.

Estaba tan cansado...

Hizo un último esfuerzo por levantarse cuando vio lo que la mujer tenía en sus manos.

Naruto.

Escupió sangre, poniéndose en posición de ataque, listo para lo que tuviese que hacer. La voz del pelinaranja ordenándole inmovilizar a la diosa le dio la última pauta que necesitaba para atacar.

Logró, muy apenas por sus escasas fuerzas, tumbarla al suelo. Empuñó un kunai contra el cuello de la mujer y sonrió.

Lo último que sus ojos lograron distinguir fue la luz del estallido que lo cubrió todo.

Se dejó ir.

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𝙰𝚕𝚎𝚊 𝚒𝚊𝚌𝚝𝚊 𝚎𝚜𝚝 || NaruSasu.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora