La mañana estaba empezando a entrar cuando se levantó. Solía despertarse casi al mediodía, pero, sin saber la razón, ese día no fue como esperaba. Salió de la cama, y notó algo inesperado. El rubio no estaba en su cama. Antonio no le conocía lo suficiente como para decir que eso era muy común, pero algo dentro de él le decía que no podía ser eso normal. Bajó a la primera planta. Todo vacío, ni un solo alma en la gran sala. Se empezó a preocupar. A menos que eso de salir sin avisar fuese algo normal en Arthur. Lo dudaba mucho.Bajó esta vez al taller como alma que lleva el diablo, tratando de no perder los estribos. Le vio. Se miraron durante unos segundos. Los ojos esmeraldas del inglés estaban enrojecidos, y un poco hinchados. Estaban como en la noche anterior. Si el castaño estaba preocupado antes, ahora lo estaba más. Sentía que todo eso era su culpa.
Arthur cogió rápidamente su arco y sus flechas, se puso la capucha, y se fue. El español gritó su nombre, en un intento de pararlo. Se mente le decía que fuese tras él, que le parase y lo hablasen, pero su cuerpo no quiso obedecer. Se maldijo a sí mismo por ser tan cobarde en algunos momentos. Miró a la puerta durante un buen rato, hasta que escuchó unos ruidos en las plantas de arriba.
Scott ya estaba despertando al irlandés mientras Dylan despertaba a su otro hermano. No sabía si decirles sobre la huída del inglés o esperar para buscarle él mismo. No le dio tiempo a escoger una opción cuando el escocés empezó a hablarle.
— No te preocupes por Arthur. Siempre que se enfada se marcha por la mañana -dijo tirándole de una oreja a Ciam, el cual le pedía que parase-. Volverá antes de la comida, ya verás.
Y esperó. Esperó a su regreso. Al principio del día no se preocupó, y ocupó el sitio del rubio en el puesto de venta. Cuando los clientes preguntaban por el chico, Antonio les respondía que se había ido. Estos entendieron a la perfección lo que quiso decir, le conocían bien. Pero cuando el sol estaba cerca de completar la mitad de su travesía, las cosas en la cabeza del español empezaron a complicarse demasiado. Tenía miedo de que Arthur acabase mal. Al fin y al cabo, era el hermano pequeño de su maestro, debía defenderle con todo lo que tenía.
En cuanto cerró el puesto para el descanso de la comida, fue en busca del escocés. Esperaba que le dijese que era algo normal, que a veces no llegaba a la hora. Fue inesperada, y un poco mal recibida, la respuesta que le dio.
— No sé donde puede estar, ni porque no ha vuelto, y eso me preocupa -dijo indiferente a sus propias palabras.
— Iré a por él -fue hacia el piso de abajo el galés para ir marchando en busca de su hermano.
— No vas a ir tú, Dylan. Irá Antonio, y arreglaran las cosas -paró de inmediato al pelirrojo claro, para después señalar al español-. Debes dejarle claro que no eres como él cree.Asintió entusiasmado. Cogió una pequeña espada, por si acaso, y se puso unas botas con detalles metálicos. Marchó deprisa en dirección a una zona alta, para poder divisar por completo la gran ciudad de Ghuz. Pasó por múltiples calles, y los burgeses se extrañaban ante la velocidad del español. ¿A dónde iría, con tales prisas y en una hora como era esa? Antonio evitaba a la poca gente que se le cruzaba, con el único objetivo de encontrar al inglés.
Tras dejar atrás la última calle de la ciudad, donde residían temporalmente algunos mercaderes, llegó al monte. No era muy alto, ni mucho menos, pero para la gente de la ciudad y de los alrededores era suficiente. Conocido como Monte Zumja, primero por el estamento no privilegiado, y finalmente por todos en el reino.
El camino tenía algunas piedras en los alrededores, y al principio pocos árboles eran los que habían. Redujo la velocidad de sus pasos por si acaso. No quería pasar por delante de Arthur y no darse cuenta de que estaba ahí. Estaba nervioso, muy nervioso. Pero no sabía porque. Tal vez hubiese una razón... No, se dijo. No podía ser aquello. ¡Solo le conocía de dos días! Era imposible que fuese lo que creía que era. Sí, era cierto que a Antonio se le daba muy bien hacer amigos, y que se encariñaba con todos con mucha facilidad. Pero aquello...
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El aprendiz de Scott
Historische fictieHabía "traicionado" a su linaje de nobleza, ganándose así su expulsión. Pero si nacías siendo noble, lo serías para el resto de tu vida. Y él lo sabía. La mitad de las tierras de su hermano eran suyas por ser noble, pero no las aceptaría hasta volve...