El momento de levantarse había llegado, y esta vez no estaba acompañado de los gritos de Scott. Aunque el nor-rlandés seguía sin querer levantarse, pero eso ya era algo muy común para todos. Su gemelo se encargó de levantarlo. Aunque cogerlo de los pies y tirar no parecía ser lo mejor. El español se encargó de recoger y colocar todo correctamente, hasta que notó un bulto en la cama del inglés. Quitó la manta con rapidez, causando un gruño molesto de quien estaba debajo. Quería reírse, debía hacerlo, pero lo hizo internamente. El rubio estaba en posición fetal, agarrándose las piernas con las manos, y con una cara de molestia un tanto penetrante.— Venga Arthur, ya es hora. No querrás que Scott se enfade contigo, ¿cierto? -dijo sonriente incluso a esas horas de la mañana.
— Me duele todo... -se giró para quedar mirando hacia el techo, y puso su brazo en la cara.
— ¿Estás bien? Tu voz no suena como siempre.
— Siento el cuello como si tuviese miles de espinas dentro, es horroroso -en ese momento le dio un ataque de tos, y su rostro podía mostrar una gran preocupación.
— Oh, ya veo. Te has puesto malo. Tranquilo, solo...
— ¡¿Qué?! ¡Ay dios, voy a morir! -cortó al otro, dramatizando.
— No digas tonterías, no es para tanto. Yo he pasado por eso varias veces, es un simple constipado.
— ¡Para ti es fácil decirlo! ¡Tú tenías la vida solucionada, lo tenías todo! -se llevó la mano al cuello, le dolía de gritar. Se calmó para calmar el dolor-. Aquí no tenemos los lujos de los nobles, ¿sabes? Aquí cualquier cosa podría ser mortal.
— No te pongas nervioso, yo me encargo. Sé como encargarme de este tipo de cosas. Solo, cálmate, ¿vale? -su tono, aunque seguía siendo amable, había obtenido una pizca de severo. El inglés asintió, un poco asustado-. Bien. A ver, déjame un momento...
— ¡¿Qué... qué haces?! -estaba un poco nervioso, pero por la cercanía que el otro había decidido tener. Le puso la mano en la frente.
— No parece que tengas fiebre, por ahora. Lo sabía, no es un resfriado, solo es un constipado. Y tranquilo, es muy suave. Sí es cierto que sentiras cierta molestia, pero no será mucho -se fijó en su ropa, que aun seguía un poco húmeda por la espalda-. Será rápido. Ah, y quítate esa ropa, o te pondrás peor, créeme.Obedeció mientras el otro iba al baúl donde tenían la mayoría de la ropa. Cogió una camisa un poco gorda y un pantalón simple. Cuando volvió con el rubio, solo se había quitado la camisa que llevaba. Y eso ya le había costado lo suyo. Le sonrió suavemente, transmitiéndole seguridad. No quiso, pero su cerebro actuó por su propia cuenta; le sonrió como respuesta. Se estaba pegando mentalmente, ya que eso era lo único para lo que tenía fuerzas en ese momento. Le toleraba, pero no eran amigos. ¡Ni mucho menos! No lo serían jamás. Eso lo tenía claro.
El español se puso detrás de él para secarle con un trapo la espalda, que aún seguía un poco húmeda. Pudo notar también la humedad de la cama. No le vendría bien quedarse ahí mucho más tiempo, o acabaría, como ya había dicho, peor de lo que estaba. Lo sabía por experiencia propia. Se fijó en la cicatriz. En todo el tiempo que llevaba ahí, no había podido verlo. Era completamente idéntica a la suya. Inconscientemente aceró su mano hacia ella, y la tocó con suavidad. El rubio se estremeció notablemente. Era muy sensible en esa zona. Ahora, definitivamente, no iba a ser su amigo. Nadie tocaba la cicatriz, con y sin su permiso.
— ¡¿Qué te crees que estás haciendo?! -se giró inmediatamente, evitando que Antonio siguiese tocando-. ¡¿Acaso eres tonto?!
— ¡Lo siento! No sabia que fueses tan sensible en la espalda.
— No es la espalda, aunque tampoco me gusta que me toquen ahí. Es la cicatriz. No tenías ningún derecho a tocarla, ¿sabes? -aun estando malo, seguía siendo igual de borde en algunos momentos.
— Ya te he dicho que lo siento, de verdad... -su voz cada vez estaba en un volumen más bajo; estaba muy arrepentido, solo que no sabía como demostrarlo.
— Oye, vosotros dos, Scott os quiere abajo ya, deberíais daros prisa... -llegó subiendo las escaleras el irlandés. Al ver a su hermano pequeño, sin camisa, y al español detrás de él, no pudo evitar mal pensar la situación; el castaño entendió la cara que había puesto, y se puso de pie de inmediato, con la cara roja de la vergüenza-. Yo... si queréis.. Os dejo solos.
— ¡Espera Ciam! No pienses cosas que no son, por favor. Solo dile a Scott que Arthur está malo, y yo me quedaré a cuidarlo.
— Cómo que... ¿cómo que malo? Arthur, ¿qué has hecho ahora? -el rubio le miró mal, muy mal-. ¿Ya te vas a morir? ¡Si no has ligado con nadie!
— Tú tampoco, además -tosió de improvisto, asustando al pecoso-. Además, según este tonto -señaló al moreno-, no me moriré. Aunque siento como si fuese a hacerlo. Dios, como duele...
— Claro, la garganta está irritada. Anda, deja de hablar y quejarte, y ponte esto. Los pantalones también fuera -el de menor altura de los tres seguía mirándolos, confuso. ¿Cómo quería Antonio que no lo mal pensase si iba diciendo esas cosas como si nada? No, no terminaba de entender al español-. Será mejor que descanses en mi cama mientras la tuya se seca, ¿vale?
— Chicos, yo voy bajando y eso mientras hacéis... mientras hacéis lo vuestro, sea lo que sea -y bajó, aún confuso.
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El aprendiz de Scott
Tarihi KurguHabía "traicionado" a su linaje de nobleza, ganándose así su expulsión. Pero si nacías siendo noble, lo serías para el resto de tu vida. Y él lo sabía. La mitad de las tierras de su hermano eran suyas por ser noble, pero no las aceptaría hasta volve...