IX

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Salieron al mediodía a las calles, en unos de los típicos paseos de viernes de Liam. Aquellos días eran siempre muy sencillos; no había mucha clientela y era mucho más fácil salir sin encontrar montones de gente por todos lados. Lo que no terminaba de entender era el por qué le había pedido que fuese con él. Sí, salir de vez en cuando era agradable, e incluso ir al monte, pero se había acostumbrado tanto a estar dentro que le era algo raro. Aun así, no le desagradaba. Su sonrisa animaba a todos con los que se encontraba.

Pero notaba que algo no estaba bien. Si bien era cierto que los viernes no había casi nadie en la calle, aquello no era normal del todo. Estaba, prácticamente, vacío. Ni un solo alma. Solo gente desde los balcones, tranquilos. No quería preocuparse, pero le salía solo; evitarlo era algo imposible. Ante su incapacidad para pensar en algo diferente, llamó la atención del pecoso.

— Pues ahora que lo dices... Nunca había visto la ciudad tan solitaria -comentó, echando la vista atrás. Seguía sin haber nadie.
— ¿Por qué crees que sea? 
— Seguramente no sea nada de lo que preocuparse, espero. Aunque tampoco esta ha sido una ciudad con mucho movimiento, para serte sincero -se hincó de hombros-. Tal vez por eso Scott la escogió para mudarnos.
— Aún sigo sin entender del todo por qué os fuisteis.
— Te lo resumo: nos amenazaron, nuestra madre estaba muy mayor, murió y Scott tomó el control de la familia. Nos fuimos en cuanto pudimos. Éramos pequeños, pero entendíamos lo que pasaba -se dieron la vuelta para regresar-. Menos Arthur. Él era mucho más pequeño que nosotros. Y solo teníamos trece nosotros dos. Más o menos.
— Eso sí que debió de ser duro. Creo que será mejor que no pregunte más...
— A mí me lo puedes decir sin problemas, no le doy tanta importancia. Son mis hermanos los que se ponen nerviosos. Y ahora que me doy cuenta... ¿dónde está Ciam? ¿Dónde hay que recogerlo?

Era cierto, el mayor de los gemelos también había ido con ellos en ese paseo. Solo que se había separado de ellos cuando pasaron por delante de la estación de mensajería de la ciudad. Otra carta. Debía contarle a Emma sobre lo visto antes de ayer. Llevaba escrita un buen tiempo, pero no había tenido la oportunidad de mandarla en ningún momento. Allí estaba. Con la espalda en una pared, leyendo la que ella le había mandado. Esperaba a los otros dos. Tardarían en llegar, así que no se preocupó mucho.

Como todas las cartas de la belga, esa estaba escrita en un papel muy bonito, con una caligrafía preciosa. Sin embargo, su contenido no era lo que el irlandés se esperaba. Últimamente habían dejado un poco de lado el tema de Antonio y Arthur, y se habían dedicado a contarse sus vidas entre ambos. Esa carta era totalmente de eso. Le decía sobre sus hermanos, sobre el palacio, y sobre ella. Y sobre lo que le gustaría volver a verle en persona. Sonrió al leer las últimas palabras: "Nos veremos pronto, estoy segura. Hasta entonces, cuídate mucho. Te quiere, Emma". Estaba tan contento que no le entraba la felicidad en su interior. ¡Tenía que contárselo a alguien, ya! Menos mal que ya veía a los otros dos a lo lejos.

Se aceró corriendo, y empezó a soltar muchas cosas demasiado rápido para los otros dos. Con lo tranquilos que estaban y tenía que llegar él para destruir esa tranquilidad. Por eso el español adoraba tener charlas con el nor-irlandés. Era tan calmado que casi nadie notaba su presencia. Algo que el propio Liam agradecía, y muchos, los que le notaban, le envidiaban por ello. Calmaron al mayor de los gemelos, y preguntaron el por qué de su actitud.

— A ver, voy a intentar explicarlo. Emma me ha estado mandando cartas donde me contaba un montón de cosas y eso. Eran muy bonitas, y ella era tan dulce... -se estaba sonrojando conforme hablaba; ambos le miraban raro.
— Me estás diciendo que, ¿te gusta lo que te dice?
— ¡Sí, eso exactamente! Me encanta todo lo que me dice, es demasiado mona.
— Ciam, ahora mismo estás en mi misma situación, ¿sabes? -comentó divertido el castaño.
— ¿Qué? ¡No! Eso no es verdad...
— Querido hermano, siento decirte esto, pero él está en lo cierto. Te has enamorado.
— ¡No!

El aprendiz de ScottDonde viven las historias. Descúbrelo ahora