Prólogo

338 23 3
                                    



A palacio habían llegado un grupo de nobles del feudo más próximo al suyo. Se presentaban y agradaban a todos en la estancia. En la comida solo se escuchaban conversaciones muy animadas. Pero él solo intentaba que su subordinado se comiese sus verduras. Tratar con un niño tenía sus complicaciones, y más si era como ese pequeño. Cada vez que se las daba, Lovino las apartaba. Menos mal que tenía una paciencia digna de dioses.

En la tarde se organizó un baile para todos los nobles que se encontrasen en el feudo del señor Ferreira*. La mayoría era gente del reino, y habían muy pocos extranjeros. Todos se divertían y bailaban, gracias a que ese era uno de los pocos reinos donde la música no estaba prohibida.

En un momento una moza se acercó al hermano del señor Ferreira, invintandolo a bailar. Él la rechazó muy amablemente. Pero no porque no le gustase bailar con chicas como ella, que además era muy guapa, sino porque no sabía bailar. Solía "bailar" cuando solo estaban su hermano, su subordinado y sus tres amigos presentes. No le gustaba hacer el ridículo.

Pero, su hermano, al ver como la rechazaba y ella se iba a otra zona, fue a hablar con él. Empezó a hacer falsas acusaciones, e hizo un veredicto. Cuando la fiesta acabase y todos los invitados hubiesen marchado, él se iría y no tendría derecho a volver. Se quedó impresionado ante la decisión del mayor. Sí, era cierto que nunca se habían llevado bien del todo, pero, ¿llegar a echarlo de su hogar solo por rechazar un baile? No podía creerlo.

En el alba de la mañana marchó, buscando un nuevo hogar. Su subordinado ahora quedaría a cargo de su mejor amiga en ese lugar, Emma, y también de sus hermanos, Govert y Johan. Al menos ellos podrían seguir viviendo bien, pensó. Siguió su caminata, porque sí, iba a pie, sin saber a donde ir exactamente.

Al caer la noche ya estaba arto de caminar. Le dolían las piernas, y tenía hambre, mucha hambre. Subió torpemente a un árbol e intentó descansar. Era la primera noche de su exilio, y no empezaba bien.

Con la entrada de la mañana siguiente retomó su camino, aún cansado, pero no perdía la esperanza. Tuvo mucha suerte cuando encontró, a lo lejos, una muralla. Con un gran esfuerzo corrió en esa dirección, y su sospechas se confirmaron. Era una ciudad. Soltó un suspiro de alivio, entrando por el gran portón. Tal vez él también tendría un hogar de ahora en adelante.














{———————————————}

*Ferreira: es el primer apellido de Paolo (Portugal), o al menos el que he decidido ponerle

El aprendiz de ScottDonde viven las historias. Descúbrelo ahora