XV

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El destino es algo cruel en algunos momentos. Pero muy sabio. Las personas lo ven de diferentes maneras. Algunos lo ven como un demonio, otros como un dios. En algunas culturas el destino se representa con objetos, como hilos que unen a las personas. Tiene miles de aspectos y a la vez no tiene ninguno. Es muchas personas y a la vez ninguna. Nadie sabe nada, y todos lo saben todo. El destino es algo confuso, y tantos han sido los intentos de entenderlo que, cada vez, se ha vuelto más misterioso.

En este caso, el destino quiso divertirse un poco. Una maldición. Eso fue lo que creó. A dos almas destinadas al azar se la lanzó. Cuando una de las almas muriese primero, esa sería la que siempre moriría antes. Las dos almas reencarnarían con todos sus recuerdos, y se buscarían. Daba igual en que forma lo hiciesen. La maldición solo se rompería si se cambiaba el orden de las muertes. Es decir, si el que debía morir primero no lo hacía. En ese caso, volverían a nacer con sus recuerdos intactos, como las anteriores veces. Solo que en ese caso, sí podrían encontrarse. Porque sí, en sus anteriores vidas nunca podrían verse, incluso si estaban al lado, pues si esto ocurría, el destino mataría delante de uno al otro, haciendo que la maldición continuase. Romper ese tipo de magia era muy difícil. Muchos lo habían hecho, y tristemente ninguno lo había conseguido.

El destino, cuando vio el encuentro del español y el inglés, sabía que era momento para esa maldición. Les hechizó, haciendo que todo al principio fuese bonito, pero después sería un montón de sufrimiento constante. Sentir el como uno de ellos moría, sin poder hacer nada... Al destino le parecía divertido. Y más aún cuando vio que el español, el cual era mucho más sensible a los sentimientos, tendría que sentir un terrible escalofrío cada vez que el rubio con el que estaba destinado a estar moría. Vivieron tantas vidas, y en ninguna pudieron romper la maldición.

Una de sus muchas vidas fue como dos chicas. El inglés pasó a llamarse Rose, una chica rubia de cabello largo y verdes ojos, que utilizaba gafas. Sus cejas ya no eran tan grandes como antes. El español se convirtió en Isabel, una joven con el cabello castaño siempre recogido, y mantenía el color de los ojos. Ambas tenían una buena vida en la época del siglo XVIII. Pero Rose murió quemada, pues todos pensaban que era una bruja. La acompañaron una chica rumana y una noruega. Isabel lo sintió, y estuvo llorando toda la noche.

En otra, nacieron como gatos. Arthur se convirtió en un gato escocés, algo un poco irónico. Era blanco, con unas manchas naranjas por el cuerpo. Su cola era muy esponjosa. Pero era un gatito callejero. El castaño fue un gato europeo blanco con la frente y espalda de color marrón. Él era cuidado por una familia muy religiosa, por lo que en su collar había un rosario. Cuando el inglés estaba a punto de morir, él salió de la casa en su busca. Le sentía cerca, pero no sabía donde. En un momento, sintió su muerte. Triste por haber dejado que se fuese otra vez, volvió a su hogar. Al callejón donde solía estar el gato llegaron dos hermanos. Eran Matthew y Alfred. Solo que ellos no recordaban nada del pasado. Eran dos personas diferentes a las que habían conocido. Ellos solían cuidar de Arthur, al cual habían llamado Cupcake. No vino cuando llegaron. Eso entristeció al estadounidense. Su hermano, que en esa vida era mayor que él por dos años, le dijo que se fuese hacia si hogar. El canadiense encontró el cadáver del gatito, y lo escondió. Nadie debía saberlo.

En otra vida eran mucho más diferentes de su forma original. Antonio tenía el pelo negro, con el flequillo de color blanco. Tenía muchas cicatrices por todo el cuerpo. Sus ojos aún eran verdes, pero eran muy oscuros, parecían negros. Había pasado a llamarse Andrés, y era líder de un grupo de asesinos profesionales. En su equipo había un chico con el mismo pelo que Alfred, solo que era de color granate. Su piel era morena, y sus ojos eran rojos oscuros. Tenía dos piercings en el labio inferior. Se llamaba Allen. También estaba el primo de este. Era parecido al estadounidense, solo que su tono de piel era un poco más común. Sus ojos eran morados, y tenía ojeras que ocultaba tras unas gafas de sol. Su cabello era largo, y estaba recogido en una coleta. Tenía el mismo mechón suelto que Matthew. A él le llamaban solamente Matt. Y el último era un italiano de pelo teñido. Antes era marrón, se lo cambió a un amarillo muy chillón. Sus ojos de color vino eran ocultados tras unas gafas con el cristal rosa. Su nombre era Flavio. Era el que llevaba el estilo en el equipo, por así decirlo. Por otro lado estaba Arthur, quien se llamaba Oliver. Su cabello había pasado a ser de color rosado, de manera natural. Sus ojos eran azules, y tenía montones de pecas rosadas por todo el cuerpo. Era muy dulce y amigable. Solía cocinarles bollos a sus invitados. Solo que estos podían llegar a morir del veneno que les ponía. Por eso era conocido como "bombón asesino". Nadie pensaría que alguien con gustos tan femeninos fuese un asesino. El objetivo principal de Andrés era encontrar a ese loco. No solo porque le quitaba trabajo, sino porque sabía que era su querido inglés. Cuando le dieron la noticia de que había muerto envenenado, se enfadó. Le habían hecho tomar de su propia medicina. Descubrió quien se lo había hecho, y lo mató rompiéndole el cuello. Después de aquello, los asesinatos aumentaron. Debían acabar con aquellos que estaban en la lista de objetivos de Oliver. Lo haría por él. Aquella vida fue perturbadora para ambos.

El aprendiz de ScottDonde viven las historias. Descúbrelo ahora