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Era decepcionante seguir teniendo el mismo peso a pesar de todo el esfuerzo que apliqué para perderlo. No quería enfermarme como mi hermana me había dicho pues ella me planteó tantas enfermedades estomacales que me dió miedo continuar con mi descontrol alimenticio pues era cierto que no me quería pero tampoco era como si quisiera quedarme postrada en una cama de hospital por mi grave condición.

Recuerdo que en un intento de llevar la fiesta en paz con mi cuerpo, decidí comer más sano pero poco. Tomaba mis tres comidas al día y hacía ejercicio con las largas caminatas diarias, no aceptaba golosinas ni tampoco cosas como sodas o pan. Todo iba bien durante ese mes que opté dejarme guiar por una dieta "saludable" supuse que de ese modo conseguiría perder algunos kilos, no obstante, el trago amargo me consumió por completo cuando me tocó pararme frente a la balanza.

Mi peso inicial era de 62 kg y algo que milagrosamente sucedió fue de que había bajado a 55 kg de golpe, lo cual estaba segura que no fue a causa de la dieta "saludable" sino que fue a causa de que en ese entonces yo dejé de comer correctamente.

Actualmente medía 1.55 cm y a pesar de haber desaparecido 7 kg, la gente seguía diciéndome que necesitaba perder más ya que mi índice de masa corporal era un crimen. Entonces, cuando tuve que pesarme, el ataque de impotencia me pegó fuerte al ver que después de un mes seguía con esos mismos estúpidos 55 kg.

Frustrada, me encerré en mi habitación ese día y lloré porque era una inútil, las lágrimas brotaban de mí y con mucha rabia decidí que era mejor de una vez por todas dejar de comer para perder peso de forma efectiva y sin esperar tanto tiempo. Las personas y yo misma anhelaban una imagen delgada, las fotografías para mí se volvieron una amenaza y los comentarios se convirtieron en mi punto débil.

—Hey, ¿Qué estás haciendo? —el mismo chico desconocido con el que me encontré, llegó con una gran sonrisa a interrumpir mi momento feliz en la biblioteca pues quedarme sola ahí, leyendo todo tipo de libros, era lo que me distraía de pensar en el ruidoso vacío en mi interior.

—Estaba buscando paz pero al parecer ya no es posible —le dije cortante para que captara mi indirecta. No lo deseaba cerca, de hecho, no deseaba a nadie cerca.

—Ya veo, ¿Y si encuentro otro lugar para ti? —me ofreció optimista, admirando todos los libros a su alrededor. Estaba a punto de negarme pero analizando su suave comportamiento ante mi fría personalidad, él era la clase de chico que seguiría insistiendo hasta que lograra persuadirme.

—¿Qué tienes en mente? —inquirí alzando mi ceja y él amplió la comisura de sus labios notoriamente satisfecho.

Salimos juntos de la biblioteca y caminamos por un camino desconocido para mí, yo no era mucho de explorar el territorio donde vivía, mi padre no me daba tantas libertades y siempre que decía que iba fuera, tenía que ser en compañía de mi mejor amiga Haerim.

Ver los grandes edificios, los establecimientos y las calles, me daban un poco de pánico debido a que sentía como las curiosas miradas me comían con sus ojos. No era normal ver a un chico alto y apuesto con una chica que probablemente le doblaba en contextura corporal, mi pavor aumentó en gran medida cuando se me vino ese pensamiento a la cabeza y fue aún peor cuando caí en cuenta que íbamos en dirección a una pizzería.

Quise darme la vuelta de inmediato e ir directo a casa pero a esas alturas bajo presión, mis excusas eran un total fracaso. Era enfrentar mi destino o morir en el intento.

—¿Cuál prefieres? ¿Hawaiana? —preguntó viendo las diferentes opciones de pizzas dentro del menú. Llevaba un ayuno de 15 horas y era decepcionante tirarlo a la basura por culpa de ese chico, los tóxicos pensamientos de que comer eso estaba mal me estaban carcomiendo pero tampoco podía ser ridícula y pedir solo un vaso con agua ya que eso pondría en evidencia que estaba haciendo una dieta y estando frente a un chico admitir eso era una total vergüenza.

—Me gusta más la vegetariana —mentí. Tal vez los vegetales podrían salvarme de ese castigo.

—De acuerdo.

Hoseok asintió contento y se fue al mostrador de la pizzería a pedir nuestras órdenes, observé cómo movía sus labios de un lado a otro, esperando su turno en la fila y cuando por fin la mujer encargada preguntó por su pedido, la abierta sonrisa que dibujaban sus labios era pura y sincera, una sonrisa que te brindaba esperanza, que te daba una pequeña luz en medio de tu oscuridad.

Él no tenía malas intenciones al invitarme ya que después de todo, él no conocía la pesadilla que estaba viviendo.

Atypical❁[JHS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora