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Estar con tus amigas es la mejor de las dichas que puedes sentir, estar rodeadas de ellas, te hace sentir diferente como si pudieras compartir absolutamente todo. Hablas sobre que chico te gusta, sobre reuniones, sobre tips de maquillaje o simplemente intercambias bobos comentarios con ellas.

A mis amigas las conocía desde que iniciamos en nuestro curso de Chino, tomábamos nuestros recesos juntas y adquiría seguridad a su alrededor pero con el pasar del tiempo cuando alguien agarra confianza es horrible que se tomen la libertad de señalarte y decirte cosas que creen que están bien cuando en realidad es todo lo contrario. Te lastiman y ni siquiera se dan cuenta de ello, siendo triste no poder expresarte al respecto porque dentro de la sociedad que fuimos criados estaba mal mostrar debilidad.

—Este traje te quedaría perfecto —Eunji me mostró un traje de baño color coral e inmediatamente me negué.

Esa semana íbamos de campamento de verano así que todas mis amigas corrían por buscar el mejor outfit para entrar a la piscina y yo por mi parte estaba pensando en unos shorts y una camiseta ya que no me sentía cómoda con la idea de vestir ese tipo de prenda pues comparada con la delgadez de mi amiga me parecía despectivo que me dijera eso.

—Claro que no, no usaré eso —respondí a su propuesta y ella me miró ofendida.

—¿Por qué? Si tú no tienes mal cuerpo —replicó en contra —. Es más yo quisiera ser así, en lugar de no tener nada —se dio la vuelta y seguió ojeando en la sección de bañadores.

—Creeme, yo quisiera ser como tú —agregué en un tono más bajo ya un poco descolocada porque ¿cómo era posible que ella no se aceptara siendo así de bonita? Lo más que le calculaba eran 45 kg, lo que que vendría siendo el talle perfecto para mí.

—Deberíamos cambiar de cuerpos —soltó al azar, tomando un pequeño traje de baño color azul.

—Sí, deberíamos —fue lo que le dije a cambio.

Regresé a casa y me fui directo a mi habitación, me tumbé en mi cama, mirando hacia el techo mientras en mi cabeza planificaba las actividades que haría al día siguiente para evitar a todos costa el pensar en la comida. Habían pasado dos semanas desde la última vez que me pese, por lo tanto, eso era lo primero que haría cuando me levantara y fuera de camino a la universidad.

Durante esas dos semanas que me privé de comer, los lunes a viernes era fácil engañar a mi hermana y a mi padre ya que ambos trabajaban y no se enteraban si en realidad me apetecía probar bocado así que era fácil mentirles y aunque sintiera remordimiento por hacerlo, mi consuelo era de que si llegaba a mi meta de 47 Kg ya no tendría que hacerlo más.

El único problema en mi mentira era que los fines de semana, mi familia se quedaba en casa y no había nada que pudiese decirles para evitar comer así que con todo el dolor de mi alma levantaba la cuchara para comer de mi plato y conseguir despistarlos. Ellos degustaban hamburguesas, sándwiches, ramen, entre otros tipos de comidas que yo desde niña disfrutaba. Quería volver a sentir ese sabor en mi boca pero por mi bien tenía que resistirme y adaptarme a las ensaladas porque sí, después de pensármelo un poco preferí volverme completamente vegetariana.

—Bueno, aquí voy.

En la mañana, llamé a Haerim para decirle que no pasaría por ella, me fui por otro rumbo y llegué a dar a una farmacia. Di un pesado suspiro antes de pararme en la balanza e insertar los wons que me pedía. El momento de saber si había perdido peso era ese, mis clavículas se notaban un poco más y mis manos empezaban a resaltar los tendones en ella así que de verdad esperaba que sí hubiese obtenido un buen resultado.

54. 2 kg. Ese era mi peso cuando me bajé de aquél aparato.

Mi expresión fue incrédula. Había pasado dos semanas enteras comiendo casi nada y la tonta balanza me decía que a penas había perdido un mísero kilo, de inmediato quise echarme a llorar, no podía ser posible de que ese fuera mi peso, tenía fe en ese método a ciegas y empezaba a decepcionarme, no de el, sino de mí porque no puse verdadero empeño en mi meta ya que al menos esperaba dos kilos pero el que solo soltara esos números era sentirme la peor cosa.

—¡Odio esto! —exclamé enojada con mis ojos algo húmedos y un feo nudo en la garganta.

—¿Younmin? —Hoseok fue esa pobre alma que me escuchó. Nuestra relación no era de amigos en su totalidad pero después de haber hablado con él aquél día en la pizzería, percibí que había una conexión en nosotros. Ese chico con su cabello castaño y su brillante personalidad era una parte buena que agradecía haber conocido.

—¿Qué haces aquí? —le pregunté realmente avergonzada.

—Me tropecé y venía en busca de unas vendas —explicó sacudiendo la bolsa de curitas en sus manos con aquella característica sonrisa de buen humor  —¿Y tú? ¿Qué estás haciendo aquí? 

—Ah... Yo... —balbuceé sin saber que decirle ya que no iba a confesarle que estaba sintiéndome como un infierno. Entonces, al no escucharme responder, volteó a ver la balanza y evité su mirada debido a la incomodidad.

—Entiendo —agregó en comprensión —, pero desde mi punto de vista, eres linda tal como eres.

No supe que decirle y el rubor recorrió mis mejillas tras observar como su tierna mirada me estudiaba con atención. Confiaba en su palabra, pero si era así ¿Por qué el mundo me prohibía a mí misma verme de ese modo?

Atypical❁[JHS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora