° 09 °

426 44 2
                                    

El doctor entró al cuarto de hospital y su rostro lucía tranquilo, traía su tablero en mano junto a sus lapiceros en la bolsa de su bata, su placa de color plateado era reluciente y hacía más visible el nombre de su portador a medida que se aproximaba a mi camilla. La tipografía era de letras negras y delgadas pero dejaban en claro su honorífico apellido, lo observaba ansiosa estando preocupada por su diagnóstico ya que si durante mi tiempo inconsciente me realizaron estudios, era asegurado de que se darían cuenta de lo que en realidad ocurría dentro de mi cuerpo.

—Un gusto conocerla, señorita Gwon —dijo, mientras tomaba asiento en el mismo lugar donde antes estaba Hoseok —Mi nombre es Kim Namjoon y soy quien la atenderá de ahora en adelante.

—Un placer conocerlo —gesticulé una alegre sonrisa y me acomodé mejor. El fingir que me estaba sintiendo bien era una alternativa para salir del hospital, odiaba tener esa espantosa aguja en el brazo y tambien odiaba estar bajo cuidados, nada malo iba a pasarme ya, por lo tanto, mandarme a mi casa era una efectiva solución.

—¿Es la primera vez que se desmaya? —asentí y el joven doctor anotó en su tablero. Su expresión era neutra y su profunda mirada me plagaba de culpa —Bien, voy a ser directo, lo que voy a decirle no lo he hablado con sus familiares porque primero quería conversar con usted. 

—¿Qué sucede? —y esa era mi señal de alerta. De ahora en adelante, tenía que inventarme las mejores respuestas.

—¿Cómo ha estado su alimentación estos días? —se cruzó de brazos y alzó una ceja, esperando mi contestación.

—Pues he tenido un leve descontrol pero eso es por mis clases en la universidad y mis clases de Chino por las tardes, no me queda tiempo para comer porque me la paso estudiando y muchas veces odio comer por nervios —escuchó con atención, tomando notas nuevamente en su tablero, haciendo uno que otro tache y sacando luego una hoja blanca de un sobre.

—¿Está segura que ese descontrol es solo por sus clases y el estrés? —preguntó inquisitivo, leyendo silenciosamente el curioso documento en sus manos.

—Sí, supongo que eso fue lo que me afectó.

—Ya veo, entonces estos análisis deben ser incorrectos —dijo, estando en desacuerdo con los resultados y consigo mismo.

—¿Por qué lo dice? —mi sangre se enfrió y creo que hasta la palidez me invadió, jugué con mis manos ansiosa, tratando de no perder la cordura por esos resultados.

—Bueno, esto es porque me sorprende el hecho que tenga un peso aparentemente normal a pesar de estar bastante deficiente en nutrientes.

—¿Y eso es algo malo?

—En efecto —confirmó —De hecho, este pronóstico es suficiente para dejarla en observación, sus plaquetas están bajas y a menos que no se recuperes de ese descontrol no mejorará.

—Entiendo —agregué en respuesta y es que la verdad desde que empecé a dejar de comer mis ánimos estaban por los suelos, mis energías a penas me alcanzaban para funcionar y de momentos me costaba concentrarme.

—¿Tengo su palabra de que empezará a comer correctamente? —el doctor Kim se puso de pie dando una última revisión a sus documentos así como también una ojeada a la intravenosa que me habían colocado.

—Lo haré —le respondí con una sonrisa y se despidió con un apretón de manos.

Estaba sola otra vez y un nudo se instaló en mi garganta, quería llorar pero sabía muy bien que no podía hacerlo. Le mentí a ese doctor con mi respuesta porque yo no abandonaría ese estilo de vida, seguiría fingiendo que estaba bien, que no había nada mal conmigo, la comida ya no era mi amiga, los alimentos eran mis enemigos, el agua era lo único que me hacía sentir suficiente.

Habían tantos seres a mi alrededor que me decían que mi peso estaba bien, que me repetían que era una locura apegarme a dietas pero, ¿Acaso ellos estaban en mis zapatos? Ellos no sentían ese odio y repulsión que me tenía a mí misma, ellos no veían lo que yo veía de mí cuando me veía al espejo, ellos no percibían sus comentarios del mismo modo que yo los percibía, cada cosa me afectaba, mis fotos ya no eran lindas, yo no las podía apreciar de ese modo porque mi autoestima estaba roto y mi propia mente me asesinaba con sus pensamientos.

Dije que pararía cuando sufriera el primer desmayo, que acabaría cuando llegara a mi punto límite, tenía apoyo y tenía la voluntad de recuperarme, sin embargo, se me era una misión inalcanzable ya que cuando alcanzas una meta totalmente quebrada es imposible retractarte. Mi cabeza me recordaba ofensas e imágenes que la gente decía acerca de mí, esas cosas ridículas que se instalaban en lo profundo de mi corazón, dolían y me hacían querer continuar en la carrera de no rendirme hasta por lo menos conseguir el peso que yo creía ideal.

Y, si deseaba que la gente me dejara de criticar, tenía que sufrir un poco más.

Sólo un poco más.

Atypical❁[JHS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora