GOLF

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CAPÍTULO 9

"ICEBERG" JONES

—Ya dime, no seas gallina. Yo ya te dije la mía, quedé expuesto a ser duramente juzgado por ti —exclamó el joven rubio, que intentaba encender un mechero Bunsen.

—No creo que hacerlo durante la hora pico del tránsito cuente como fantasía, más bien como un probable pie para iniciar una orgía masiva o ser detenido por faltas a la moral.

—¡Cuéntameeee, por favor! —Raymond sacó la cabeza de debajo de la mesa y apoyó la barbilla contra el desnudo muslo de la castaña, quien estaba sentada sobre una de las mesas del salón—. Si me cuentas, bajaré y haré esa cosita que te gusta con la lengua.

—¿Lo prometes?

La voz de Charly sonó completamente chillona, no porque estuviera nerviosa o algo por el estilo, sino porque su cuerpo estaba ansioso de sentir el ardiente toque de esa lengua en su entrepierna. En el año que llevaba de relación con su novio, este casi la había convertido en una ninfómana sin mucho pudor. Cada vez que estaban solos, prácticamente solo estudiaban, follaban, comían, follaban y dormían... A veces hasta ahí lo hacían.

—Eres mi prostituto favorito —dijo ella, mirando esos bellos y vivarachos ojos verdes—. Bien, bueno, una cabaña. Quisiera hacerlo así como en esas novelas donde los protagonistas entran corriendo a alguna para protegerse de la lluvia, encienden la chimenea, se quitan la ropa solo para no enfermarse y, de pronto, ahí, ante la luz de las llamas, algo se prende —la joven se estremeció, más que nada porque sentía la respiración de Raymond contra su piel—. Luego terminan haciéndolo sobre alguna piel de oso o cobertores, no sé. Me parece sumamente romántico.

—Y costoso. Con el mío solo se gasta gasolina.

Él se puso de pie y deslizó las manos por las piernas de Charly. Al parecer, había acertado al llevar ese amplio vestido floreado que, aunque le quedaba grande, era bastante accesible para sus sucios propósitos.

—Cierto, pero tampoco tienes auto. No creo que en tu fantasía esa chica esté follando sobre tu moto.

—Le diré a Louis que él nos lleve.

—Vaya trauma contigo.

La chica se carcajeó de la forma más ruidosa y nasal que una fémina pudiera hacerlo.

—Te prometo que algún día cumpliré esa fantasía. Haremos el amor frente a la chimenea hasta que tengamos quemaduras por fricción.

—Eres un bobo —dijo ella, tomándolo del cuello de la camisa y acercándolo a sí misma para besarlo.

—Y tú eres mi Pokebola.

Como Raymond ya jugueteaba con el borde de sus bragas para esas alturas, Charly no perdió el tiempo y le atrapó las caderas con los muslos. La tenue luz del mechero le dio al aula de química un aire casi romántico... o eso era lo que se decía. La semana pasada, el encendedor de luces del armario de limpieza también le dio lo mismo.

—¿Por redonda?

—No, porque obviamente yo soy tu Pikachu y me encanta que te lances de lleno para atraparme. Pensé que eras la lista en esta relación.

—Y tú el lujurioso, pero en vez de aprovechar que tenemos el aula de Simone para los dos solos, estás hable y hable...

Charly no alcanzó a seguir quejándose. Los bien conocidos labios de Raymond se posaron sobre los suyos con esa hambre que ni el tiempo ni el uso parecían reducir en lo más mínimo. Ella no se quedó atrás; introdujo la lengua en su boca y saboreó esa esencia que tanto le gustaba. Había pasión desenfrenada ahí. Más aún cuando él la mordió en el labio inferior con suficiente fuerza para que sus uñas se clavaran en sus duros antebrazos.

Contra él©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora