PAY DE QUESO

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CAPÍTULO 3

"ICEBERG" JONES


—Espero que les haya quedado claro qué es lo que haré aquí. Tres horas gastando mi saliva no se recuperan rápido. Podría estar al borde de la deshidratación sin sentido.

Charlotte Jones se paseaba alrededor de la larga mesa del salón de juntas. Ya había tenido tiempo de conocer a su personal, sabía sus nombres y, en la escala del 1 al 10, qué tan ineptos eran.

Primero estaba la nueva, Julliane. La chica era un desastre de inseguridades, como una versión en hambruna de lo que ella fue al salir de la universidad. No la descartaba, había que pulir su potencial.

La gordinflona de Andrea, esa era los oídos de la oficina. Su talento obviamente estaba en botanear frituras y solo chismear sobre quién se montaba a quién en las instalaciones. Tener un soplón en el bolsillo era de utilidad.

Hablando de montarse, también estaban la pareja de los Williams, Josh y Mary. Aún no sabía cómo proceder con ellos, por regla general no le gustaba trabajar con personas que tuvieran ese tipo de intimidades. Confraternizar significa distracción, probablemente alguno de los dos tendría que volar de la empresa junto con la bebé lactante.

Raymond Reed, ese tenía que irse sin más.

—Desde ahora sé que no les agrado, puedo oler su miedo —la neurótica jefa inhaló cerca de Julliane, dando énfasis a lo que decía—. Bien. No he venido a agradarles, y no lo digo porque quiera motivarlos; a la mayoría no les dejaría ni siquiera pisar el tapete de mi entrada. Quiero que sepan que no dudaré en despedirlos. Me han dado carta blanca para hacerlo. ¿Y saben por qué?

Laurie levantó la mano.

—Adelante, Julliane. No hay respuestas incorrectas... solo estúpidas.

—Es Laurie —murmuró Raymond, quien seguía viendo a Charlotte, pero no como al inicio, cuando pretendía encontrar a Charly dentro de esa frívola mujer. Ahora la veía con una expresión de cólera.

—No, no, no... La señorita Charlotte Ann Jones tiene razón, soy Julliane —dijo rápidamente la rubia—. Mi respuesta es que se lo permiten porque usted es la mujer más calificada para guiar a este equipo hacia el éxito, para que prosperemos y que algún día seamos tan buenos como usted quiere en el trabajo.

Agregó la nueva Julliane con una dulce sonrisa. En cambio, Charlotte volvió al escritorio que estaba al otro extremo de la mesa y se sentó en medio, cruzando las piernas.

—No, ni de cerca. Pero me gustan los que tienen la iniciativa de ser lamebotas, bien hecho, nueva Julliane. Para que sepan, el resto del consejo administrativo me ha permitido hacerlo porque este equipo apesta. En comparación con otros, ustedes son tan mediocres que me he planteado seriamente comprar algunos huérfanos en Bangladesh para sustituirlos. En un par de meses estaríamos en la cima. Esos niños hacen lo que sea por comida.

Más de una quijada cayó abierta ante la declaración de Iceberg, claro que era una exageración respecto a tácticas de trabajo... al menos en este continente.

—No me miren así, las políticas del país lo prohíben.

—Entonces conservaremos nuestros trabajos —afirmó la mujer afroamericana que estaba en la videollamada. Para ser una criatura dominada por un infante, a Charlotte le parecía bastante competente. Punto para ella. Probablemente Josh sería el despedido.

—Así es, Mary lactante, conservarán su trabajo... si son capaces de adaptarse a todo esto.

La jefa golpeó con los nudillos la pizarra electrónica a su lado. El silencio se hizo de inmediato, así que miró el reloj de la pared y decidió que ya los había hecho sudar demasiado.

Contra él©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora