SIGUE SEXY, SIGUE RAYMOND

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CAPITULO 16

"REY" READ


–¿Woah, pero qué te pasó? –dijo el hombre que terminaba de comer una salchicha con mucha mostaza al lado de un carrito en la calle. Se quedó más que perplejo cuando el lujoso auto negro perteneciente a la empresa se detuvo casi frente a él y bajaron dos mujeres. Una tenía un corte de pelo que espantaría incluso al estilista menos gay.

–¿Qué? ¿Por qué? ¿No te gusta? –preguntó Laurie Becket, a quien le habían pasado la máquina de afeitar por un lado de la cabeza y dejado el resto cortado hasta los hombros en diagonal. Quizás en una mujer con más seguridad y resistencia contra el dictador le sentaría bien, pero ella era demasiado dulce y femenina para esa atrocidad.

–No, yo... te ves como una flor –dijo Raymond–. ¿Verdad que se ve como una flor, Patrick?

El guapo chófer, que estaba parado al lado de la puerta, captó la indirecta. No es que pensara que Laurie se veía mal, pero tampoco bien. Al menos con ese corte notó su linda cara, e incluso sus orejas le parecían coquetas.

–La flor más bella de este desértico jardín en Arizona. Vamos, sonríe, te invito un café.

Él señaló el auto a su espalda de un modo tan galante que a la inocente Laurie le temblaron las rodillas. Y no era para menos, si había un galán digno de película en esa empresa, ese era Patrick, aunque el "Rey" también era bastante bien parecido. En una competencia de traseros, tal vez Raymond sí llevaría la delantera.

–Tengo que ir... arriba.

El fanático del romance, Raymond, le lanzó una mirada obvia a Charly, quien sin más remedio accedió a seguirle el juego y otorgar permiso.

–Sí, supongo que puedes ir a beber un café. Solo vigila que no tome desvíos y te quiero aquí en 20 minutos.

El chófer y la pasante se subieron al auto. Mientras tanto, la jefa se quitó las gafas oscuras y emprendió camino hacia la entrada principal, con Raymond siguiéndole muy de cerca. Demasiado. Él podía oler ese deje de vainilla alrededor de su cuello.

–Eres la peor asistente de Cupido que he visto.

–¿Eso te convierte a ti, Raymond Reed, en el dios que usa pañales?

–Los usaría por ti.

Él le guiñó un ojo y abrió la puerta de cristal para que ella entrara, pareciendo una Barbie de pasarela, a pesar de que ese día, por algún extraño motivo, se veía casi como la vieja Charly Jones.

–Eres patético –exclamó Charly en un susurro, en obvia broma–. Un 50% patético, pero gracias por mentirle. De verdad pensé que el corte se le vería bien. No es mi culpa, tiene facciones de hurón.

Ambos caminaron hacia el elevador, que curiosamente tenía las puertas abiertas. Raymond, quien las últimas dos noches había estado un tanto inquieto por el accidente de Laurie, finalmente sintió que ese bloqueo en el estómago descendía. No, no era estreñimiento. Era genuina preocupación por el honor de la jefa.

–¿Me estabas mirando el trasero? –preguntó ella cuando estuvieron solos subiendo a su piso.

–Traes jeans de mezclilla y zapatos bajos. ¿El hada de Gucci no estuvo disponible esta mañana?

–Ingenio masculino...

El "Rey" empujó a Charly contra una de las paredes y la levantó por las piernas.

–¡Raymond!

–Nadie nos verá aquí –señaló la cámara con la cabeza–. Joe no está disponible hasta las 12, si me entiendes.

Contra él©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora