SIEMPRE CONTRA ÉL

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CAPITULO 30

"ICEBERG" JONES

El cuerpo humano solo puede soportar una cantidad limitada de estrés antes de colapsar, y ahí estaban tres personas con razones más que suficientes para caer al suelo. Reggie, por los golpes y la incertidumbre sobre Laura; Raymond, por su hermano y la mujer que amaba; y Charly, quien, a pesar del frío de la noche, mantenía las rodillas firmes, como si el sentido común hubiera decidido abandonarla. ¿Era un buen manejo de la presión o había algo más oscuro detrás de la aparición de Pepe?

—¡Reggie! —gritó la pelirroja, quedándose tan rígida como una estatua del Partenón al ver al extraño hombre armado, con un bigote culturalmente inexacto, plantado frente a ellos.

—Alto ahí, o dejo tu cabeza embarrada en ese trozo de hielo —dijo Pepe, desenfundando una pistola calibre 40 y apuntando al rostro golpeado del ex cuñado de la pelirroja—. Andando, los dos, vengan para acá.

La situación era fácil de evaluar. Cuatro hombres latinos, armados, contra dos que no sabían ni pelear a puño limpio. No era una pelea justa, y menos cuando uno ya estaba bastante maltratado y el otro sufría de una enfermedad degenerativa que, al menor movimiento brusco, podría provocarle una fractura.

Los tres se colocaron justo delante del falso trozo de hielo. El que parecía ser el líder guardó su pistola en la funda del pantalón.

—Entrégame tu celular.

—No traigo mi celular.

—¿Crees que estoy bromeando, güerito?

—Solo dale tu teléfono, Ray —exclamó Charlotte.

—Hazle caso a la gordita...

"Iceberg" Jones no toleraba que la llamaran gorda, ni siquiera como adjetivo calificativo. Cerró los puños y dejó escapar un berrido, pero no dio un solo paso, en parte porque Raymond le pisó el pie, intentando contenerla. Como si eso pudiera evitar que Charlotte le metiera un puñetazo en la garganta al tipo.

—No te muevas, está bien —dijo Raymond, sacando el celular del bolsillo delantero y extendiéndolo hacia el gordinflón armado—. Toma el teléfono. ¿Todo esto por robarse un celular de segunda generación con la pantalla rota?

Claramente, Raymond estaba confundido. En el campo de minigolf no había dinero, y tampoco es que su cartera estuviera repleta de billetes. De hecho, estaba casi en la quiebra por todo lo que había invertido.

—¡No se lo des! ¡No puedes hacerle eso a Laura! ¡¿Tienes idea de lo que le hará cuando la encuentre?! —gritó Reggie.

—¿De qué estás hablando, Reggie? Creo que está delirando —dijo Raymond, sin comprender lo que pasaba.

Charlotte seguía inmóvil, sintiendo cómo el coraje le calentaba las orejas.

—¡Cállense ya los tres! —gritó Pepe.

—Apá, aquí no hay nada. Creo que este no es el brother correcto —dijo el joven vestido como pandillero, con pañuelo en la frente y cadenas colgando de su pantalón.

—¿De qué hablas, pendejo? El técnico de la compañía dijo clarito que el único celular que tuvo contacto con mi sobrina hace un par de semanas estaba a nombre de un R. Reed.

—Debe ser el hermano menor.

Charlotte apenas entendía la conversación, ya que los tipos mezclaban mucho inglés con "mexicano". Una lástima que el hombre de intendencia de su edificio solo le había enseñado a decir algo que sonaba a "Le cepillé los dientes a la perra con tu cepillo", cuya traducción era "Es una patrona buena y justa".

Contra él©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora