EPÍLOGO

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TRES MESES DESPUES...

El cuarteto tocaba la canción más melosa del mundo en el salón principal de la casa de los Reed, pero ni a Charlotte ni a Raymond les importaba. Ambos habían esquivado a las "serpientes de medusa" y subido a la habitación de la infancia del Rey.

—Entra aquí, tenemos que hablar.

—Oye, te juro que esa cosa se desgasta si la usas mucho, ya no puedo cerrar las piernas.

—No es eso... todavía no.

Raymond se desajustó el corbatín con cierta torpeza. Dada la ocasión, iba vestido con el traje más elegante que jamás había usado, y se sentía como Bruce Wayne en una de las películas de Batman. Aunque prefería las camisas y los jeans, bien valía la pena ir a juego con la ardiente castaña que ahora se había sentado en lo que fuera la cama en la que él dormía hacía un mes. El negocio del minigolf iba viento en popa, y hasta se había permitido alquilar un departamento más amplio que el de Phoenix. Atila, su gato, parecía disfrutar del cambio, o eso le gustaba pensar; la criatura no era precisamente expresiva.

—Necesitaba alejarme de la fiesta un rato.

—Sí, ¿qué tiene tu madre con las aceitunas?

Ella se estiró sobre la cama, sintiéndose ligera en su bonito vestido color perla. Por fin se había deshecho de esos kilos que subió meses atrás jugando a ser Bridget Jones y comiendo barras de mantequilla como si fueran galletas. Hasta había vuelto a su color natural de cabello. Todo iba bien, pese a algunos asuntos que se salieron de control después de lo del "Perro Rabioso" y compañía.

—Charly...

—¿Qué? — Charlotte se tocó el pecho con un falso ademán de inocencia — Es una simple pregunta, Ray.

—Oye, tú fuiste la que me dijo que te avisara cada vez que "te estés comportando como una perra". — Raymond hizo comillas al aire, imitando su tono sarcástico — Y lo tengo guardado en un mensaje. Incluso hice una copia de seguridad para futuros reclamos.

—Cuando te digo que levantes tus calcetines, no escuchas, pero para esto sí, ¿no?

—Soy tu conciencia, pero no hago doble turno como mucama. — Él se sentó a su lado en la cama — ¿Ya has pensado en lo del trabajo?

A Charlotte se le escapó un gemido cuando él deslizó el tirante de su vestido a un lado. Claramente estaba haciendo trampa, queriendo inclinar la balanza a su favor. Ella se puso de pie, levantando una barrera ante cualquier intento de manoseo.

—Tengo dos buenas propuestas, pero me gustaba trabajar en StarHeavens.

—En ese caso, no deberías haber tratado mal a la chismosa del área, la querida Andrea, y mucho menos dejar una nota donde decía explícitamente que querías castigar a tu empleado más guapo mordiéndole el trasero... Eso no queda muy bien.

—Andrea me las pagará algún día...

Charlotte golpeó su palma abierta con el puño, ya estaba maquinando un plan. Quizá Laurie podría ayudarle a poner una bomba laxante en el café de la chismosa todos los días. Aunque no todo era malo: su querida nueva Julliane había sido promovida de pasante sin paga a mediocre intento de sustituto en su puesto como directora de marketing, y eso le alegraba mucho.

—Nada de venganzas, ahora somos "niños buenos".

—Cierto. Somos los buenos... hasta le disparé a los malos.

Raymond rodó los ojos por milésima vez en esos meses. Charlotte había contado esa anécdota tantas veces que incluso aquellos que no querían saberla se la sabían de memoria.

Contra él©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora